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Pierde la cola, pero no las mañas: la iguana overa o teju hū

Vista general del cuerpo de un lagarto overo. Foto: Couto Murillo

Vista general del cuerpo de un lagarto overo. Foto: Couto Murillo

POR Alberto Yanosky
Director EIISA (Estructura Interdisciplinaria de Investigación Integral Socio-Ambiental) – UNAE.

Existe una especie de la familia de los teidos, familia de dos grandes saurios que habita el territorio paraguayo y la región, que se lo conoce como iguana o lagarto overo o teju guasu hū, o teju hū o teju guasu; y esto para distinguirlo de otro gran pariente, la iguana colorada, más del Chaco seco, más allá del Chaco Central. El teju hū junto a tu pariente colorado, la iguana verde y el viborón, son los cuatro grandes saurios o lagartos que tenemos en Paraguay. Con la iguana overa tengo un afecto muy especial, ya que por muchos años trabajé con ellas aquí cerquita de Paraguay en la provincia de Formosa. Realicé muchos estudios tanto en vida silvestre como en cautiverio, con el fin de entender la especie, su rol en el ecosistema y además porque era (y lo sigue siendo) un elemento de la fauna muy apreciado y con un rol destacado en las economías locales. Este animal y muy a pesar de lo que se diga sin muchas bases técnicas, es muy plástico, muy generalista y adaptable, es por ello por lo que muchas veces encuentra alimento en los basureros o zonas de desechos dejados por el ser humano y allí prolifera. Seguramente si han ido a visitar las cataratas del Iguazú habrán visto que este gran saurio se pasea entre los turistas y se alimenta de los restos que dejan los visitantes.

Juega un rol destacado en las economías ya que su cuero históricamente fue muy valioso para las botas tejanas, y su piel tiene un valor muy alto en el mercado. Además, tanto la grasa como los huesos y su carne tienen diferentes usos por las comunidades rurales. Frente a estos usos y como una alternativa de administrar la especie trabajé tratando de entender sus parámetros poblacionales y su fisiología, anatomía, morfología y desarrollo, logrando que se reprodujera en cautiverio, y optimizando su crecimiento para diferentes fines. Recuerdo con mucha nostalgia la relación que habrían creado los adultos de iguana overa con mis hijas pequeñas en aquel entonces, demostrando así la gran capacidad de adaptación y domesticación de la especie. A pesar de que la misma tiene dos “armas biológicas”, su boca y su cola no usaban ninguna de ellas cuando se encontraban “con sus afectos humanos”. Su boca tiene una mordedura muy fuerte, y le sirve para desgarrar presas y hasta para romper frutas y carozos. Es decir, comen carne y también cualquier otra cosa que se le aparezca, son depredadores de nidos y de pichones, y también incursionan en los gallineros comiendo pollitos y los huevos, por ello muchas veces no son bienvenidos en los asentamientos humanos que tienen muchas gallinas libres en sus patios. Su boca y su mordedura son muy fuertes y destacadas. Pero hay otra arma importante y es su cola, la que utilizan como un látigo.

Detalle de la cabeza y el cuello de un lagarto overo. Foto: Rebeca Irala

Considera que con hasta más de un metro y medio de longitud, estos animales y en particular los machos, tienen una cola muy poderosa, que la usan para sus peleas. Cuando se los caza o se los agarra, una de las prioridades es tener su cola, para evitar los latigazos y obviamente su cabeza para que no nos muerda. Sin embargo, con un rol tan  destacado, esta especie (como otros saurios, cuya cola juega un rol destacado en su supervivencia) tienen la posibilidad de deshacerse de la cola, es decir que frente a una agresión y habiendo sido aprehendido de la cola, tienen la posibilidad de soltarla. Cuando la sueltan, la cola sigue moviéndose por unos segundos, distrayendo al agresor, mientras el animal escapa. Difícilmente veamos en la naturaleza un macho grande y adulto que no tenga indicios de que haya perdido alguna vez su cola. Una vez perdida, la cola se comienza a regenerar; sin embargo, siempre queda la cicatriz y la marca desde donde comienza a crecer nuevamente. Y por ser tan común la pérdida de la cola, pero seguir con sus andanzas haciendo de las suyas, es que está el dicho que algunos son como la iguana que “pierde la cola pero no las mañas”.

Estos reptiles son de sangre fría y requieren de una temperatura adecuada para estar activos, es por ello por lo que cuando hace frío se encuentran aletargados, normalmente en cuevas bajo tierra y desciende su temperatura corporal a un mínimo para ahorrar energía. Se reproducen en primavera y en verano nacen las crías, luego de un periodo de incubación entre la hojarasca y normalmente bajo tierra. Las crías pequeñas al nacer se alimentan de insectos y ganan peso rápidamente. Tienen una lengua que juega un rol “olfativo” y discrimina muy bien los diferentes “olores (sabores)”, gusta subir a los árboles (aunque este no es un hábito muy conocido), y no hay cuidado parental, ni se incuban los huevos, ni los padres acompañan a las crías. Los momentos de mayor vulnerabilidad para la especie son cuando están las nidadas y cuando las crías comienzan a merodear.

Una especie plástica como esta no debería ser el foco de atención de la conservación; sin embargo, nuestras acciones la han extirpado de varios lugares, demostrando cuán duras pueden ser nuestras transformaciones. Ver a un teju hū merodear por ahí con su paso calmado, moviéndose de un lado a otro, “olfateando” con su lengua y hacerlo entre los humanos, me llena de placer y satisfacción. Espero que muchos puedan sentir esa misma sensación.

Agradezco las fotos de Rodney Couto Mourillo y de Rebeca Irala Melgarejo.

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