Cultura
Lopismo y anti-lopismo: Algunos comentarios de Héctor F. Decoud (1925-1930)

Héctor Francisco Decoud, "Sobre los escombros de la guerra. Una década de vida nacional (1869-1880)”. La obra y su autor. Archivo
Hablando como alguien que ha examinado la historiografía paraguaya de cerca durante casi cinco décadas, sigue sorprendiéndome con qué fuerza la dicotomía maniquea entre lopistas y antilopistas todavía domina la erudición y el pensamiento del paraguayo promedio cuando se reflexiona sobre la Guerra de la Triple Alianza. Se podría pensar que estos conjuntos de afirmaciones analíticas habrían dado paso durante todo este tiempo a diferentes enfoques de la historia, especialmente a medida que se disponía de más datos (en forma de documentación de archivo). Después de todo, las computadoras hicieron posible no sólo responder viejas preguntas con mayor velocidad sino también plantear preguntas completamente nuevas. El internet, por su parte, ha hecho que por primera vez los estudios extranjeros sobre López y la guerra estén ampliamente disponibles, a menudo con traducción instantánea al español. En tales condiciones, debería predominar el cambio más que el estancamiento.
Y, sin embargo, persiste la polaridad tradicional entre lopismo y antilopismo. Sospecho que esto se debe a que lo que significa ser lopista o antilopista ha evolucionado a lo largo de los años y continúa desarrollándose en innumerables direcciones hoy en día. En un momento, significó simplemente afiliarse al gobierno del mariscal López u oponerse a él, generalmente desde el exilio en Argentina. Posteriormente, los términos adquirieron contenido ideológico, de modo que supuestamente los lopistas tendían a favorecer soluciones autoritarias a los desafíos políticos de Paraguay, mientras que los antilopistas se inclinaban por soluciones liberales que se mantenían dentro de estrictos parámetros legales y constitucionales. Y para aquellos que buscan la comprensión más simple de la dicotomía, los términos se utilizan simplemente como epítetos, con un lado de la ecuación considerado como patriota y el otro como traidor.

Mariscal López, presidente del Paraguay muerto en Cerro Corá. Archivo
Los aspectos en blanco y negro de esta división tradicional son bastante obvios. Es igualmente obvio que muchas personas, incluso las más reflexivas, se sienten incómodas con los grises de esta historia. Para esas personas, tiene poco sentido que José Segundo Decoud, que había luchado en la Legión Paraguaya contra el mariscal López, haya sido uno de los miembros fundadores de la ANR, un partido político que a menudo afirma tener un vínculo directo con el pasado lopista. Y, sin embargo, ese es el caso.
Hoy veremos a otro miembro de la familia Decoud, un hombre que hizo lo opuesto a José Segundo: luchó en el ejército del Mariscal cuando era joven, y luego llegó a denunciar consistentemente la “tiranía” de López y sus sucesores en los términos más firmes posibles. En el camino, se hizo un nombre como historiador clave entre los paraguayos de principios del siglo XX. Me refiero a Héctor Francisco Decoud (1855-1930), cuyo padre, Juan Francisco Decoud, fue líder del exilio paraguayo en Buenos Aires y luego, tras la muerte del mariscal López, jefe de la facción “azul” en el primer gobierno de posguerra y director de La Regeneración, el periódico más importante de Asunción en esa época. Héctor Francisco, además de abogado y educador, jugó un papel decisivo al presentar un rostro intelectual a la recuperación económica y política de su país. Nadie fue tan diligente en ese sentido, ni Cecilio Báez, ni Fulgencio R. Moreno.
Recuerdo una conversación que tuve con el historiador norteamericano Harris Gaylord Warren hace más de cuarenta años. Estábamos juntos en Washington y me dijo que uno de los muchos libros de Héctor Decoud, Sobre los escombros de la Guerra. Una década de vida nacional (1925), mereció traducción al inglés por su minuciosidad, sensibilidad y profundidad intelectual. No lo recuerdo hablando con tanto entusiasmo de ningún otro libro. Rememorando sus palabras esta mañana, encontré un ejemplar del libro en uno de mis estantes. Hojeando sus páginas descubrí que el principal objetivo de Héctor al escribir su estudio era ayudar a las generaciones más jóvenes a comprender la guerra, que fue “la más aflictiva y desastrosa de las catástrofes históricas”, según sus palabras[1]. En su opinión, el “tirano” López –que era su propio padrino–fue enteramente culpable del conflicto y, por lo tanto, la causa principal de la agitación de los años de posguerra. Aquellos “lopistas” que veían al difunto Mariscal como una especie de héroe no sólo se engañaban, argumentaba, sino que confundían activamente la “realización de ideal de la civilización, impulsada por [el] robusto y vibrante espíritu progresista, siempre ávido de perfectibilidad y de luz. . .” [2]
Cinco años después de publicar estas palabras, Decoud fue entrevistado en la revista cultural argentina Crítica y se le pidió que resumiera, a modo de declaración de despedida, lo que había aprendido sobre las interpretaciones enfrentadas de la historia paraguaya: la lopista y la antilopista. Decoud falleció ese mismo año. Sospecho que nunca imaginó que la gente seguiría discutiendo esta cuestión noventa años después. Esto fue lo que dijo en esa ocasión:
Lopistas y antilopistas
Está en Buenos Aires el señor Héctor Francisco Decoud, descendiente de una de las familias patricias del Paraguay, cuyo nombre está ligado a los episodios más sobresalientes de la Guerra del Paraguay y del tirano Solano López. El señor Decoud es el único ahijado que tuvo el tirano y, además, es su sobrino político, pues está casado con una hija de la hermana del mariscal López. Sincero amigo de la Argentina, el doctor Decoud vive recluido en su villa de Asunción, dedicado a sus investigaciones históricas, aportando siempre nuevos elementos de juicio en torno a la apasionante personalidad del mariscal López, héroe de muerte y sangre de la más cruenta y terrible guerra que azotara a América, puesta de manifiesto en sus libros Los emigrados paraguayos en la Guerra de la Triple Alianza, La masacre de Concepción, Sobre los escombros de la Guerra: Una década de vida nacional, El martirologio de San Fernando, Elisa Alisa Lynch de Quatrefages.

Elisa Alisa Lynch de Quatrefages, portada y páginas preliminares del libro de Héctor F. Decoud. Archivo
Además, es autor de la Geografía de la República del Paraguay, que es texto de las escuelas oficiales, y muchos otros libros y folletos dedicados todos al tirano Solano López y a su sangriento mariscalato.
El señor Decoud nos habla del tirano
El señor Decoud, hablándonos de sus recuerdos personales sobre el tirano, nos dice:
“Lo conocí en el año 1860. Yo era su ahijado, pero él deportó a mi madre, encerró a mis hermanos y a mí, que tenía apenas once años, me tuvo prisionero en Humaitá en medio de atroces sufrimientos. Mi crimen fue ser hijo del coronel Juan Francisco Decoud, que vistió orgullosamente el uniforme de ejército argentino contra el tirano para dar al Paraguay la libertad necesaria a sus destinos históricos.
Lucho desde hace años entre mis compatriotas para que el tirano López sea juzgado imparcialmente, de acuerdo a juicio sereno y objetivo de la historia. Jamás se glorificará en el Paraguay a ese Nerón americano. Yo he relatado en mis libros los crímenes más atroces mandados a ejecutar por el mariscal y presidente de la República, Francisco Solano López. Por ejemplo, la masacre de Concepción, en la que sucumbieron hacia el final de la guerra del ‘64 las familias más distinguidas, inocentes criaturas, ancianos valetudinarios, ciudadanos reputados por su integridad y humildes y leales soldados. Sobre esta escena de horror, la que la perversidad de su responsable parece que hubiese querido superarse a sí misma, se ha guardado un silencio estudiado para que la posteridad, llamada a juzgar los hechos de la historia, la ignorase u olvidase; pero este propósito no ha de verse realizado y aquel espantoso drama, en el que los peores instintos se complacieron con el regocijo infernal de una orgía de sangre, contribuirá a que la consciencia americana se forme el juicio que merece quien, cuando la patria se agitaba en los estertores de la agonía, entre ruinas, miserias y sollozos, tenía todavía ánimo para ordenar fríamente nuevas y terribles matanzas. . .
Conocedor de esas terroríficas páginas de crimen y de dolor, yo las relato para que ellas sean un hachón de luz que ilumine la verdad tan tenazmente desfigurada. A los resplandores de esta luz siniestra, la figura del gran culpable, convertido en héroe nacional por el falseamiento de la historia, aparecerá tal cual es en sus tétricos contornos de verdad, que lo hacen verdugo de su patria.
Lopistas y antilopistas
En el Paraguay hay pocos lopistas, quienes quieren glorificar al tirano, acaso porque fueron los que le sirvieron de mejores verdugos, alegando que el mariscal López contribuyó al progreso del Paraguay. ¡Es mentira! El progreso del Paraguay, evidente hasta antes de la guerra, se debió al presidente López (C.A.), quien elevó al país al grado de desarrollo alcanzado, progreso que el tirano Solano López ahogó en sangre, pues fue un mesiánico, enfermo de vanidad y alcoholismo y sobre cuya memoria pesa el horror indescriptible de la matanza y de las ruinas del heroico pueblo que llevó a la muerte. Su terrible herencia cayó sobre sus hijos, los hijos que tuvo con madame Lynch, la siniestra mujer que fomentara su locura y sus crímenes y que murió miserablemente en París. El último de los López murió hace poco en Asunción, recluido solitariamente en un ataque de “delirium tremens” contra el cual fue impotente la ciencia. Hasta la herencia que dejó a los suyos el tirano López fue, pues, siniestra, como lo fue la vida y la acción del terrible tirano a quien Estrada llamó el Nerón de América.[3]
Notas
[1] Decoud, Sobre los escombros de la guerra. Una década de vida nacional, 1869-1990 (Asunción, 1925), pp. 9-10.
[2] Ibid.
[3] Crítica (Buenos Aires), año XVII: 6039, lunes 5 de mayo de 1930. Al mencionar a Estrada se refiere al argentino José Manuel Estrada, autor católico de El Génesis de nuestra raza (Buenos Aires: Colegio, 1899).
* Thomas Whigham es profesor emérito de la Universidad de Georgia, Estados Unidos.
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