Opinión
Peña, Trump y la sombra de la verdad oculta

Se desató una guerra de información en el ámbito de la comunicación a nivel local, debido a la presencia del presidente Peña en la asunción del presidente Trump. La duda razonable se inició cuando, a nivel gubernamental, no se podía asegurar si Peña había sido formalmente invitado como jefe de Estado a tan importante evento mundial.
Para salvaguardar el prestigio de la vocería del gobierno, apresuradamente se publicó la invitación formal que supuestamente recibió el presidente para el evento. Sin embargo, en las redes sociales comenzaron a circular noticias que afirmaban que dichas invitaciones se podían adquirir por ciertos precios y, en algunos casos, a través de congresistas estadounidenses. Así, se generó la incógnita: ¿Trump realmente invitó personalmente a Peña o no? Este asunto, al final, quedó como un cuento chino que probablemente se relatará a los nietos en el futuro.
Lo cierto es que, según las informaciones oficiales provenientes de los Estados Unidos, solo algunos presidentes de Estado fueron realmente invitados por Trump para compartir su asunción y la velada especial que se organizó. En este contexto, se confirmó que Peña no fue uno de los asistentes. Esto se pudo verificar gracias a las fuentes gráficas que inundaron las redes sociales y los medios especializados. Por diversas circunstancias y para proteger la investidura presidencial de Paraguay, Peña decidió no asistir al evento, según el canciller paraguayo, Rubén Ramírez.
Este breve preámbulo sirve para ilustrar cómo funciona la manipulación de la información y cuán objetivas o verdaderas pueden ser las declaraciones emitidas por las vocerías gubernamentales. En el caso de Paraguay, ya se encuentra en su segundo vocero desde la reciente inauguración de esta oficina. Esto muestra que la vocería gubernamental en el país está en pañales y que aún queda un largo camino por recorrer para aprender y entender cómo se deben anunciar las informaciones estatales a la población, con el fin de generar la confianza necesaria del pueblo.
Lo ocurrido en este acto fue todo lo contrario a lo esperado, como se puede leer en el preámbulo de este artículo. Hasta el día de hoy no se ha comprendido la verdadera razón por la cual Peña, como jefe de Estado, no pudo estar al lado de su par argentino en la asunción del presidente estadounidense.
¿Quién determina cuál es la verdad o la supuesta objetividad en este caso? Para ilustrar este fenómeno, me he remitido a un artículo muy útil que recomiendo a los colegas que trabajan en comunicación. Échenle una lectura rápida; puede refrescar, quizás, lo aprendido en la facultad.
Retomando el tema de la objetividad, según el artículo de referencia, es esencial citar textualmente estas líneas:
“La objetividad periodística presupone que todo debe estar probado, según sostuvo e impuso Adolf Ochs para refundar el periódico The New York Times allá por el año 1896, lo cual conecta con el aforismo ‘Facts are sacred, comments are free’, atribuido a C. P. Scott, director del Manchester Guardian, y que tiene más de un siglo de existencia”.
La cita atribuida a C. P. Scott tiene mucha historia detrás: retórica, filosofía, sociología, psicología y otras disciplinas. En una sola línea, resume lo que implica el poder de comunicar la información con un ropaje de verdad palpable y vivida por actores con una capacidad cognitiva y que no se puede refutar una información internalizada por sus propios sentidos.
En este contexto, “la verdad es sagrada y los comentarios son libres”. La verdad de la información radica en los protagonistas, en los actores y factores externos. Con esta histórica frase, surge la pregunta: ¿Quién construyó la verdad en torno a la visita de Peña a los Estados Unidos? ¿Fue el vocero? ¿Un equipo de periodistas o comunicadores que asesoran al presidente? ¿O el canciller, quien tiene el deber de asesorar profesionalmente al presidente sobre qué decir, dónde asistir y bajo qué circunstancias? Sería interesante, para rescatar la credibilidad de la vocería gubernamental, que explicaran al pueblo con “la verdad sagrada”. A la población no le interesan los comentarios de los medios de prensa, de las redes sociales o de los medios independientes, sino la verdad pura de los verdaderos actores de la construcción de esa verdad.
Por otro lado, debido al descontrol y a una verdad mal contada y no respaldada con hechos validados, se generó una doble narrativa que posicionó al presidente en el centro de la controversia. Esto se suma a críticas sobre encuentros de bajo rango en los que el presidente de una nación ha participado.
En líneas generales, un presidente puede hacer lo que se le dé la gana, pero rebajarse a buscar reuniones con funcionarios de menor jerarquía es un golpe a la dignidad de su pueblo.
Peña representa a toda una nación que lucha por salir adelante y que no puede hacerlo precisamente por la precariedad con la que sus gobernantes la conducen.
*Correo electrónico: [email protected]
Fuente consultada:
http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2411-99702021000300171
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