Nacionales
Nuestro autóctono borracho
Este es el famoso samu’u o samohú, también conocido como palo borracho o palo botella, y que muchos que no lo conocen lo asocian con el enigmático baobab de Madagascar. Fotos: Alberto Yanosky.
Tuve esta semana pasada la oportunidad de viajar al Chaco Central y moverme entre diferentes localidades; siempre es un gran placer visitar el Chaco Paraguayo y apreciar y aprender de la gente que allí vive. No sólo de quienes habitan el Chaco desde la década del 30 para acá, como son los inmigrantes menonitas sino también, los pueblos originarios que habitan allí ancestralmente (como los Ayoreo o los Ñandeva) o quienes se asentaron posteriormente pero que vienen de otras zonas del país (como los Guaraní Occidentales o Guarayos).
También los “latinos” como se llama a aquéllos que no son de pueblos indígenas ni son menonitas. Grupos de seres humanos de diferentes orígenes, con diferentes idiosincrasias, historias y relacionamiento con la naturaleza que los rodea. Una naturaleza que no siempre es benevolente con los seres humanos, sea por sus extremos de temperaturas, extensas sequías, salinización, u otras condiciones que hacen que quienes no estamos acostumbrados a este ambiente, nos cuesta asimilar.
Y en este ambiente caluroso, de mucho polvo, con vegetación achaparrada, espinosa aparece un elemento que llama la atención, por su forma, por sus espinas en el tronco, por sus flores cuando está florecido o por sus frutos que “revientan” con suaves algodones, este elemento que llamó la atención del naturalista británico Gerald Durrell cuando recorrió el Chaco argentino y paraguayo en 1954 junto a su esposa. Tanto le llamó la atención que escribió el libro “The Drunken Forest” o “El Bosque Borracho”. Obra que fuera publicada dos años después, en 1956, y que seguramente influenció a Sir David Attenborough en su visita a Paraguay a finales de la década del 50.
Este elemento es el famoso samu’û o samohú, también conocido como palo borracho o palo botella, y que muchos que no lo conocen lo asocian con el enigmático baobab de Madagascar. El famoso palo borracho inspiró a Don Durrell para escribir sobre el bosque borracho, para caracterizar al bosque chaqueño, caracterizado por varios elementos leñosos, pero es el samu’û el que más llama la atención, por su tronco “gordo” y ensanchado en la base y por las diferentes formas que adopta su “panza”. Sus frutos cuando maduran se abren y hay un algodón blanco, muy suave que rodea a las numerosas semillas que estos frutos tienen.
Los seres humanos hemos aprendido de la suavidad y otras características de este algodón que utilizan varias aves para construir y forrar sus nidos, y se los utiliza para rellenar almohadones. Otra característica del palo borracho son sus ensanchadas espinas en el tronco que dificultaría a cualquiera (animal o humano) de intentar trepar su tronco, una estrategia adaptativa que vemos en varias especies para evitar ser trepado. La rareza de su forma, las bellas flores y sus frutos con ese algodón, lo hacen una especie ornamental, que se planta en plazas y paseos.
Al ser un elemento característico del Chaco, varios pueblos originarios han aprendido a utilizarlo, como por ejemplo por su forma y ese gran hueco que implica su “panza” lo hace apto para fabricar canoas, de la corteza se extraen tinturas y su madera tiene fibras. A sus espinas trituradas se les atribuye propiedades medicinales, al igual que a sus flores y sus hojas. Existe una leyenda asociada al samu’û que lo relaciona con el amor, con la belleza de la mujer, el arraigo a la tierra y la posibilidad de crear vida, en una historia trasmitida en forma oral de generación en generación como parte de la cultura indígena paraguaya.
Ese “vientre o panza” del samu’û da albergue a mucha vida al ser uno de los pocos lugares donde hay agua en un ambiente donde el agua dulce es un elemento escaso normalmente, y es quizás también por esta característica que se asocia a esta planta con la vida, y se le atribuye que de allí se origina el agua y los peces.
La población de esta especie está siendo afectada por la desaparición de los bosques; sin embargo, siendo permaneciendo en reservas forestales y franjas de protección; también, los más añejos quedan en las pasturas o en contra cercas, seguramente por su belleza. Sin embargo, estos árboles añejos seguramente no tendrán la capacidad de reproducirse y repoblar áreas donde el palo borracho sea el elemento característico.
Su diversidad genética se está perdiendo, y seguramente podremos perpetuar la especie en forma ornamental o como elementos únicos en un paisaje productivo, en donde la reducción de heterogeneidad genética podría poner en riesgo la riqueza heredada. Mientras podamos, disfrutemos y difundamos este acervo natural que juega un aspecto importante en embellecer el paisaje chaqueño y que es tan importante en la economía y modos de vida de los pueblos indígenas y criollos.
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