Editorial
Leviatán o el Estado convertido en guarida de lobos
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El Leviatán de Thomas Hobbes es el estado, según él, es un monstruo artificial, pero tiene un objetivo útil: Proteger a los hombres de su naturaleza salvaje. En pocas palabras es una figura terrorífica pero necesaria, pues al fin y al cabo “homo homini lupus”, es decir el hombre es el lobo del hombre y como Hobbes también creía en el contrato social planteado por Rousseau, según el cual el ciudadano tenía que renunciar a parte de su libertad para poder construir una sociedad eficiente y segura para ellos.
Y como el ente ante quienes los ciudadanos renuncian a parte de sus libertades naturales es el estado, el susodicho “Leviatán”, conviene hacerse la siguiente pregunta: ¿Si por naturaleza el hombre es el lobo del hombre y el estado en última instancia está conformado por estos?… ¿Qué pasa cuando ese Leviatán que se enseñorea por sobre el pueblo tiene tanto poder y no lo usa en pos de los intereses de ellos? Pues en ese caso, tenemos a los lobos cuidando del gallinero, y sobra decir que sucede cuando se da esa situación.
El Estado con los lobos en el poder deja de ser una institución confiable, una institución republicana en toda regla y se retrotrae para conformar una vulgar y peligrosa organización criminal.
Si entendemos a las organizaciones criminales como grupos estructurados de personas para obtener fines delictivos, actuando de forma estructurada y coordinada, a veces por medio de la violencia, intimidación o la simple compra de voluntades, aprovechándose de sus redes y conexiones formadas al amparo del poder económico y/o político. ¿Qué podríamos concluir de la tela de araña entretejida por el ex diputado Eulalio “Lalo” Gomes que se extendía por todos los poderes del Estado, donde digitaba la salvación de altos funcionarios de la justicia en alianza con el diputado Orlando Arévalos? Y esto sin olvidar que esta misma persona, Gomes, pudo candidatarse y llegar a una esfera tan alta de poder como lo fue el parlamento, sin ninguna inconveniente o señalamiento, cuando aquí al lado, en el Brasil, ya estaba siendo señalado con suspicacias por el dedo acusador la justicia del vecino país, la cual lo sindicaba con conexiones con el propio crimen organizado del Brasil. Repetimos, todo esto mientras en nuestro país estaba limpio y sin antecedentes como para ser electo como congresista.
Esto nos lleva a otro punto o problema, las organizaciones criminales no son un fantasma para asustar a las sociedades, existen materialmente en todas ellas, el problema es hasta qué grado estas tienen la capacidad de enquistarse en el poder y lastimosamente, en nuestro país, habría que cavar muy profundo en las esferas políticas para llegar al corazón de la enmarañada red que estas han tejido dentro de ellas.
Gomes no fue “detectado” por el radar de la justicia paraguaya porque el ya estaba enquistado en la misma. Y si la justicia no tiene ni la voluntad, ni el poder de pelear contra su propio cáncer, mal se puede esperar otra cosa que no sea la expansión de este tipo de criminales dentro de los cuadros institucionales de la República. Tendremos a un Leviatán corrompido, convertido en un instrumento al servicio de las mafias que operan con impunidad bajo un turbio manto de falsa legalidad, donde los partidos políticos, que refrendan año a año su poder en elecciones seudo democráticas que se definen por compras de votos, votos cautivos por el hambre y la prebenda o simplemente por la ignorancia de un pueblo obnubilado por su propia pobreza, son premiados por ese pueblo impotente y gracias a ello tienen todos los incentivos de seguir aceitando la maquinaria de la corrupción y ninguno por mejorar y cumplir con sus verdaderos roles de representantes del pueblo, por la simple razón de que es gracias a la maquinaria del crimen organizado, en última instancia que se les permite llegar y mantenerse donde están. En este estado de cosas, la voluntad popular no existe y como esta es el fundamento de la legitimidad política, la legitimidad tampoco existe.
Por esto los Lalo Gomes de la criminalidad pasan desapercibidos, No se mata a la gallina de los huevos de oro. No se quiere, no se puede, no es conveniente identificarlos y cazarlos. Por más de que se puedan establecer mecanismos para hacerlo como: Análisis de inteligencia recopilando información de agencias y otros organismos, con informes de campo con observadores, con investigadores y expertos, con análisis de medios de comunicación que reportan actividades criminales, haciendo que todos estos datos determinen patrones en la estructura y organización de estos grupos criminales, sus actividades ilícitas o identificar patrones en el uso de su violencia. Simplemente no se hace.
Existen mil formas de manejar y administrar información estratégica para combatir a estos grupos, pero demás está decir que las instituciones paraguayas carecen de la mayoría de estas herramientas cuando la información es el pilar fundamental sobre el cual se tendría que trabajar en el combate del crimen organizado. Pero no existen por ejemplo controles eficaces para trazar los fondos con los que se financian los partidos políticos. O para más vergüenza, todos somos conscientes de que las poderosas bandas criminales brasileñas ya actúan en nuestro territorio, aún así no existe un buen “censo” a nivel departamental que pueda dar un seguimiento de si estas organizaciones criminales financian a políticos locales.
Es más y como demostración de que vivimos en el país del revés, son estos grupos los que muchas veces cuentan con la información estratégica necesaria para “combatir” a una justicia que no quiere o puede dar mucha pelea, para esto, sobran ejemplos de operativos policiales y judiciales frustrados debido a que los criminales ya estaban avisados o peor aún, operativos suspendidos cuando alguna “llamada desde arriba” los ha frenado.
Por todo esto se necesitan los instrumentos legales, materiales e institucionales, materializados en organismos de inteligencia que lleven adelante su vital tarea de forma completamente independiente al poder político para poder cazar a los lobos.
El Leviatán siempre tiene que ser contenido por los resortes republicanos, pero un Leviatán corrompido, que ha secuestrado al poder y que posee el terrible potencial de destruir por descomposición las instituciones republicanas, debe de ser destruido, es una lucha de vida o muerte para la república.
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