Opinión
Un compromiso con nuestra propia supervivencia
Alberto Yanosky.
Se inicia un nuevo año y con él, esperanzas renovadas, nuevas metas y otros compromisos. Quisiera invitarles a considerar como meta y compromiso lo ambiental, con esperanzas hacia un ambiente más natural en el que tratemos de volcar todo lo que la ciencia nos dice sobre lo que le estamos haciendo al planeta y nos estamos haciendo a nosotros mismos. Les invito a considerar nuestra responsabilidad con cada acto, con cada compra, con cada gesto; tratemos de incorporar lo ambiental y lo social en nuestras vidas, el compromiso de cada uno se reflejará en un compromiso colectivo que será mucho más que la suma de las partes.
Desde lo productivo, somos un país y una región productora de alimentos que nutren a muchísimas personas en el mundo, mucho más de lo que nosotros somos. Sin embargo, ese alimento se lleva nuestros recursos naturales, los nutrientes del suelo, el agua de nuestros territorios, y deberíamos asegurar que la riqueza y bienestar que derramen esos agronegocios sean equitativos y nos permitan mejorar nuestra sociedad; pero que, además, esa riqueza nos ayude a conservar los recursos naturales, que son finitos, y si bien son renovables en muchos casos, solo serán renovables si los manejamos sosteniblemente. La riqueza de la producción tiene como condicionantes un suelo rico en nutrientes y agua, y si no aseguramos que estos recursos que nos brinda la naturaleza se perpetúen, su capacidad de regeneración se verá reducida.
Hoy podemos decir que la energía eléctrica nacional ha llegado al norte del Paraguay y celebramos una energía eléctrica 100 % renovable proveniente de las represas hidroeléctricas que tiene el país; sin embargo, gran parte del país se sigue moviendo “a leña”, y no está mal que se siga moviendo a leña y que muchos hogares sigan utilizando leña y que muchas industrias continúen su producción basados en el uso de leña. No obstante, esta leña viene de bosques que no siempre tienen fines productivos de biomasa; es decir, no fueron plantados para ese fin, mucha de la leña que se utiliza continúan saliendo de los ya empobrecidos y degradados bosques que alguna vez el Paraguay poseía. Y los efectos sobre el ambiente natural también afecta su equilibrio y todos aquellos depredadores naturales van desapareciendo por lo que es esperable que muchas plagas, insectos y hasta algunas enfermedades relacionadas con ellos, también comiencen a expresarse más frecuentemente, y otros animales que cumplen roles importantes como, por ejemplo, en la polinización, comiencen a mermar. Este desequilibrio, también afecta la producción. Y el uso de leña en nuestros hogares nos causan problemas respiratorios y el deterioro de los ambientes naturales afecta nuestra salud con la emergencia de enfermedades como el hantavirus, el dengue y otras enfermedades.
A veces pienso cuán importante es poder comenzar a integrar las cuestiones ambientales a la economía nacional, hoy las interrelaciones entre el ambiente y la economía no parecen ser tan evidentes como lo es para mí; creo que nos urge como país empezar a mirar nuestro acervo natural, ese que nos genera la riqueza en productos de la ganadería, la agricultura y la electricidad que exportamos, con un sistema de datos estadísticos basados en conceptos que permitan analizar de manera eficiente esas relaciones e instrumentar métodos para valorar los aspectos ambientales en el desarrollo sostenible del país.
La presencia de las cuentas ambientales en las cuentas nacionales parece ser una necesidad cada vez más notoria, de lo contrario el crecimiento económico que vemos puede ser ficticio y a la larga estamos afectando la provisión de esos bienes y servicios que la naturaleza provee. Seguramente, la ciencia y la tecnología irán avanzando e iremos desarrollando métodos y enfoques que nos permitan ir emparchando las malas prácticas y decisiones; sin embargo, siempre tengo esa sensación de que todo esto construido, sea infraestructura o insumos y metodologías para mantener vivos los sistemas naturales, siguen siendo artificiales y nuestra forma de crear siempre es parte de un sistema que no ha co-evolucionado buscando su estabilidad. Finalmente, la naturaleza tratará de buscar vías para ajustarse a la nueva realidad “construida” y seguramente nosotros luego caratularemos a esa solución como un desastre natural.
Mi compromiso será ese, desde la investigación, desde la docencia, desde la práctica diaria, apuntar a hacer cada vez más conscientes del impacto ambiental y también social de nuestras acciones, y buscar en nosotros mismos esa reconexión con la naturaleza. Para ello nada mejor que la sabiduría de quien ha vivido, vive y quiere seguir viviendo en esos ambientes naturales, por ello fortaleceré mis vínculos con los pueblos originarios, esperando que estos pueblos sean lo suficientemente benevolentes con el resto no original y tradicional, para que nos enseñen ese camino de reverdecer nuestras economías, reverdecer nuestras vidas.
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