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Opinión

Cuando se destruye a la Madre Tierra

POR Esther Prieto
Jurista, especialista en derechos humanos por la Universidad de Estrasburgo, Francia.

La búsqueda de la tierra sin mal ha movido al pueblo guaraní en una marcha silenciosa, una larga caminata para encontrar el lugar, ese espacio que, desde el umbral de los tiempos, el Creador ha destinado para sus hijos. La buena tierra, la tierra sin mal, donde el agua fluye, donde los frutos silvestres se hallan cargados en su madurez, listos para el alimento de la gente, la tierra donde la medicina se halla integrada a la biodiversidad, tierra donde los animales silvestres crecen en libertad. Tierra con bosques saludables. Tierra de abundancia. Tierra de bienestar para todos. La tierra de la prosperidad que propicia el teko marangatu, el territorio donde se desarrolla en plenitud la vida, el ambiente necesario para el buen vivir.

Hoy, de acuerdo con un informe de Survival International, la tala masiva en el Chaco paraguayo “es una de las más altas del mundo con la pérdida de 14 millones de árboles cada mes” [1]. Preocupa al mundo esta situación, ya que el Gran Chaco Americano, compartido con Argentina y Bolivia, es una de las áreas del mundo declarada Reserva de la Biósfera por la Unesco. Se presagia el ingreso lento y seguro al desierto seco y árido, siguiendo el proceso ocurrido en otros lugares del planeta. En esa tierra ya no tendrán lugar los frutos silvestres ni podrán germinar los cultivos para alimento. La deforestación ha llegado a tal extremo, que hoy se nombra al Paraguay como “el infierno del planeta”, llegando a temperaturas de 41º C a 43º C, y alcanzando una sensación térmica de 47º C a causa de la deforestación.

Ese es el ambiente vivido en este tiempo debido a la liviandad de las políticas públicas concernientes al cuidado de la naturaleza, de un Estado cuyos órganos de decisión no tienen la capacidad de decir no a la codicia del lucro de unos pocos que buscan su beneficio, y más aún; estos piratas de nuestros bosques y mercaderes de la madera y de la soja,  muchas veces, ni siquiera viven en nuestro país. Es obvio que, si tuvieran que vivir aquí, no lo harían, ya que no se llevarían a sí mismos al “infierno” que ellos fabrican, ocasionando sequías incontrolables que favorece los incendios que a su vez dan pie a la pérdida de los pocos bosques que han logrado escapar de la voracidad del brutal despojo.

Algo está sucediendo con la aprobación de las licencias ambientales. En primer lugar, el Mades es el que debe otorgar las licencias para los proyectos de desarrollo, sin olvidar, que este proceso transita, en su fase administrativa, con una encuesta que debe ser llenada en las gobernaciones, ya que estas deben controlar lo que ha de pasar en sus zonas de influencia. En otro plano, pero de igual importancia, se halla el Instituto Forestal Nacional, Infona, órgano de aplicación y control  del cuidado forestal. Tampoco se puede negar el rol del Ministerio de Agricultura, que tiene la responsabilidad de proteger la agricultura familiar campesina. Al respecto, debo recordar que hace unos días leí con sorpresa una publicación, donde este ministerio estaba ofreciendo como mitigación por los daños incalculables de la sequía, semillas de maíz y soja. ¡Soja a familias campesinas!

“Se prevé que, si el Paraguay continúa deforestando, en diez años ya será el país más caliente de la Tierra. Hoy, 17 de enero a las 15 horas, en Asunción, uno de los marcadores de temperatura mostraba 47º C”. Este comentario ha estado recorriendo el mundo en todas las redes. ¿Tiene algo de mentira acaso? ¿Y cómo estarán los acuíferos, nuestra mayor riqueza, que produce el agua dulce, bien preciado y apetecido en el mundo entero? Es de conocimiento de todos que los acuíferos necesitan de los bosques y de la lluvia para que permee las recargas.

Estamos ante una situación de real preocupación, con sufrimiento y reclamo permanente de varios sectores de la población rural y urbana. Nos encontramos ante una tierra árida sin posibilidad de producción agrícola, falta de agua para una población afligida y sedienta, temperaturas insoportables. Triste realidad que nos golpea por la destrucción  progresiva de  la buena tierra, la generosa Pachamama proveedora de vida.

 

[1]Agencia EFE. (EFE Verde)

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