Opinión
El aporte de la sociedad en la ciencia y la conservación de los recursos naturales
Alberto Yanosky.
Tal vez ya han escuchado el término de ciencia ciudadana, el cual viene resonando desde hace algunos años ya en el país. Sin embargo, ¿nos preguntamos realmente si entendemos a qué se refiere la ciencia ciudadana y si esta puede aportar realmente a la comunidad de quienes hacen investigación en el país?
El término es utilizado para hacer referencia a proyectos científicos que involucran a la sociedad de forma voluntaria a través de la recolección de datos en campo, generando modelos de investigación participativos y la difusión del pensamiento crítico en los voluntarios y la sociedad. Sin embargo, para que los proyectos sean exitosos, debe existir un compromiso real por parte de la comunidad, a través del cual se aportan datos planeados para responder a preguntas que surgen de la ciencia, y existe así un intercambio de conocimiento entre la sociedad en general y la comunidad de investigadores científicos.
Dicho esto, ¿se nos ocurren ejemplos participativos de proyectos de investigación en Paraguay? ¿O al menos esfuerzos en conjunto entre la sociedad y la comunidad científica? Pareciera que, en el país, existe aún una brecha muy distante entre estas comunidades, que trabajan como entes aislados, cuando las evidencias apuntan a que el trabajo colaborativo aporta enormemente en la toma de decisiones sobre temas de relevancia ambiental de una forma más acertada, haciendo que la comunidad se empodere y forme parte también de estas decisiones. Y, claro, tengo mi sesgo hacia las ciencias naturales, la naturaleza y los recursos naturales, así que hacia allí vamos entonces.
El conteo navideño, próximo a iniciar su edición número 122, es considerado como el primer conteo de vida silvestre del mundo impulsado por la Sociedad Audubon de los Estados Unidos; el cual inició como una alternativa a un evento tradicional de navidad “Side Hunt”, en el cual los cazadores competían por quién traía la mayor cantidad de presas. Ya en aquella época (1900), cuando iniciaban los primeros pasos en la conservación, la comunidad científica se encontraba preocupada por la disminución en las poblaciones de aves y propuso el involucramiento de la sociedad en actividades que aportaran con datos para el conocimiento sobre estas y ayudaran a mitigar los efectos que atentan contra ellas. Actualmente, esta actividad se practica en todo el mundo y, si bien en Estados Unidos, donde se originó, tiene un mayor alcance, ha logrado aportar información fundamental en informes nacionales sobre el estado de las aves (StateoftheBirds), al igual que la inclusión de los datos generados como uno de los 26 indicadores del cambio climático en el informe de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de los Estados Unidos.
Existe un sinnúmero de ejemplos en todo el mundo, e incluso en la región, de cómo los datos que aporta o podría aportar la sociedad ayudan a mejorar nuestro conocimiento sobre estimaciones y tendencias poblaciones de diversas especies, aportando a la evaluación de las mismas, e incluso en planes de acción. No es en vano que instituciones renombradas como la Universidad de Cornell, la Academia de Ciencias de California y la National Geographic Society hayan elaborado plataformas digitales para la promoción de este tipo de aportes, como lo es eBird y iNaturalist. A través de estas plataformas, promocionan eventos anuales que impulsan a la sociedad a participar en conteos a nivel mundial. En la última Competencia Natural de la Ciudad (City Nature Challenge), promocionada por iNaturalist, se registraron más de 45.000 especies en 44 países gracias a la colaboración de más de 52.000 voluntarios. Imaginen el costo de una investigación de este tipo si se tuviese que pagar.
Así también, en el último Global Big Day, promocionado por eBird, se registraron 7.247 especies de aves en 192 países gracias al aporte de más de 52.300 observadores. ¿Qué buscamos demostrar con esto? Que esta cantidad de registros difícilmente se alcanzaría sin el aporte de la sociedad. Si bien existen varios cuestionamientos por parte de los investigadores sobre la calidad de los datos y su utilización para investigaciones con un tenor netamente científico, que requieren metodologías estrictas para lograr resultados válidos, deberíamos centrarnos en las oportunidades que tienen los datos que se generan gracias al aporte e interés de la comunidad de observadores que existe en el mundo. Siempre nos encontramos con quien ve el vaso medio vacío, y a mí me gusta verlo medio lleno. Si nos centráramos en las oportunidades que se pueden tomar con estas contribuciones, fortaleciendo las limitaciones que existen, disminuiríamos esa brecha distante que existe entre ambas comunidades.
Con una comunidad fortalecida en la toma de datos, a través de metodologías sencillas que permitan el involucramiento incluso de comunidades rurales y distantes de centros urbanos, se puede lograr el empoderamiento de estas comunidades en la conservación de sus áreas protegidas o lugares valiosos para la naturaleza, a través del monitoreo comunitario. Además de aportar en planes de acción o evaluaciones del estado de especies amenazadas, con la estandarización de metodologías a nivel regional se podrían crear comunidades globales para el monitoreo y protección de especies clave para la conservación. Pero no es solo eso: la ciencia ciudadana también ayuda a vincular a la sociedad con la naturaleza, algo que fuimos perdiendo con el correr de los siglos y las civilizaciones.
Existen varios desafíos para ir fortaleciendo este tipo de actividad muy incipiente aún en el país, principalmente en el cambio de conciencia por parte de las comunidades y el acceso a la información en zonas distantes. Debemos trabajar en una mejor difusión del conocimiento científico, transformando los datos en beneficios tangibles para la población; pero también en establecer metodologías participativas que mantengan la calidad de los datos para aportar al conocimiento científico.
¿Podríamos en un futuro llegar entonces a lograr un mundo más colaborativo y disminuir la brecha existente entre la comunidad científica y la civil? Ya que la toma de decisiones en temas ambientales repercute en la calidad de vida de todos. Vivimos en una comunidad global, donde los recursos naturales y su protección depende de todos. Es hora de iniciar esta conversación en Paraguay, o sumarnos a los pocos que ya la han iniciado, ya que los recursos para la protección de nuestra biodiversidad son limitados y escasos. Debemos empoderar a la sociedad civil en estos temas; el tiempo se nos acaba, así que no queda otra que esperar tu participación y sumarte a esta creciente comunidad global.
*Con colaboración especial de Tatiana Galluppi Selich.
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