Nacionales
Nuestro coipo o quiyá, un roedor particular
Myocastor coypus en la vegetación. Foto: Carlos Ortega.
Recientemente, Carlos Ortega me compartía fotos de lo que comúnmente conocemos como coipo o nutria; en realidad una falsa nutria, ya que se parece, pero no es una nutria. En guaraní se la conoce con el nombre de kyja. El nombre científico de esta especie es Myocastor coypus, que es una combinación del griego antiguo para topo y castor, asociado con la palabra de origen araucano “coipo”. Existen otros nombres vernáculos con los cuales se la asocia a esta especie como quiyá (españolizado del guaraní), rata nutria, o hasta coipú.
Este animal es típicamente sudamericano, pero con una gran habilidad para adaptarse a nuevos territorios. Es un roedor de humedales y ha sido objetivo de caza en la vida silvestre, ya que su cuero es muy apreciado en la peletería. Hoy en muchos lugares la caza silvestre ya no existe o en pequeña escala y la especie se reproduce en cautiverio para poder abastecer las necesidades del mercado. El kyja es un hábil constructor de madrigueras y por ello suele casuar algunos daños a la infraestructura. Recuerdo en Uruguay, cuando esta especie causaba muchos daños en las represas, diques y tajamares, que se construían para el almacenamiento de agua. Muchas de las madrigueras que hacía la especie afectaban estas obras haciendo que el agua se perdiera o se infiltrara. Por lo que en cualquier intervención en el agua que ocurra en zonas de coipos, su posible afectación tiene que considerarse.
Es un roedor que puede llegar hasta los 10 kg y los 60 cm de longitud, con una cola de unos 45 cm. Son animales nocturnos en general, con su mayor actividad a medianoche, pero con actividad crepuscular y al atardecer. Su pelaje es de color marrón oscuro y brillante, pero debajo de estos pelos tiene una capa gris muy suave, este suave pelo contrasta con el pelaje duro superior. Una de las adaptaciones a la vida acuática es la membrana interdigital que tiene en sus patas. Y otra adaptación para la vida acuática es que sus pezones o tetillas están colocadas a ambos lados en la parte superior, lo que hace que la madre pueda amamantar a sus crías mientras nada. Tienen una vida corta con unas seis o siete pariciones, con un número de crías que oscila en los cinco o seis, pero pueden parir hasta 12 o 13 crías. Una cría nace ya lista para poder alimentarse de la hierba a las pocas horas de nacer.
En los humedales donde se encuentra es un gran controlador de la vegetación, ya que consume en cuatro días su peso en plantas acuáticas y se alimenta a lo largo de todo el año. Gusta de los tallos, raíces y rizomas, porque muchas veces cava y remueve el suelo para buscar las partes más tiernas de la vegetación. Esta actividad hace que sean muy comunes los comederos de los coipos, lugares donde estos roedores consumen la vegetación, lo que tiene implicancias en el paisaje, habilitando terrenos para otra fauna e inclusive para el ser humano. También es cierto que afecta algunos cultivos, ya que si los tiene cerca, gusta de comer gramíneas, maíz, arroz, caña de azúcar y otros.
Sus madrigueras pueden identificarse en las márgenes de los humedales, la cámara principal no está inundada, pero sus accesos sí lo están. Construye plataformas de juncos y otra vegetación acuática sobre los que les gusta posarse. Muchas veces estas plataformas las usan como zonas de alimentación.
Esta especie está causando problemas nivel mundial, en particular en los EE. UU. y Europa, y está considerada entre las 100 especies exóticas e invasoras de preocupación a nivel internacional (también hay presencia en África y Asia). Mientras tenemos la responsabilidad de mantener y conservar poblaciones saludables de esta especie indicadora de humedal en nuestros territorios, fuera de nuestros países, en Sudamérica, tienen que establecer sistemas de control por los daños que causa la especie. No solo desplaza a las especies nativas, sino que la especie ha sido caratulada como modificadora del ecosistema.
Una especie de roedor que tiene una doble cara, ya que, por un lado, debemos asegurar su conservación sin que cause daño, una de las especies nativas de nuestra fauna que ha servido y sirve al desarrollo de los pueblos, y una especie clave para el mantenimiento de la riqueza, diversidad y abundancia del entorno en el que se encuentra en su ambiente natural.
Gracias una vez más a Carlos Ortega por compartir estas bellas fotos y motivarme a escribir sobre la especie.
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