Política
Pueblo al poder
Alan Redick
La gente comúnmente se siente tan desanimada ante las constantes traiciones y actos de corrupción del gobierno; muchos creen que ya en vano se lucha y que de todos modos la súplica popular no sirve de mucho. Pero eso es exactamente lo que el gobierno y los agentes del populismo quieren que uno piense, para seguir con sus abusos o erigirse como salvadores mesiánicos.
La falsa democracia del Paraguay que venimos viviendo hace más de treinta años sin respetar la voluntad popular ni el Estado de Derecho, ha provisto muy pocos mecanismos para el pueblo. Para justificar la oligarquía intentan con sus demagogias decirnos que lo que tenemos es una “democracia representativa”, y que el pueblo habla a través de sus representantes: el presidente y los parlamentarios.
Las opciones que tenemos parecen ser siempre el elegir al peor de los males, pero nunca al mejor. Y por si eso no fuera suficiente, el pueblo solo va a las urnas cada cinco años y solo tiene en realidad dos o tres opciones.
Esto me trae a la memoria un pequeño gran problema que solía tener con mi hija Zoé: cuando ella tenía que ir al kínder y por las mañanas entraba en crisis por no saber qué ropa ponerse: la agonía de la libertad de elegir. Para resolver el problema y no tener que lidiar con ese drama que nos hacía llegar tarde, se me ocurrió la ‘democrática’ idea de prepararle, la noche anterior, solo dos opciones de ropas que podía elegir; de ese modo también se empoderaba al sentirse en control, y no andábamos con berrinches. El sistema funcionó perfectamente.
La Constitución del 92 prevé que el pueblo pueda rebelarse contra la tiranía de malos gobernantes y también que pueda haber referéndums. En cierta forma el marzo paraguayo fue, si se quiere, un levantamiento del pueblo; en efecto, ese levantamiento fue el que hizo que el presidente Raúl Cubas renuncie. Sin embargo, en 31 años de esta falsa democracia no se ha hecho ninguna consulta popular o referéndum, más que para las elecciones preestablecidas.
Los que fabricaron la Constitución en 1992 pensaron muy bien en cómo eliminar la idea del gobierno del pueblo. No incluyeron plebiscitos soberanos. El Art. 121 que habla del referéndum ya aclara que éste podrá ser o no vinculante (o sea, lo limita luego solo a consulta); el Art. 122, ya por las dudas, establece muy convenientemente que no podrán ser tratadas en referéndums las expropiaciones, la limitación de la propiedad inmobiliaria, ni las elecciones.
En el Art. 123 se reconoce la iniciativa popular para proponer al Congreso proyectos de leyes (vale decir… a sugerir). Y para colmo de males, ya en el 2017 los mecanismos de firmas proponentes fueron deslegitimizados. ¿Dónde mandan los oligarcas no manda el pueblo? Qué distinta eran las asambleas (eklessía) en la Grecia de Pericles. La asamblea en el Pnyx estaba por encima del Boulé. ¿Por qué no podemos tener a cualquier ciudadano que tenga un cierto número de firmas como tribuno de la plebe (o sea, de nosotros los comunes) para que proponga un máximo de tres preguntas al pueblo soberano?
Otra sería nuestra historia si es que… digamos que un cierto número de ciudadanos pudiese pedir un plebiscito y si la postura llegare a un 52 % en la consulta popular se pudiese derribar a un presidente, a cualquier parlamentario o miembro del poder judicial. Ufff!… eso sí estaría más cerca a una democracia y creo que es evidente por qué tiemblan ante esta idea los acólitos de esta falsa democracia.
Ya no tendríamos tantos insolventes morales, como los monosabios del globalismo Benigno López y Juan Ernesto Villamayor, que propongan y defiendan una ley de insolvencia contra el pueblo (es fácil para estos politiqueros opinar cuando fueron ellos los que más se enriquecieron en esta pandemia). No estarían ya muchos en el congreso, y quizás otros volverían. Ya no se llegaría al poder con una ideología y luego se traicionaría a todos…
Cuando al pueblo se lo limita en su poder pasan las cosas que nos vienen pasando en esta antidemocracia. El prefijo ‘anti’ viene del griego y significa ‘ante’, ‘en frente de’, ‘en vez de’ y de ahí ‘contra’. Así, la antidemocracia al pretender ser democracia no es más que lo contrario a una democracia, es la usurpadora de la democracia. Pero la democracia es el poder del pueblo, y si el pueblo ejerce ese poder muchas cosas se evitarían.
El presidente de la ESSAP hace poco recomendó que los que puedan tener un tanque de agua lo tengan. Es obvio que este gobierno ya no puede cumplir con sus funciones más esenciales. Y ya que estamos en el tema, por qué el gobierno no aprovecha y pide que también los ciudadanos tengan su propio generador de electricidad, sus propios guardias privados, sus maestros particulares…
Al pueblo le han usurpado el poder; el pueblo debe volver a ejercitar ese poder. Si hay que hacer cambios a la Constitución ese sería el único e inmediato cambio que yo exigiría, por lo menos hasta que pase un período y se puedan llegar a hacer reformas que también son necesarias.
El pueblo debe tener el poder, así como lo tienen los accionistas de una empresa. Imagínense si el pueblo puede usar la famosa frase de Trump “you are fired” (estás despedido), para todos sus empleados ineptos, y que ni siquiera tenga que dar razón del despido.
El pueblo paraguayo es un pueblo heroico, a pesar de que muchos quieran volverlo genuflexo. Quizás nuestro único problema sea la corta memoria.
Sólo quiero recordar al pueblo sus últimos logros, independientemente de los populistas y políticos oportunistas.
Solo por citar unos logros de los comunes:
- La ciudadanía evitó la entrega de nuestra soberanía con la traición que intentaron altos agentes de este gobierno.
- La ciudadanía protestó ante la traición de querer robar con los insumos médicos para la pandemia.
- La ciudadanía es la que se hace cargo ante la inoperancia del sistema de salud y educación.
- La ciudadanía defendió y fue a limpiar el Panteón Nacional de los héroes, mientras que el gobierno inoperante hizo lo que debía.
- La ciudadanía evitó la venta de La Patria, otra traición fraguada en este gobierno.
- La ciudadanía no permitió que modificaran la ley que establecía el escalafón diplomático para que no entre cualquiera.
- La ciudadanía es la que hizo frente a los incendios cuando medio Paraguay ardía.
Hace poco la ciudadanía volvió a manifestarse en las redes sociales contra la ida de Benigno López al Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Ya que este gobierno no entiende de ética, tuvo que ser la ciudadanía la que explique el porqué está mal que quien haya endeudado tanto al país, ahora pase a ser parte del equipo acreedor. El conflicto de interés es obvio (al menos para el pueblo honesto).
Es verdad que el BID es un organismo globalista que no depende del Paraguay, pero nadie quiere escándalos con el pueblo. El paraguayo tiene que aprender a vocalizar su descontento, primero amablemente como lo hacen otros: tuiteando y arrobando al BID, escribiendo emails al BID y llamando por teléfono para expresar que un personaje ominoso y obtuso como Benigno López no puede ir como vicepresidente del BID.
El paraguayo tiende a ser tranquilo, pero en bravura supera a muchos pueblos. Es cierto, cuando vamos a comer en un restaurante y la comida no nos gusta, somos los de callar y nunca más volver; otros vocalizan su descontento y exigen tener lo pidieron porque pagan por eso. Esa es una costumbre que tenemos que ir cambiando y reconocer el poder que tenemos: somos los que pagamos.
Ojalá podamos luchar todos juntos para hacer una enmienda inmediata a nuestra Constitución, de modo que la Asamblea Nacional (que es la asamblea de todos los ciudadanos y que debe ser soberana), expresada por plebiscitos, sea la última autoridad en materias de juicios políticos para destituir a cualquier funcionario del Estado, sin que tengamos que dar razón alguna.
¡Pueblo al Poder: eso sería democracia!
* “Pueblo al Poder” era el eslogan del movimiento ‘Nacional y Popular’ de Leandro Prieto Yegros, uno de los más brillantes defensores de la doctrina republicana.
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Martin Ramirez Machuca
1 de noviembre de 2020 at 11:32
Excelente, objetivo y comedido artículo que invita a iniciar un debate hacia la imperiosa necesidad de devolver al pueblo su derecho natural y genuino de revocar mandatos viciados en corrupción.
El pueblo es el soberano que tiene el poder en su voz y voto.
Lectura recomendada para este domingo soleado.
Buen artículo, Alan.
Saludos,
Martín
Jorge Daniel
1 de noviembre de 2020 at 14:25
Muy buen Artículo, habría que aplicarlo! Pero para eso el pueblo debe dejar de ser conformista, apático y dejar de creer en mentiras!
Luis María
1 de noviembre de 2020 at 11:33
En el ojo Alan, 👏👏👏
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5 de diciembre de 2020 at 10:05
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