Crónica de unas muertes anunciadas

El ministro de Salud, Julio Mazzoleni, informó hace unos días que “ya llegaron al tope de las camas de terapia en los hospitales de referencia”. Con esto, como suele decirse parafraseando al escritor Gabriel García Márquez, arribamos a la crónica de unas muertes anunciadas.

Podemos palpar así la inminencia en Paraguay de lo que habíamos conocido en los medios internacionales como una de las caras más aterradoras de la pandemia. La elección de quién vivirá y quién no en los hospitales. Pavoroso, sí, pero real.

Nuestro paupérrimo sistema de salud no podrá afrontar no ya un desborde de contagios y enfermos graves, sino de lo esperable según instrumentos del propio Gobierno. Es decir, habrá muertes no porque esta pandemia nos esté devastando, sino porque en tiempos pasados, y menos después de los millones aprobados en préstamos, no se brindó una salud de calidad a los paraguayos.

El Gobierno prometió salud, pero hoy no puede garantizarla. Los reportes periodísticos del interior del país en materia sanitaria son desoladores. Con más de veinte mil infectados y un centenar de internados en cuidados intensivos, todo debería haber sido manejable de haberse hecho bien las cosas en los seis meses que nos separan del inicio de la cuarentena y todavía más de la entrada del virus al país.

Faltan adjetivos para describir lo que sucede en estos momentos y lo que vendrá: Enfermos y fallecidos que pudieron evitarse.

Por otra parte, el resto de la gran burocracia del Estado no ofrece respiro para la crisis. El ministerio de Hacienda quiere endeudarnos todavía más, pero, como venimos diciendo, esto no es admisible para lo que hasta ahora se ha hecho, contener gastos corrientes.

Al parecer solo les resta, a los ciudadanos de este país, protegerse unos a otros, siguiendo las medidas sanitarias rigurosamente y sobrellevando con entereza la situación, a pesar de que las proyecciones no son las mejores. Otra realidad no se avizora.

D. D. W-S