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Opinión

El censo y sus laberintos

POR Esther Prieto
Jurista, especialista en Derechos Humanos por la Universidad de Estrasburgo, Francia

El censo tan esperado, nos ha dejado decepcionados. Llegó a mi casa, de eso no me quejo. A las 12:45 exactamente del día miércoles 9, se presentó un joven muy cansado, con su mochila portando los cuestionarios. En el momento de su partida, le pregunté si él tenía conocimiento de para qué se hacen los censos. Muy sorprendido me respondió que no lo sabía.

¿Qué es el censo? ¿qué significa y por qué es importante que el censo se realice con la mayor precisión y prolijidad? ¿Por qué debe aportar datos con cobertura cuantitativa y cualitativa de la población de una nación? Los censos se hacen desde los tiempos remotos, y varias han sido las motivaciones de los distintos estados en su evolución, con sus diversas formas de gobierno. Algunos lo han hecho exclusivamente para ejercer el mejor control del poder político. Se nos habla desde la niñez de aquel censo que motivó a que María y José partieran de Nazareth a Belén, lugar de origen de José, ocasión en que nace el niño Jesús, y escapa sigilosamente de las persecuciones del Rey Herodes, el déspota quién protagonizaría el genocidio infantil, registrado en la Sagrada Biblia.

El censo ha sido históricamente, y es hoy, un poderoso instrumento que implica una intención, que puede orientarse hacia diversas motivaciones. Algunos gobernantes en la antigüedad lo hicieron para conocer las capacidades y el grado de habilidad para el reclutamiento de soldados de guerra.  En el año 2238 a.c. el emperador Yao de China, mandó elaborar un censo general que recogía datos sobre la actividad agrícola industrial y comercial ya que estaba preocupado cómo alimentaría a su gente. Es interesante la historia de los censos en Babilonia, Roma, Egipto, muchos de ellos con fines de dominación religiosa y otros con fines guerreros. El recuento de cuantos son y cómo son ha sido siempre fundamental, especialmente para el reclutamiento de soldados para las guerras.

Actualmente, el concepto de censo, que por acuerdo regional se realiza cada diez años, se sitúa como instrumento que tiene el propósito de lograr una recolección de datos para la formulación de políticas públicas, con variables que conduzcan a un diagnóstico sobre la situación laboral, educación, condición económica, organización de las familias, vivienda, etc. Durante la preparación de este censo 2022 se habló del propósito del mismo en términos genéricos, por lo que sólo podemos apreciarlo a través de la calidad del cuestionario, y leer a través de los mismos la intención que subyace en la organización de las preguntas, y especialmente en las omisiones.

En realidad, muchos estamos viendo que este censo también ha fracasado, en los ajustes en número de pobladores del país, al punto que para completarlo se tuvo que movilizar a las fuerzas armadas. Y si pensamos en las preguntas, por ejemplo, la que se refiere a fallecidos por covid, me parece interesante, pero para mi sorpresa no preguntaron si yo estaba vacunada o no, o sea no sabremos por este censo cuantos vacunados contra el covid hay en el país, lo que hubiera sido sumamente útil para la prevención. Además, no pude observar ningún otro dato cualitativo que pudiera reportar a favor de políticas públicas razonables; y sin embargo, nos han vendido esa ilusión.

Las preguntas sobre personas con discapacidad, por ejemplo, fueron incompletas, ya que de seis preguntas clave del código utilizado, sólo colocaron cuatro seleccionados arbitrariamente, dejando ausente el registro de las demás condiciones de discapacidad. Con una simple mirada podemos vislumbrar que este censo no pondrá a luz las cuestiones que deben ser corregidas en las políticas públicas del país, especialmente respecto a las personas vulnerables y las minorías.

Obviamente el caso de las minorías ha sido excluido del cuestionario invisibilizando grupos relevantes, desaprovechando la oportunidad de obtener datos sobre la presencia de la diversidad cultural del país. No existirá ningún registro desagregado sobre los afrodescendientes ni sobre los migrantes como los menonitas como colectividad religiosa, los migrantes de cultura musulmana y su práctica religiosa, y otras colectividades de migrantes, como la colectividad ucraniana en Itapúa. Esta omisión es lamentable, porque el intercambio cultural que pueden aportar las minorías migrantes promueve un saludable intercambio intercultural, tan necesario para la buena convivencia política y social. Como diría Miguel Bartolomé la “existencia cultural alterna” no está en este censo, porque ha sido silenciada.

Muchos somos los que pensamos que la estrategia del gobierno ha sido mostrar un país de población homogénea, uniforme, sin diversidad, razón por la cual se excluyó la pregunta sobre la calidad identitaria de los afrodescendientes, de la que nos hemos ocupado anteriormente en estas páginas de opinión. Esta exclusión es racismo, discriminación y exclusión, y más aún porque Paraguay es país signatario de la Declaración de Durban suscribiendo compromisos para combatir la discriminación racial. Al respecto: ¿Qué le habrán dicho los responsables del INE al Relator Especial de las Naciones Unidas sobre las Cuestiones de Minorías que les visito en estos días? Si fueran sinceros, les diría: No sabemos, porque les hemos excluido del censo.

En cuanto a las minorías de los pueblos indígenas, en este censo actual se lo realizó en forma integrada con la de la población en general, con poca autonomía en la organización y la producción de los cuestionarios, y no tenemos aún idea de cual podría ser el resultado. Las opiniones recogidas son de cautela, ya que el censo indígena es una cuestión sumamente delicada. Los censos sobre población indígena realizados en los últimos años se llevaron adelante en forma autónoma. El primero, desde el año 1981, separado del censo de población general. Posteriormente se realizaron en el año 2002 y 2012, en forma paralela, pero con autonomía de organización y gestión, y tuvieron un resultado excelente, con datos cuantitativos y cualitativos sobre situación de tierras, liderazgos, escolaridad, salud, producción y vivienda.

La historia nos muestra el cuidado que necesita este tema ya que durante la colonización española se realizó en Paraguay el primer censo de indígenas para la implementación del sistema de las encomiendas, el reparto de “tierras e indios” a los españoles. En la memoria de los pueblos indígenas ha quedado ese escenario de esclavitud, y en el año 1981, cuando se realizó el primer censo oficial indígena en el Paraguay, las comunidades Mya Guaraní se negaron a participar. Meliá, al referirse al caso en su artículo “Los Mbya Guarani y la lengua guaraní en Paraguay” nos explica que “el rechazo implica la retención de información sobre uno mismo, así como de la colectividad de la cual uno forma parte, una decisión consciente de los Mbya Guaraní, evocando su memoria colectiva de la colonización”. Por eso, el censo indígena es una cuestión delicada que necesita cuidado.

Por todas las cuestiones planteadas no estamos optimistas con los resultados del censo. En realidad, no alcanzo a entender las interminables dificultades que se presentaron en la organización de este publicitado censo, que se ha caracterizado por la cooperación de los habitantes de nuestra nación, pero al mismo tiempo, por la decepción, a causa de la falta de prolijidad en la implementación del mismo. Así mismo, la crítica respecto al costo, fue general y contundente. En fin, creo que a esta altura nadie está conforme. Así que cuando veamos los resultados que ojalá sean fidedignos, lo sabremos.

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