Opinión
Los Malpartida y Alianza Lima
UNO
Eran los primos de mi vieja: Hugo, Néstor, Raúl, Javicho, José, Lucho y Pancho, entre otros. Su mamá Agripina (era hermana de mi abuelo materno) se había quedado viuda con 10 hijos y se bastó con su trabajo de modista para criar y educar a sus hijos. Era una mujer de hierro. A mis tíos los conocí en las fiestas familiares que íbamos (obligados) entre 1975 y 1979. Recuerdo que algunos estaban casados; otros, como mis tíos Lucho y Raúl, todavía eran solteros. Néstor tenía hijos pequeños, a quienes no soportábamos, porque eran bullangueros, no se quedaban quietos nunca. A la hija, de mi tío José la conocí pequeña y era llorona engreída. En cambio, la hija de mi tío Pancho era una rubita tranquilita, aun nenita.
Recuerdo bien a la parentela, porque eran realegres. Animaban las fiestas. Hay fotos que lo testimonian. Con sus ropas de la época, mocasines, camisas chillonas y abundante pelo largo. Parecían hippies y eran refacheros. Pero no escuchaban rock, en esas fiestas la música de Rulli Rendo y su Orquesta reinaba. Colocaban el vinilo y bailaban hasta más no poder, incluso hacían el trencito.
Mira para arriba, oh oh
Mira para abajo, oh oh
Mira el camino que Dios
te ha marcado de amor y trabajo.
Mis hermanos y yo mirábamos absortos el baile. Mientras nos servían la comida, que preparaban la tía Agripina (nos trataba cariñosamente) y María, la esposa de Néstor. Los ágapes, incluso, duraban toda la noche.
DOS
Recuerdo cuando mi viejo, en 1975, me llevó a su laburo, yo estaba híper contento. Entré a su oficina y me presentó a sus compañeros. Ahí vi a uno, con cara conocida. Luego se lo mencioné y me indicó que era mi tío Néstor, quien era su compañero de trabajo. Años después, me relató que era un genio resolviendo, en menos de lo que canta un gallo, los famosos y complicadísimos Geniogramas de El Comercio (creación indeleble de Lara, periodista boliviano).
Mi tía Luisa -hermana de mi viejo- estaba casada con mi tío Hugo, y fue él, a quien yo más traté. Vivían a pocas cuadras de la casa. Lo que nos unió fue el fútbol, y consecuentemente un equipo: Alianza Lima. Desde 1974 al 78, el equipo blanquiazul tuvo a jugadores de la talla de Cubillas, Cueto, Velásquez, La Rosa, Duarte, Lobatón, entre otros. Lo particular de todo esto, es que el resto de la familia (tíos, primos, sobrinos, tías y primas) eran hinchas de la U, el equipo rival. Nos chicaneábamos constantemente. Veíamos los clásicos y ambos nos defendíamos (estábamos en desventaja numérica) y jodíamos al resto cuando el equipo aliancista salía ganador. La gran ventaja que tuvimos, es que ese team fue legendario. Superaba, incluso, al otro gran equipo del momento, Sporting Cristal.
Fue justamente el tío Hugo quien me llevó por primera vez a un estadio. Fuimos al Telmo Carbajo del Callao. Deben entender que era fanático del fútbol y era la primera vez en ir a una cancha. Me costó dormir la noche previa. Salimos luego del almuerzo. Al llegar al estadio, me di con tremenda desilusión: era un estadio viejísimo y feo. Solo tenía una tribuna y la cancha era paupérrima. Fui a ver un Atlético Chalaco-Alianza, que terminó a favor del equipo porteño. Pero lo que me encantó fue la hinchada del equipo porteño; gritaban, gesticulaban y puteaban a sus jugadores, cuando lo creían conveniente.
Prado, hace 4 fechas que estás hueveando.
Motta, llévatelo a Duarte, ese cojudo es puro papel, puro papel.
Recuerdo que el delantero se entonaba y rebasaba al famoso marcador aliancista. Cuando esto sucedía, vociferaban putamadreadas alabanciosas. Mientras el tío y yo nos cagábamos de risa. Él, siempre solicito, me compraba gaseosa y dulces.
La segunda vez, nos fuimos al estadio Matute de La Victoria. Nunca había estado en ese barrio, y era tal cual me lo habían descrito. Era un retrato fidedigno de un barrio popular, reflejaba sus carencias y un descuido evidente por parte de las autoridades. Al ingresar el estadio me impresionaron gratamente las tribunas, los colores, la hinchada y su aliento constante. Estábamos en platea, mientras gesticulábamos por los errores de los delanteros grones. Al final, Félix Suárez, el goleador del equipo, puso las cosas en su lugar y superó al sempiterno arquero Augusto Robles -medía 1.90 m- y era una gloria viviente del equipo rival.
La tercera vez, fue una visita al Estadio Nacional de Lima. A estadio lleno. Estuvimos en Popular, para un partido entre Alianza y Cristal. Los dos mejores del momento. Pudimos sentir la potencia de Percy Rojas, la exquisitez de César Cueto, las patadas quirúrgicas de Rubén “Panadero” Diaz, las corridas de Oblitas y Cachito Ramírez, las combinaciones de Cubillas-Sotil y la elegancia señorial de José Velázquez. Ganó Cristal 2-1, pero fue un espectáculo, el partido del año en 1977.
TRES
Si bien el fútbol nos unió, a inicios de los ochenta fui a vivir a otro barrio, lejos. Eso nos separó. A lo largo de la década, cuando nos encontrábamos, ocasionalmente, en una fiesta o en comidas familiares, nuestro punto de conversación era el mismo: Alianza Lima. Nunca le agradecí por esos momentos que compartimos. Se lo debo. Para mí fue gratificante saber que tenía un familiar -aparte de mis viejos- que me cuidaba y se preocupaba por mi afición futbolística.
Tampoco volví a ver a sus demás hermanos. Sabía que tenían una imprenta y ahí trabajaban juntos la mayoría de ellos. Envuelto en los avatares de mi vida, y siendo que el barrio donde ahora vivía –Ventanilla- estaba lejos de cualquier lugar. Pero en una ocasión, en 1991, visité su imprenta. Quería saludarlos: me encontré con varios de ellos y fue gratificante. A la salida me topé con, Jhanet, la hija de mi tío José, ya tenía cerca de 18 años. No la reconocí y ella menos. Me preguntó quién era, me presenté y le dije, explícitamente, que de chiquita era una llorona insoportable. Se cagó de risa.
Mucho tiempo después, estando ya en Asunción, decidí llevar a mi hijo David al estadio para que viera a su equipo favorito, River Plate, jugar ante Libertad. En tanto, estábamos viendo el juego exquisito del equipo argentino, recordé aquellos momentos vividos entre 1976 y 1978, con mi tío Hugo. Sonreí mientras miraba a mi hijo -veinteañero- ver a su team favorito. Si bien, traté de hablarle de aquel Alianza Lima setentero, fracasé estrepitosamente. Entonces, decidí hablarle del equipo millonario del Beto Alonso, JJ López, Pasarella y Filliol.
Es increíble cómo un deporte puede unir a las personas y vivir momentos que recordarás a lo largo de la vida, así como la música.
Es el 2022 y aún recuerdo los estribillos de Rulli Rendo.
“Sácate los ruleros mi nena
Sácate los ruleros, estás fea
Sácate los ruleros
Que yo también soy visita”.
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