Connect with us

Opinión

Curación de un sordo tartamudo

“(Jesús) se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentaron un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le rogaron que impusiera la mano sobre él. Jesús, apartándolo de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Después levantó los ojos al cielo, dio un gemido y le dijo: “Effatá”, que quiere decir ‘Ábrete!’ Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más lo propagaban ellos. La gente quedó maravillada sobremanera, y comentaban: “Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.

[Evangelio según san Marcos (Mc 7,31-37); 23º Domingo del Tiempo Ordinario]

Después de su viaje hacia el territorio de Tiro, donde ha curado a la hija de la mujer siro fenicia, Jesús tiene la intención de dirigirse hacia el lago de Galilea. Él pasa por la zona de Sidón, para dirigirse por la región de la Decápolis (cf. Mc 5,20). Conducen hasta él a un enfermo que es presentado a través de dos términos: kōphos, que puede significar “sordo”, o “mudo”; y mogilados que describe un sordo que con fatiga logra hablar. En consecuencia, el personaje es descrito solamente en cuanto relacionado con su enfermedad; de hecho, falta la identificación personal del hombre. También aquellos que lo conducen permanecen en el anonimato. Ellos, conduciéndolo a Jesús, le requieren que le imponga las manos. Este es el mismo pedido de Jairo por la hija (Mc 5,23), y corresponde al mismo gesto realizado en relación al ciego de Betsaida (Mc 8,23.25); acción que llegará a ser usual en la praxis de la primitiva Iglesia (Mc 16,18).

Es relevante considerar que Jesús no realiza su intervención terapéutica delante de todos, sino en un lugar aparte. Aparece aquí, de manera misteriosa la multitud, sin que haya sido mencionada antes. Por tanto, el lector está llamado a ser espectador del gesto terapéutico de Jesús, al cual, en cambio, la gente no podrá asistir. El estilo de Jesús resulta particular, teniendo presente que ni siquiera en día sábado ha tenido escrúpulos de curar públicamente a alguno (Mc 1,21-28; 3,1-6). Se puede considerar el significado de este comportamiento, planteando una confrontación con la precedente desgana de Jesús para curar a la hija de la mujer siro fenicia (Mc 7,24-30).

En el diálogo con esta mujer, Jesús muestra la conciencia de un envío reservado a Israel, pero son precisamente las palabras insistentes e iluminadas de la interlocutora que lo convencen a cambiar de prospectiva en su programa mesiánico. Por este motivo, ante la petición de curación él ya no se demuestra reticente, sino, al contrario, parece disponible a imponer las manos al sordomudo. Solamente no desea realizar abiertamente este gesto: los paganos no son aún, a título pleno, los destinatarios de la salvación mesiánica a la que llegaran después de la resurrección, mediante la misión eclesial (Mc 13,10; 14,9). Esta vez Jesús recurre al gesto de los terapeutas: pone los dedos en las orejas y con la saliva, que según la mentalidad de la época tiene efectos sanadores; y le toca la lengua. La doble acción está en relación con las dos partes enfermas.

El gesto resulta amplificado por la acción de mirar al cielo, ámbito de la presencia de Dios y de la emisión del “gemido” o “suspiro”. Gestos insólitos que Jesús, en el evangelio de Marcos, realiza solo aquí. La orden de curar se pronuncia con el vocablo “effatá”, término arameo que se usa con frecuencia en Marcos (cf. Mc 5,41). Esta expresión es traducida al griego con el vocablo dianoichthēti, “ábrete”. La doble expresión tiene también la función de evidenciar el gesto de Jesús. Por otro lado, la traducción con la palabra “ábrete” permite deducir que los lectores de la obra marciana no conocen esta lengua. Esta es la primera de las curaciones realizadas por Jesús en la que la gestualidad es de tal modo acentuada y elaborada. ¿Por qué razón? La narración se hace más veloz (euthys) y la palabra eficaz de Jesús concede al hombre inmediatamente la fuerza de hablar. El imperfecto del verbo dicendi (elalei) subraya precisamente la consideración de la capacidad de palabra.

La escena del milagro se concluye con la imposición de silencio. La intimación al silencio, en este caso, es dirigida a los paganos. El significado de la invitación a la reserva, aquí. asume una arista nueva. Si Jesús es el enviado de Dios, no puede malinterpretarse como un famoso curador o como un mesías nacionalista, pues solo después de su muerte y resurrección sus gestos pueden ser interpretados en su significado más verdadero. Si esto vale para los judíos, en mayor razón para los paganos que aún no son los verdaderos destinatarios del anuncio evangélico, pero sí lo serán después de la resurrección. Con todo, la orden reiterada no sirve para nada porque resulta trasgredido varias veces. Aún más, el uso de los verbos diastellonma (“imponer”) y kēryssō (“proclamar”), en imperfecto, evidencia una acción continuada y duradera de parte de Jesús que ordena al gentío desobediente. Esta técnica literaria pone de relieve de qué manera la misión de Jesús ha sido tan explosiva que el anuncio, no obstante la insistente invitación a la reserva, llega a ser incontenible. De hecho, aquí es usado el término kēryssō (“anunciar”), que en la terminología evangélica, no solo marciana, es específico para indicar la proclamación de la buena noticia. Por tanto, es la multitud pagana que, no obstante se le haya prohibido el anuncio, se hacen cargo de la proclamación evangélica.

La reacción de estupor se expresa con el verbo ekplessomai (“maravillarse”), con frecuencia empleado en el evangelio de Marcos con una valencia positiva de “maravilla” (Mc 1,22; 6,2), y con una valencia negativa de “susto” (Mc 10,26; 11,18). Del contexto se puede entender de qué manera el estado de ánimo de la multitud pagana sea de “susto” en relación con las acciones salvíficas de Jesús, amplificada por la expresión “sobremanera”, y explicitada por la frase “ha hecho bien todas las cosas” Esta afirmación muestra el logro de una gran conciencia de parte de la gente que empareja la figura de Jesús con la acción de Dios en la creación. El lenguaje, precisamente, recuerda la primera página del libro del Génesis. La actividad creativa de Dios entonces continúa y se evidencia en la liberación del sordomudo, mediante la intervención salvífica de Jesús. La esperanza de los sordos que oigan y de los ciegos que vean se registra en el interior de la gran tradición bíblica mediante el anuncio profético. No obstante, los paganos no hayan sido los destinatarios de estas promesas, el descubrimiento que la salvación esperada en el Antiguo Testamento se ha realizado en la misión de Jesús acontece no como obra del pueblo judíos sino precisamente gracias a ellos.

El énfasis en la gestualidad terapéutica de Jesús es comprensible solamente a la luz de la última expresión: “Hace oír a sordos y hablar (a los) mudos”. Los dos verbos akouō (“oir”) y laleō (“hablar”) pertenecen al lenguaje de la comunicación de la fe, a menudo usado en el evangelio de Marcos.

Por tanto, la dramatización realizada con los gestos tiene la finalidad de remarcar la importancia de una curación que es significativa sobre todo por su valor simbólico. El milagro del sordomudo de extracción pagana ilustra, por tanto, la toma de conciencia de parte de Jesús que la salvación no es solo para Israel, sino para todos, Esta conciencia que nace en él durante el diálogo con la siro fenicia (Mc 7,24-30), ahora llega a ser cada vez más fuerte, habilitando al sordomudo y a toda la multitud al anuncio de la buena noticia.

 

Click para comentar

Dejá tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Los más leídos

error: Content is protected !!