Opinión
El Macbeth paraguayo, tirano y traidor
Alan Redick
Una de las tragedias que escribió William Shakespeare lleva la tradición de ser tan poderosa que ni siquiera podía ser nombrada en el teatro. El Macbeth de Shakespeare inicia con el conjuro de tres brujas y termina con una decapitación.
Los protagonistas de la obra son Macbeth y Lady Macbeth, dos enfermos por el poder y la codicia que están dispuestos a hacer de todo para ganar poder y riquezas, instituyendo así un régimen tiránico basado en la traición.
A pesar de ser la tragedia shakesperiana más corta, ésta es a la vez la que más acción lleva. Gracias a las Crónicas de Holinshed el dramaturgo encuentra la historia del tirano Macbeth, quien a través de la traición se hace con el poder y preside un gobierno de terror y tragedia nacional.
La obra se abre con el hechizo de tres brujas que lanzan su maldición profética anunciando que el mundo se ha vuelto loco: “Lo bello es feo y feo lo que es bello; la niebla, el aire impuro atravesemos”.
Las brujas buscan a Macbeth para anunciarle que será rey y así tanto Macbeth como Lady Macbeth inician sus planes llegando al poder por medio de traiciones.
Shakespeare muestra maestralmente el aspecto psicológico, especialmente en Lady Macbeth, quien quiere limpiar sus manos manchadas de sangre para encubrir su crimen: “¡Fuera, mancha maldita! ¡Fuera, te digo! …”.
La traición, la indiferencia al sufrimiento del pueblo y el abuso de poder son los vicios que caracterizan a los Macbeth, que presiden un gobierno profetizado por el Infierno mismo. “Lo que está hecho, está hecho”, y así lo justifican todo evitando el remordimiento. Pero a diferencia del Macbeth paraguayo, el shakesperiano es finalmente un ser pensante.
Al final reflexiona sobre la muerte y la vanidad de la vida: “Un día u otro había de morir. Hubiese habido un tiempo para tales palabras… El día de mañana, y de mañana, y de mañana se desliza, paso a paso, día a día, hasta la sílaba final con que el tiempo se escribe. Y todo nuestro ayer iluminó a los necios la senda de cenizas de la muerte. ¡Apágate, fugaz antorcha! La vida es tan solo una sombra, que transcurre; un pobre actor que, orgulloso, consume su turno sobre el escenario para nunca más volver a ser escuchado. Es una historia contada por un necio, llena de ruido y furia, que no significa nada”.
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