Nacionales
Corredores crípticos: los inambúes o perdices
Tataupá listado o undulatus. Foto: Juan M. Paredes.
Uno de los grupos de aves más crípticos que tenemos es el de los tinámidos que alberga a los inambúes o perdices. Parece que el idioma español no reconoce la palabra ynambu; sin embargo, es un préstamo del guaraní al español, al contrario de lo que normalmente acontece (que tomamos palabras en español y las adaptamos al guaraní). Lo cierto es que tengo recuerdos de niño, cuando mi padre me llevaba a cazar perdices por los campos bonaerenses, y si bien en ese entonces no había mucha variedad para mí en cuanto a las famosas perdices, conocía que había una perdiz chica y una perdiz grande, siendo la grande mucho menos común. La perdiz chica es la misma especie que conocemos como ynambu’i y la grande es la famosa martineta o ynambu guasu, también llamada ynambu pytã.
Estas aves son paleognatas, ya que tienen un paladar que denota mucha antigüedad del grupo y las diferencia del resto, aves que se restringen mayormente al hemisferio sur y podrían ser las aves más antiguas y que nos recuerdan a cómo fueron los ancestros de las aves. Están en este grupo con los ñandúes y avestruces, de los cuales ya hablamos, aves que son más caminadoras y corredoras, y no vuelan o vuelan muy poco. Nuestros inambúes, también conocidos en otros lugares de su área de distribución como yutús, tataupá o tinamúes, son exclusivos de nuestro continente, para Centro y Sudamérica, por lo que estas aves llaman mucho la atención de las personas que no habitan nuestros países en América Latina. El origen tanto por su distribución actual como histórica y fósil se restringe a Gondwana, y no hay registros en lo que fue Laurasia (hoy Norteamérica, Europa y Asia del norte). Normalmente caminan, y cuando lo necesitan corren, pero no son buenas corredoras y hasta pueden emprender cortos vuelos que les permite escapar a ciertos riesgos. Muchos de nosotros que andamos por los campos, hemos sido sorprendidos (¿asustados?) con la vocalización de algún inambú al que nos hemos acercado, cuando emprenden su vuelo. Viven en bosques y pastizales, casi ocupan todos los ambientes y son muy miméticos y crípticos, es decir que su coloración los confunde con el ambiente, uno de los mejores ejemplos de especies crípticas. Seguramente posadas y quietas, sería difícil poder distinguirlas. Son muy silenciosas cuando caminan y muchas veces solo por sus vocalizaciones que son bien características, uno puede identificar su presencia en los ambientes.
El origen de la palabra tinamú es también de indígena restringido a las Guyanas, de donde es la descripción original de estas especies. Lo cierto es que tinamú e inambú suenan muy parecido, por lo que seguramente es un elemento más de la onomatopeya a la nominación común de las especies de la biodiversidad. Tienen comportamientos reproductivos muy particulares con machos que practican la poliginia (varias hembras) y hembras que practican la poliandria (varios machos); mientras los machos tienen varias hembras en forma simultánea, las hembras tienen varios machos, pero en forma secuencial. Hasta inclusive se dan cambios en el comportamiento, con algunas especies monógamas (una pareja) en la juventud, haciéndose polígamo (varias parejas) en la adultez. Al igual que los machos de los ñandúes, el macho de los tinámidos incuba los huevos, y quien ha visto los nidos que de por sí no son nada rebuscados, habrá visto los colores vivos y brillosos de los huevos. Esto genera siempre un interrogante, los padres son crípticos y se confunden con el ambiente, pues sus huevos son muy vistosos y no pasan desapercibidos.
Estas fantásticas aves están representadas en nuestro medio por doce especies de las 46 especies conocidas, las ya mencionadas ynambu’i e ynambu guasu, inambú chico e inambú grande o martineta.
Pero hay varias especies más, el macuco o ynambu kagua, perdiz muy grande que habita los bosques húmedos y ahora muchos ya sabrán el origen del Sendero Macuco en Cataratas del Iguazú, como la llamativa copetona o ynambu apiratĩ, restringida al oeste del Chaco paraguayo, con su largo y fino copete, inconfundible. Los tataupaes forman un grupo de perdices del género Crypturellus, con colores plomizos y rufos, como el tataupá listado o ynambu kogoe, el rojizo o apeky’a, el común o ynambu tataupa y el chico o ynambu chororo. Y finalmente, cuatro perdices muy crípticas desde la rara perdiz menor o ynambu’i pytã a la común perdiz chica ya mencionada, la perdiz chaqueña o ynambu boli y la perdiz del monte o ynambu sĩsĩ.
Toda esta información que está plasmada en la reciente Guía de Aves del Paraguay en su segunda edición, también nos muestra a la perdiz petisa, de la que todavía necesitamos registros confiables en Paraguay.
Quisiera terminar insistiendo en la importancia de mantener esta diversidad, que tardó millones de años en evolucionar y que nos cuenta cómo eran los ancestros originales de las aves, con su estudio podemos entender cómo evolucionaron las formas y hábitos actuales de las aves y de toda la vida en el planeta, de la cual somos parte indivisible. Estas aves tienen un rol importante en el ambiente ya que consumen semillas e insectos, ayudan en la dispersión de las plantas y controlan posibles plagas, pero además nos proporcionan otros beneficios, como cuando era niño, brindar oportunidades para el esparcimiento. Cada vez que veamos un inambú en el ambiente podremos considerar que en el lugar está más o menos conservado, y si no las vemos, por lo menos, oírlas, indicio o evidencia de que ahí están.
Gracias a José María Paredes por facilitarme bellísimas fotos, como siempre, para ilustrar mis artículos.
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