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Homilía en Caacupé: “Desde fuera están atacando a la familia con el poder político, financiero y con las ideologías”

Monseñor Ricardo Valenzuela. Foto: Basílica Santuario Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé

Monseñor Ricardo Valenzuela. Foto: Basílica Santuario Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé

La fe estuvo presente en cada persona. La festividad mariana más grande del país cuenta con la presencia de miles de devotos que llegaron hasta la Basílica de Caacupé. Desde distintos puntos de Paraguay, los peregrinos se hicieron sentir para cumplir sus promesas y honrar la bendición de la Virgen.

Durante su homilía, el monseñor Ricardo Valenzuela resaltó la figura de María santísima, figura del perfecto discípulo y de la santa Iglesia y habló del rol fundamental de la familia y del daño que se le está haciendo desde afuera. “Es cierto que desde afuera están atacando a la familia como institución básica, con el poder político, con el poder financiero, con las ideologías, pero de esa chispa comienza el fuego con las hojas secas que les dejamos en el camino a los que amenazan nuestra cultura, nuestra identidad”, dijo.

“Respondiendo a la exclamación de una mujer del pueblo, Jesús hace una afirmación que, a primera vista, revela la verdadera grandeza de la Virgen: ‘María es realmente dichosa, no solo porque engendró y crio a Jesús, sino porque acogió con fe la voluntad del Señor y la puso en práctica. Esta es la auténtica grandeza de María y es también su bienaventuranza: la bienaventuranza de la fe, que abre la vida del hombre a la acción del Espíritu Santo y la hace fecunda con frutos benditos para la gloria de Dios’”, señaló.

“En esta figura se refleja hoy, en nuestras comunidades diocesanas, la Iglesia que está en Paraguay. Se refleja en María como en su modelo sublime, y la contempla con la esperanza de que se apliquen a ella las palabras que Jesús pronunció un día: ‘¡Dichosa tú, que escuchas la palabra de Dios y la practicas!’”, expresó.

Señaló que, a través de la Virgen santísima, también las nuevas generaciones encuentran a Cristo, único Mediador entre Dios y el hombre, y en Él encuentran la salvación.

“Ojalá estemos cada vez más unidos entre nosotros y, al mismo tiempo, abrirnos a los amplios horizontes de la evangelización, por ello, debemos interesarnos por todos los que todavía no han encontrado a Cristo y a la Iglesia, pues ahí está nuestra misión”, expresó.

“La Iglesia invita a los laicos a salir a las calles, de entrar en cada rincón de la sociedad, de llegar hasta los límites del barrio, de la ciudad, y socorrer al que sufre… esta es la Iglesia de Dios, que se levanta para salir al encuentro del otro, sin juzgarlo, sin condenarlo, sino tendiéndole la mano, para sostenerlo, animarlo o, simplemente, para acompañarlo en su vida. Que el mandato del Señor resuene siempre en ustedes los laicos: “Vayan y prediquen el Evangelio”, hasta el confín del Paraguay”, agregó.

Devotos participando de la misa central. Foto: Basílica Santuario Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé

La familia

Sobre la familia, dijo que el problema es antropológico y que debemos redescubrir quiénes somos. Dijo que la corrupción, el narcotráfico, la extrema pobreza y los atentados contra las personas han fracturado las familias. Para resolver este problema se deben tener posturas que ayuden a erradicar esos males.

“La familia paraguaya necesita de valores debido a que hoy el problema es antropológico y no podemos volcar en la moral lo que no entendemos qué somos nosotros. Por eso debemos redescubrir quiénes somos para dar desde allí muestras de esa dignidad a través de los valores, mirarse por dentro, revisar su realidad, sus valores y sus límites, sin miedo porque el miedo paraliza y no nos permite avanzar en el camino”, expresó.

“Sabemos que persisten entre nosotros las fuerzas del mal y del pecado, que minan y destruyen nuestra convivencia ciudadana y afecta a la comunidad de fe. De hecho, la pérdida del sentido ético y del bien común, los distintos ámbitos de corrupción aún imperantes, la dinámica de la droga y su tráfico, las situaciones de extrema necesidad de los campesinos y obreros, los atentados contra la vida de tantas personas inocentes e indefensas, claman por la liberación integral del hombre paraguayo, redoblamos nuestro llamado a asumir posturas que ayuden a erradicar dichos males que hieren a la familia”, subrayó.

“Pero ese hacer el bien que en el fondo todos deseamos en el corazón no se puede convertir en realidad si no redescubrimos nuestra dignidad de personas, de hijos de Dios. Debemos ser valientes para asumir nuestra parte de responsabilidad en los males que hieren a esa institución fundamental de la sociedad y del estado que es la familia, pues como vemos está fracturada”, expresó.

“La familia está fracturada, porque no tenemos raíces profundas de fe. Está fracturada, porque tenemos volteados nuestros valores y prioridades, trabajamos sin descanso por una casa, un auto, unos bienes perecederos, y ponemos nuestro corazón y nuestras metas en esas cosas pasajeras y superfluas, porque ha dejado de alimentarse de la savia de las raíces profundas de su fe”, expuso.

“Aquel primer Anuncio del Evangelio que se sembró en los albores de nuestra Nación y germinó como planta Buena en la cultura paraguaya, con frutos buenos de tantos testimonios de familias con amor a la vida, sacrificadas, capaces de perdón, de alegría, de yopói comunitario. Hoy se pierde en el modelo de vida materialista que vamos adoptando y requiere un valiente examen de conciencia. La familia está fracturada porque tenemos volteados nuestros Valores y Prioridades… Es cierto que Dios quiere que sus hijos vivan bien, pero ese vivir bien no se puede medir solo desde lo material, también requiere desarrollarnos como personas, como comunidad, en la dimensión espiritual y social”, añadió.

“La familia está herida porque no inculcamos a nuestros hijos el amor a Dios y al prójimo, porque no aceptamos que nuestros hijos sean personas con defectos y necesitados de corrección. Porque no toleramos que se les llame la atención, y nos comportamos como fieras cuando alguien los llama al orden. Estamos heridos, porque le huimos a la palabra sencillez, porque no aceptamos la austeridad ni la pobreza, porque creemos que tenemos el derecho de ser servidos, pero no nos gusta servir. Porque criamos hijos orgullosos y soberbios al haberles puesto el mundo en bandeja y les robamos la capacidad de aceptar la frustración y la dificultad”.

“La familia está herida porque no sabemos perdonar, le creemos más a la enseñanza del mundo que a las promesas de Dios que ha creado todo con orden y belleza. Y al perder la armonía con el Creador se nos pierde la capacidad de perdonar, ya no sabemos hablar sin herir al otro, porque le pedimos a los nuestros una perfección que no tenemos. Porque caímos en la trampa de considerar el matrimonio algo desechable y a los hijos como frutos de nuestra mera voluntad, no como dones preciosos de Dios”, agregó.

Foto: Gentileza de Mariano Mercado.

La familia está herida, porque sacamos a Dios de nuestro corazón (…). “Definitivamente, es tiempo de ser mejores familias, reflexionar sobre qué significa ser familia, es tiempo de reconocer humildemente nuestros errores, es tiempo de dar lo mejor de nosotros mismos y para eso necesitamos la Gracia de Dios. Es tiempo de abrir las puertas de nuestros hogares de par en par, para dejar entrar a Dios”, sostuvo.

“Es cierto que desde fuera están atacando a la familia como institución básica, con el poder político, con el poder financiero, con las ideologías, pero de esa chispa, comienza el fuego con las hojas secas que les dejamos en el camino a los que amenazan nuestra cultura, nuestra identidad”, dijo.

“Si nosotros fortalecemos a diario nuestro hogar y le pedimos a Dios que sane nuestras heridas familiares, y buscamos la reconciliación, volveremos a fortalecernos como paraguayos y no podrán con nuestra nación, no podrán destruir la obra de Dios en nuestra familia”, agregó.

“El futuro depende, en gran parte, de la familia, lleva consigo el porvenir mismo de la sociedad; su papel fundamental es el de contribuir eficazmente a un futuro de paz, y sobre todo debemos dejar a Dios reinar con su amor gratuito en nuestro hogar. Por tanto, mira hacia adelante y si ves que tienes un lugar a donde ir, eso se llama Hogar. Si tienes personas a quien amar, se llama Familia, y si tienes ambas se llama Bendición. Pidamos a Dios de corazón esa bendición. Que así sea”, finalizó.

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