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Los resultados de las elecciones en Uruguay reconfiguran la agenda geopolítica de Trump en América Latina

Donald Trump. Foto: Alex Brandon/AP Photo/picture alliance

Donald Trump. Foto: Alex Brandon/AP Photo/picture alliance

La próxima administración republicana convivirá en la región con países aliados, dictaduras caribeñas y un bloque de naciones que son socios estratégicos de China, Rusia e Irán.

El triunfo de Yamandú Orsi en los comicios presidenciales de Uruguay termina de asignar las piezas del rompecabezas que Donald Trump deberá armar en América Latina, un escenario geopolítico que exhibe aliados de la próxima administración republicana, dictaduras de corte marxista y un bloque de países que tendrán relaciones diplomáticas en zigzag con Estados Unidos por sus vínculos con China, Rusia e Irán.

La agenda regional de Trump apunta a terminar con la influencia de China, forzar un cambio institucional en Venezuela, Cuba y Nicaragua, facilitar la gestión de gobierno en Argentina, Paraguay, República Dominicana y El Salvador, y establecer acuerdos políticos puntuales con Brasil y México.

Frente a las ambiciones globales de Xi Jinping, la guerra en Ucrania y la crisis en Medio Oriente, América Latina no será prioridad para la Casa Blanca.

Sin embargo, Trump designó como secretario de Estado a Marco Rubio, un descendiente de exilados cubanos que no perderá la oportunidad histórica: es la primera vez que el jefe de la diplomacia americana conoce -de verdad- qué sucede desde Ciudad de México a Santiago de Chile.

Los dictadores Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Miguel Díaz-Canel han transformado a Venezuela, Nicaragua y Cuba en proxies de China, Rusia e Irán. Además, estos líderes autoritarios ejercen un control estatal sobre la oposición que violan todos los derechos humanos establecidos por las Naciones Unidas (ONU) y la Organización de Estados Americanos (OEA).

Trump planifica una hoja de ruta que implicará mayores sanciones económicas y financieras sobre La Habana, Managua y Caracas, en lugar de establecer ciertos acuerdos desde la Casa Blanca como ejecutó Joe Biden sin resultado. Maduro hizo fraude contra Edmundo González Urrutia y María Corina Machado, y Biden apenas tuvo una respuesta diplomática que el régimen de Venezuela trató como una lluvia tropical.

Si hubiera un orden de prioridad para Trump y el secretario Rubio, Maduro encabeza la nómina y detrás Díaz-Canel, que despliega su aparato de inteligencia en Venezuela para capturar y torturar a los miembros de la oposición, y conocer también a los miembros de las Fuerzas Armadas que ya proponen una transición democrática ordenada.

A diferencia del frío político que aplicará a las dictaduras caribeñas, la administración republicana tiene previsto impulsar una relación privilegiada con Javier Milei, Santiago Peña, Luis Abinader y Nayib Bukele. Esta relación política no será lineal -Trump prevé una agenda proteccionista que puede afectar las exportaciones regionales a Estados Unidos-, pero apuntará a conceder ciertos beneficios a la Argentina, Paraguay, República Dominicana y El Salvador.

En este contexto, Milei participó de una cena con Trump en Mar -a- Lago, y el canciller paraguayo Rubén Ramírez Lezcano estuvo con el presidente electo en su condo, antes de partir a Taiwan. Milei negocia un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), y el presidente Peña apoya a su canciller Ramírez como candidato a la secretaria General de la OEA.

Trump apoyará a Milei y Peña a cumplir sus objetivos políticos. Si se observa todo el rompecabezas regional que deberá armar el futuro presidente de los Estados Unidos, Argentina y Paraguay son las dos únicas piezas con volumen propio que se alinearan a la agenda global de Trump.

Brasil y México lideran un bloque de naciones que por su perspectiva ideológica y sus acuerdos estratégicos con China, Rusia e Irán serán refractarios a la política exterior de Trump. Esos países son Bolivia, Chile, Colombia, Perú y ciertas islas del Caribe que necesitan del petróleo de Venezuela y la inteligencia militar de Cuba.

Desde esta perspectiva, Trump deberá extremar la capacidad diplomática de Rubio. Lula da Silva es mandatario del país más importante de la región, mientras que Claudia Sheinbaum accedió a la presidencia de México con un notable triunfo en los comicios generales.

México es un socio comercial privilegiado de Estados Unidos -junto a Canadá-, y Brasil tiene suficiente capacidad política para condicionar la agenda internacional de Trump. Lula juega a la par con Xi Jinping y Vladimir Putin, y Sheinbaum exigirá al gobierno republicano que establezca una política común respecto a los inmigrantes indocumentados y la crisis del Fentanilo.

Rubio anunciará su equipo para América Latina en las próximas semanas, tras su audiencia de aprobación como secretario de Estado en el Senado. Tiene un equipo de expertos que lo acompaña desde hace años en su actividad parlamentaria. A diferencia de otros jefes de la diplomacia americana -tanto Republicanos como Demócratas-, Rubio conoce la región y habla su mismo idioma.

Fuente: Infobae.

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