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¿Qué pasa con los residuos electrónicos?
Un teléfono inteligente, por ejemplo, puede contener hasta 62 metales diferentes.
Nuestra huella ecológica es más que nuestra basura doméstica. ¿Qué pasa con los residuos y la contaminación generada por las cosas que compramos, como la electrónica?
Cuando se habla de residuos, mucha gente piensa en el envoltorio plástico del que liberan el brócoli después de la compra, o en la caja de cartón en la que viene el nuevo portátil, incluso en el propio portátil cuando deja de ser útil. Cada año, el mundo produce alrededor de dos mil millones de toneladas de desechos. Pero esto solo es lo que vemos. Para vivir bajo el lema “cero residuos”, debe mirar más allá de su propio cubo de la basura.
“La basura que tratamos como consumidores es un porcentaje minúsculo de la basura total, solo alrededor del dos al tres por ciento”, afirmó Josh Lepawsky, autor de un libro sobre el impacto global de la fabricación de la tecnología digital.
Ocultos en los procesos de extracción de materias primas, de fabricación, transporte y producción de electricidad están la mayor parte de nuestros residuos globales, aquellos que se producen para fabricar las cosas que compramos. Especialmente en el caso de la electrónica, que es el flujo de basura de mayor crecimiento en el mundo y una de las mayores fuentes de residuos invisibles.
La producción de aparatos electrónicos implica altos niveles de productos químicos peligrosos, gases de efecto invernadero y drenaje de agua. La mayor parte de este proceso es totalmente invisible para el consumidor medio y difícil de medir. La electrónica está compuesta por numerosos componentes, la mayoría de los cuales se obtienen y fabrican en diferentes lugares del mundo antes de ser ensamblados en un lugar completamente diferente.
La extracción de metales preciosos
Un teléfono inteligente, por ejemplo, puede contener hasta 62 metales diferentes. Entre la miríada de pequeños componentes de un iPhone de Apple se incluyen oro, plata y paladio, que en su mayoría son extraídos en Asia, África y Australia.
Un estudio de la asociación sueca de gestión de residuos y reciclaje, Avfall Sverige, calculó que los residuos invisibles generados por un teléfono inteligente y un ordenador portátil de tres kilos son unos 86 y 1.200 kilogramos respectivamente.
“Esa cifra incluye piedras, grava, residuos y escoria”, señaló Anna Carin Gripwall, co-autora del estudio. “También hay que añadir el consumo de combustible y electricidad, aunque es una cantidad menor comparada con los residuos de la minería”.
Esto supera con creces a otros productos estudiados, incluyendo un kilo de carne de vacuno y un par de pantalones de algodón, que generan 4 y 25 kilogramos de desechos respectivamente.
“La mayor parte de la contaminación y de los residuos de los aparatos electrónicos se produce mucho antes de que las personas tengan el aparato final en sus manos”, explicó Lepawsky, que también es profesor de geografía en la Universidad Memorial de Terranova, Canadá.
Un negocio sucio
La excavación, perforación y voladura, así como el transporte y el procesamiento que implica la extracción de metales preciosos puede liberar polvo con metales y productos químicos perjudiciales en el aire y en las fuentes de agua circundantes.
“Después de extraer el mineral, hay que separar el material concentrado”, señaló Fu Zhao, profesor de ingeniería mecánica en la Universidad de Purdue de Indiana, en EE. UU. “Este proceso es difícil y requiere productos químicos y altas temperaturas, lo que es particularmente problemático cuando se hace a gran escala”, añadió.
Sin una supervisión adecuada, estos componentes tóxicos pueden contaminar las aguas subterráneas, filtrarse a los valles y arroyos, y dañar el suelo, las plantas y los animales, y poner en peligro la salud humana.
Esto no significa necesariamente que la extracción de estos metales preciosos sea intrínsecamente mala para el medio ambiente, dice Saleem Ali, profesor de Energía y Medio Ambiente de la Universidad de Delaware, en EE. UU.
“El desafío es diseñar la minería de manera que no dañe el medio ambiente”, aclaró. “Hay que evitar que estos disolventes tóxicos entren en el suministro de agua subterránea, y ofrecer equipos de protección a las personas que trabajan en estas áreas, para que no inhalen orgánicos volátiles”. Esto se puede hacer, argumentó, con más inversión.
Una parte importante para la implementación de la “minería verde” es utilizar más fuentes de energía renovable en la fabricación de estos dispositivos, agregó Ali.
Desde EE. UU. a China, Hong Kong, y de vuelta
El ensamblaje de los aparatos electrónicos también produce grandes cantidades de residuos, muchos de ellos tóxicos. Muchos de los gases utilizados en la fabricación de ciertos componentes, como los gases fluorados de efecto invernadero utilizados para las pantallas, “son significativamente más dañinos que el dióxido de carbono”, dijo Lepawsky.
La mayoría de los productos electrónicos hoy en día se fabrican en China, Hong Kong, EE. UU. y los países del sudeste asiático. Parte de la dificultad de cuantificar los residuos invisibles es que muchos productos modernos, especialmente los electrónicos, tienen largas y complicadas cadenas de suministro.
Por ejemplo, la empresa estadounidense, Apple, ha publicado una lista de sus 200 principales proveedores, que se encuentran en 27 países diferentes. Pero la mayoría de las fábricas proveedoras están ubicadas en lugares sin registros accesibles al público, que permitan rastrear la liberación de contaminantes tóxicos.
Fuente: Dw
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