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Editorial

Eficracia

Eficracia, término acuñado por el periodista y escritor español Antonio Muñoz Molina en el año 2011, quien utilizó esta palabra en un artículo de opinión publicado en el diario El País para describir un tipo de gobierno o sistema que privilegia la eficiencia por encima de otros valores, principios o las mismas leyes y que atente contra el mismo Estado de derecho.

En ese contexto, Muñoz Molina criticaba la obsesión moderna con la eficiencia, señalando que el afán por maximizar la productividad en distintos ámbitos, especialmente en la gestión pública, a menudo se hacía a expensas de otros aspectos fundamentales como la justicia social, la equidad y los derechos de las personas. Su uso del término “eficracia” buscaba reflexionar sobre los peligros de un sistema que, en su búsqueda de eficiencia, podría deshumanizar la sociedad.

Durante la 80ª Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), realizada en Córdoba, se abordaron ejes principales como la Libertad de Expresión y la Democracia. En la ocasión fue abordada también la importancia de redes sociales, inteligencia artificial y cómo el uso de la tecnología va dejando de lado los temas de interés general a raíz del hartazgo de las personas, priorizando la propuesta digital como respuesta ante los resultados esperados, principalmente, de los gobernantes. La eficracia, como nuevo término, también parte del debate y exposición.

El analista político y jurista Daniel Zovatto sostuvo que muchos ciudadanos optan por modelos políticos a los que se les exige la solución de problemas urgentes, sin importar que presentan rasgos autoritarios: “La ciudadanía opta por la eficracia, es decir, que con tal de que le solucionen sus problemas está dispuesta a tolerar el avance sobre las instituciones democráticas y a sacrificar la libertad de expresión y prensa, pero los medios tienen una gran responsabilidad en la recuperación de los valores, de lo contrario vamos a pagar un precio muy alto porque dos terceras partes de los países de América Latina han dejado de ser democracias plenas”.

Zovatto hizo referencia a situaciones alarmantes a considerar, como los conflictos geopolíticos mundiales que alimentan la emergencia de modelos autoritarios, como en el caso de Venezuela y Nicaragua, donde las reacciones resultaron infructuosas. También mencionó el “fin de la historia”, que no se concretó, pero que generó un mundo complejo en el que la democracia es un elemento frágil. Además, subrayó la dificultad de combatir eficazmente estos autoritarismos cuando se priorizan factores económicos sobre la institucionalidad y los valores cívicos.

Así también, la reunión se centró en la relación entre la libertad de expresión y la democracia, destacando su interdependencia. Se discutió cómo la libertad de expresión actúa como un indicador de la salud democrática, sugiriendo que su deterioro puede predecir problemas más profundos en la democracia. Se enfatizó la necesidad de respuestas rápidas y efectivas ante los signos de declive, ya que la inacción puede llevar a una erosión progresiva de la democracia.

Además, se mencionó un creciente desinterés social por la democracia y la fragilidad del consenso sobre su protección, lo que contribuye a un ambiente de impunidad y menoscabo en la libertad de expresión en varios países.

La falta de acción oportuna puede llevar a un debilitamiento gradual de la democracia. Se enfrenta a un nuevo tipo de occidentalismo que dificulta la respuesta rápida ante las crisis.

La inacción lleva a problemas graves, como la impunidad y el mal ejemplo ante otros países. La necesidad de actuar de manera preventiva y eficaz es crucial para proteger la democracia y la libertad de expresión.

En cuanto a la fragilidad de la democracia y cómo esto afecta al periodismo, Daniel Zovatto, que es nuevo fellow del Programa Latinoamericano de Wilson Center, EE. UU., mencionó que existe una relación muy simbiótica entre libertad de expresión y la democracia. La libertad de expresión “es como el canario en la mina, es decir, es el símbolo que te demuestra y te alerta de manera temprana que comienza a faltar el oxígeno, y comenzamos a ver esos síntomas, y tenemos muchos ejemplos, no solamente en América Latina, sino a nivel global”.

La democracia va perdiendo fuerza debido a la mala calidad de la política, y existe el riesgo de que, en busca de resultados inmediatos, la población permita la transgresión del Estado de derecho y se ataquen los derechos políticos y la misma constitucionalidad de los países. En este contexto, lo urgente podría desplazar lo importante, poniendo en peligro los derechos políticos que se han logrado tras largas épocas de autocracia en toda América Latina.

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