Cultura
Carlos Pastore: breve relato del exilio en Montevideo
Carlos Pastore y la primera edición de su conocida obra. Montevideo, 1949.
El 16 de mayo se cumplieron 115 años del nacimiento de Carlos Agustín Pastore Goiburú. Nacido en Mbuyapey, se formó en el Colegio Nacional y en la Universidad Nacional de Asunción, egresó como abogado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Tempranamente interesado en la política, militó toda su vida dentro del liberalismo paraguayo. Fue subsecretario de la presidencia de José Patricio Guggiari (1928-1932) y durante la Guerra del Chaco se destacó como jefe de Claves del Comando. Su servicio bajo las órdenes de José Félix Estigarribia durante el conflicto se tradujo en una relación de admiración y lealtad. Una vez que este último llegó a la presidencia (1939-1940) le confió el Departamento de Tierras y Colonización. Al frente de dicho departamento conoció de primera mano la problemática de la tierra en el Paraguay y las condiciones de vida de los campesinos. Este aspecto sería fundamental para su producción intelectual posterior. Proyectó una reforma agraria, pero la muerte de Estigarribia y el posterior golpe de Estado de Higinio Morínigo truncaron su trabajo.
A partir de 1940 Pastore comienza su peripecia en el exilio, pasando por distintas localidades en la frontera argentina, y radicándose finalmente en Montevideo en 1942. En la capital uruguaya, donde estaría más de treinta años –a excepción de un breve período en 1947–, continuó su militancia política, caracterizada por su intransigente oposición a los gobiernos autoritarios de su país.
El destino de Pastore fue compartido por muchos compatriotas; una primera gran diáspora de paraguayos se extendió por toda la región del Río de la Plata durante la década de 1940. Entre estos exiliados, Tomás Sansón Corbo destaca un grupo de intelectuales e historiadores del Partido Liberal: Justo Pastor Benítez (1895-1963), Justo Prieto (1897-1982), Efraím Cardozo (1906-1973), Antonio Ramos (1907-1984) y Julio César Cháves (1907-1989) [1]. Al igual que Pastore, todos se formaron en el Colegio Nacional de Asunción y en la Universidad Nacional, según señala. Fueron militantes activos y participaron en la Guerra del Chaco en tareas de asesoramiento y apoyo logístico. Ocuparon cargos políticos, diplomáticos y administrativos, a la par que desarrollaban el periodismo. Todos sufrieron la experiencia del exilio –en distintos momentos y por variados períodos– debido a las dictaduras de Higinio Morínigo (1940-1948) y de Alfredo Stroessner (1954-1989). Se abocaron intensamente a la investigación histórica, ocupándose de cuestiones sociopolíticas y económicas, sin descuidar los temas de índole político. Entendían que el estudio del pasado era una herramienta fundamental para comprender los problemas del país, así como para “desmitificar” el uso ideológico de la Historia [2]. Los intercambios epistolares entre ellos dan cuenta de la intensa labor de Pastore durante su exilio en Montevideo, ya sea como articulador político o como investigador. Su papel desde la capital uruguaya fue fundamental para la concreción de distintas actividades políticas en el marco de la oposición al autoritarismo de su país; de igual manera, su labor heurística y de gestión cultural repercutieron en las investigaciones de varios de los autores mencionados.
El archivo personal de Pastore, custodiado por la Academia Paraguaya de la Historia (APH), permite conocer las distintas facetas de su actividad política e intelectual en Montevideo. La correspondencia conservada es un testimonio valioso para la historia del exilio paraguayo y el desarrollo historiográfico del Paraguay.
El exilio en Montevideo: sus dificultades y sus posibilidades
El 2 de marzo de 1946 Pastore escribió a su compatriota Antonio Ramos, quien se encontraba en Río de Janeiro, respondiendo al pedido de materiales para el libro sobre Juan Andrés Gelly que estaba preparando. Señalaba que cuando llegó a Montevideo en noviembre de 1942 “[…] inicié inmediatamente mis investigaciones en las bibliotecas y archivos públicos y privados de Montevideo, con el propósito de conocer el proceso de la vida del Uruguay” [3]. La preocupación por conocer el desarrollo histórico uruguayo posiblemente le haya permitido comprender las “ventajas” que tenía ese país para sus actividades intelectuales y políticas. Su arribo en 1942 coincide con un proceso de realineaciones de las hegemonías políticas uruguayas al interior, y un cambio de postura en materia internacional [4]. El efecto de la Segunda Guerra Mundial en el territorio uruguayo se cristalizó en un alineamiento decidido con Estados Unidos y con la causa aliada [5]. En este contexto de abandono progresivo de la neutralidad, la lucha contra el “nazifascismo” en el continente americano se articuló con la oposición a Morínigo de liberales, febreristas y comunistas paraguayos exiliados.
Gracias a su amistad con Luis Batlle Berres –presidente uruguayo entre 1947 y 1951–, Pastore realizó treinta y cinco audiciones de su programa “La hora de liberación paraguaya”, entre enero y agosto de 1946, a través de Radio Ariel y radio El Espectador. En 1947 publicó una selección de estas oratorias en su libro El Paraguay y la tiranía de Morínigo, dedicado “[…] a la memoria de mi hermano el Capitán Mario Pastore, muerto en la lucha por la libertad del pueblo; y la de mi hijo Carlos Antonio, víctima de la tiranía” [6]. Ramos señalaba sobre el programa, que era “[…] el más poderoso medio de combate contra la dictadura de Morínigo. Gracias a [él] el pueblo paraguayo pudo escuchar la voz de aliento para proseguir la lucha en que está empeñado” [7].
Las intervenciones públicas de Pastore encontraron en Montevideo una caja de resonancia privilegiada. La presencia de exiliados antiperonistas y españoles republicanos permitió una plataforma de reclamo y acción dispuesta a apoyar la lucha contra Morínigo –calificando su régimen como “nazifalangista”–. Como señala Gerardo Caetano [8], la situación geopolítica del Uruguay lo colocaba como un espacio de “frontera”, así como un “factor de equilibrio” en la región; esto posibilitaba el tránsito de distintos intelectuales, políticos, sindicalistas y perseguidos políticos que aquí encontraban refugio –particularmente en Montevideo–. Este aspecto es señalado por Pastore y sus compañeros de exilio, encontrando en Uruguay un espacio desde donde podrían planificar y militar con mayor libertad y tranquilidad.
Pero su actividad pública también abarcó la investigación histórica. En 1949 publicó su obra célebre, La lucha por la tierra en el Paraguay –con una segunda edición en 1972–, recogiendo su conocimiento frente al Departamento de Tierras e incorporando nueva documentación en el exilio. Señala Liliana Brezzo [9] que el argumento central de Pastore era la explicación del surgimiento del latifundio en Paraguay, dividiendo su análisis en tres períodos: Época del Coloniaje, Época de la Independencia y Época Constitucional. Sus investigaciones le abrieron las puertas al Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay (IHGU), siendo miembro correspondiente y colaborador durante la presidencia de Ariosto González. Cabe destacar sus gestiones entre el Instituto y el grupo de historiadores liberales antes mencionado, particularmente en el ciclo de conferencias realizado en el marco del Centenario de la muerte de Artigas en 1950. La correspondencia con Antonio Ramos y Julio César Cháves señalan a Pastore como articulador entre sus compatriotas, el IHGU y el Instituto Paraguayo de Investigaciones Históricas [10].
El largo período de exilio se caracterizó por los vertiginosos cambios en la situación política de la región y el mundo. Esto hizo que las actividades de Pastore fueran acompasándose a los avatares nacionales e internacionales. Bajo el gobierno de Alfredo Stroessner en 1954, y a partir de la represión desatada, es posible identificar una nueva etapa de lucha de Pastore contra el autoritarismo en Paraguay. Las relaciones de Uruguay con el Estado paraguayo fueron seguidas de cerca por los exiliados, tanto en Montevideo como en la región. De igual manera, el impacto de la revolución cubana en el continente implicó una revisión de estrategias de Pastore y el Partido Liberal, que también seguía de cerca la actitud uruguaya ante este acontecimiento [11].
Los fallidos intentos revolucionarios del Partido Liberal durante la década de 1950 dejaron paso a nuevas formas de oposición al régimen desde el exilio. En este sentido, durante la década de 1960, Pastore ocupó la presidencia del Directorio del Partido Liberal. Desde su cargo buscó captar apoyos de organismos internacionales y representantes de distintos gobiernos latinoamericanos. La correspondencia con Walterio Mercado Adler, secretario de Relaciones Exteriores durante la presidencia de Pastore, y representante del Partido Liberal en la Unión Nacional Paraguaya, dan cuenta de las distintas gestiones en este sentido. Es posible encontrar correspondencia con distintos miembros del gobierno de Costa Rica (Francisco Orlich, Daniel Odube, Max Terán) y de Puerto Rico (Santiago Polanco Abreu), con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Luis Reque), el Instituto Interamericano de Educación Política (Benjamín Núñez), la Asociación Pro-Democracia y Libertad (José Figueres, Frances Grant), entre otros. Las violaciones de derechos humanos por parte del Stronato, así como la corrupción política del gobierno, fueron denunciados en todos estos ámbitos por parte de los liberales, y en conjunto con otros exiliados paraguayos.
Hacia 1962, ante la presión internacional y la búsqueda de legitimidad, la dictadura convocó a los distintos partidos –a excepción del Partido Comunista Paraguayo– a participar en nuevas elecciones. Como explica Alfredo Boccia Paz [12], el Partido Liberal debió afrontar la decisión de concurrir o no a los comicios. Desde Montevideo, Pastore defendió su postura de no participar en los actos eleccionarios organizados por el régimen, y combatió la postura del Movimiento Renovación, liderado por Carlos Levi Ruffinelli, afín a presentar una lista. La interna liberal se fragmentó, dejando como saldo la división del Partido y el distanciamiento cada vez mayor entre los liberales “de afuera y de adentro”.
La postura de Pastore se mantuvo firme en su intransigencia, incluso en momentos personales como el del fallecimiento de su madre. El 4 de abril de 1962 respondía a su correligionario Artemio Mereles agradeciendo sus pésames y expresaba que no pudo acompañarla en su sepelio “[…] para no hacer uso de un privilegio del tirano, quien me dio permiso para verla después de muerta y llevarla al cementerio”. Y agregaba:
Preferí seguir la suerte de los millares de paraguayos, anónimos, que forman el ejército de los patriotas desterrados, que [en] idénticas condiciones se les niega el derecho de honrar libremente a sus padres muertos. Cuando todos puedan visitar en la patria, sin temor, la tumba de sus antecesores, yo haré lo mismo, si Dios permite, incorporándome a la caravana de los expatriados que han preferido el dolor del exilio a la humillación de la esclavitud [13].
El fin de su exilio llegaría hacia mediados de la década de 1970, coincidiendo con el deterioro democrático del Uruguay y el comienzo de la dictadura cívico-militar en 1973. De nuevo en Asunción viviría bajo estricta vigilancia, a pesar de su edad y los problemas de salud que comenzaban a aquejarlo. Explica su hijo, Carlos Pastore Olmedo, que policías vestidos “de paisanos” controlaban la identidad de todas las personas que entraban y salían de la casa. Aprovechó el aislamiento que le generaba el peligro de visitarlo para retomar sus trabajos históricos, a pesar de su deteriorada salud.
Carlos Pastore vivió hasta 1996, sobreviviendo a la dictadura de Stroessner y falleciendo en democracia. Su archivo conservado en la APH da cuenta de sus múltiples facetas como intelectual y de su férrea oposición contra las dictaduras de su país. En palabras de su hijo: “Una vida centrada en la pasión por el estudio de la historia y del conocimiento de nuestra realidad social y económica como primer paso para cambiarla por la acción política, que nunca se le permitió realizar plenamente. Se diría que aún hoy, en este acto, su voz en un tono bajo y sin ningún gesto fuera de lugar, parece insistir: Señoras…, señores…, hay que estudiar la historia, hay que estudiarla…” [14].
Notas
[1] En este grupo, también puede ser incluido Justo Prieto (1897-1982). Además de compartir una formación, derrotero y vinculación similar a los demás, el propio Pastore lo reconoce como historiador en el Prólogo a la obra de Andrés Flores Colombino, La fuga de los intelectuales. Emigración paraguaya, de 1972.
[2] Sansón Corbo, T. (2018). “La historiografía liberal y la época de “El Semanario”. Una aproximación interpretativa”. En H. Caballero Campos y C. Gómez Florentín (Eds.), Nación y modernidad en moldes de plomo. La época de El Semanario de Avisos y Conocimientos útiles (1853-1868) (pp. 41-56). Asunción: Universidad Nacional de Asunción.
[3] APH, Colección documental y bibliográfica Carlos Pastore, Carpeta N° 31, “Carta de Ramos a Pastore”, 02/03/1946.
[4] Ver Ruíz, E. (2010). “Del viraje conservador al realineamiento internacional. 1933-1945”. En AAVV, Historia del Uruguay en el siglo XX (1890-2005) (pp. 85-121). Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental; y Caetano, G. (2016). “La vida política”. En A. Marchesi, V. Markarian, J. Yaffé y F. Mapfre (Eds.), Uruguay. En busca del desarrollo entre el autoritarismo y la democracia (Vol. III, pp. 37-111). Montevideo: Editorial Planeta.
[5] Marchesi, A. y Markarian, V. (2016). “Uruguay en el mundo”. En A. Marchesi, V. Markarian, J. Yaffé y F. Mapfre (Eds.), Uruguay. En busca del desarrollo entre el autoritarismo y la democracia (Vol. III, pp. 113-155). Montevideo: Editorial Planeta.
[6] Pastore, C. (1947). El Paraguay y la tiranía de Morínigo, Montevideo: Editorial Antequera.
[7] APH, Colección documental y bibliográfica Carlos Pastore, Carpeta N° 31, “Carta de Ramos a Pastore”, 18/04/1946.
[8] Caetano, G. (2019). Historia mínima del Uruguay. México: COLMEX.
[9] Brezzo, L. (2015). “Reconstruyendo a Carlos Pastore: objetivos para una biografía intelectual”. En A. Boccia Romañach, L. Brezzo y D. Rivarola, Carlos Pastore Goiburú. 65 años de “La lucha por la tierra en el Paraguay”. Asunción: Ediciones y Artes S.A.
[10] Ver Borba Eguren, M. (2021). “Carlos Pastore y el Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay: redes intelectuales y homenajes en el Centenario de Artigas”. Cuadernos de Historia. Serie economía y sociedad (26/27), pp. 353-387.
[11] García, R. y Girona, M. (2020). “Una “inmensa potencia explosiva”. Uruguay y la ruptura de relaciones con Cuba en 1964”. En M. C. Míguez, L. Morgenfeld y M. C. Míguez (Eds.), Los condicionantes internos de la política exterior. Entramados de relaciones internacionales y transnacionales(pp. 109-140). CABA.
[12] Boccia Paz, A. (2016). La travesía liberal del desierto. Los partidos liberales durante el gobierno de Stroessner. Asunción: Servilibro.
[13] APH, Colección documental y bibliográfica Carlos Pastore, Carpeta N° 26, “Carta de Pastore a Artemio Mereles”, 04/04/1962.
[14] Pastore Olmedo, C. (2015). “Semblanza biográfica del Dr. Carlos Pastore Goiburú”. En A. Boccia Romañach, L. Brezzo y D. Rivarola, Carlos Pastore Goiburú. 65 años de “La lucha por la tierra en el Paraguay”. Asunción: Ediciones y Artes S.A.
* Matías Borba Eguren es licenciado en Historia por la FHCE (UdelaR) y estudiante avanzado de la Maestría en Historia Rioplatense de la FHCE. Docente del Departamento de Historiología, del Instituto de Historia de la FHCE. Responsable del Proyecto Iniciación a la Investigación “Carlos Pastore: resistencia, exilio y escritura de la Historia en el Paraguay autoritario”, financiado por CSIC.
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