Agenda Cultural
Sergio Cáceres Mercado: “Hay un gran público ávido de filosofía”
Sergio Cáceres Mercado. Cortesía
En Paraguay existe un interés en la filosofía. En los últimos tiempos ha ido cobrando importancia la investigación sobre la evolución del pensamiento filosófico en torno a cuestiones relacionadas con la sociedad, la política, la cultura y el arte. En ese sentido, los espacios de formación, en su mayoría de orientación académica, constituyen elementos clave para el estudio sistemático de diferentes sistemas de pensamiento.
Sergio Cáceres Mercado es conocido por los cursos de filosofía que imparte con apoyo del Centro de Investigaciones en Filosofía y Ciencias Humanas (CIF). La particularidad de sus seminarios es que se realizaron este año de manera virtual y con una frecuencia mensual, presentando una variada gama de temas que resultaron de interés para el público en general. Otro rasgo distintivo de sus cursos es el permanente diálogo que el instructor se esfuerza por mantener entre los contenidos teóricos de sus clases y el panorama actual de la realidad paraguaya y del mundo. En ese sentido, desde sus inicios, los cursos de Cáceres apelan de forma permanente a los libros, especialmente a obras literarias, como una manera de despertar la curiosidad intelectual y la creatividad a la hora de reflexionar sobre grandes temas de la filosofía.
Sergio Cáceres es investigador del Instituto Nacional de Educación Superior (INAES) y docente de filosofía en la Universidad Nacional de Asunción, en la Universidad Católica “Nuestra Señora de la Asunción” y en la Academia Diplomática y Consular “Carlos Antonio López”. Es miembro del Centro de Investigaciones en Filosofía y Ciencias Humanas (CIF), del Instituto de Ciencias Sociales (ICSO) y de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA). Ha publicado libros y artículos sobre pensamiento e historia del Paraguay.
―¿Cuándo comenzaste a dictar cursos y cuál es el perfil de los participantes?
―Soy docente universitario desde el año 2000. Al pasar los años descubrí que mucha gente está interesada en aprender filosofía, pero por diversas razones no accede a un curso formal universitario. En el año 2007 ofrecí un curso sobre filosofía griega en el Ateneo Paraguayo y el público respondió. Desde entonces ofrecí diversos cursos de divulgación filosófica en varios sitios de Asunción, como la Universidad Iberoamericana, el Instituto Cultural Paraguayo-Alemán, el Centro Cultural de la República “El Cabildo”, el Centro Cultural Citibank, el Instituto de Ciencias Sociales, Tragaluz y el Centro Cultural “Lidia Guanes”. Pero cuando sobrevino la pandemia esos cursos presenciales ya no fueron posibles. Entonces empecé a ofrecer cursos online y eso permitió tener participantes del interior del país y del exterior, incluso. Sigo hasta ahora con esa modalidad, pues descubrí que es más ventajosa.
Los que se inscriben tienen un perfil heterogéneo, pero en general son adultos que ya tienen una formación profesional y desean ampliar sus horizontes con la filosofía. También hay muchos jóvenes que quieren complementar sus estudios conociendo las teorías de los filósofos. Hay un gran público ávido de filosofía, pero tantos problemas sociales tenemos que muy pocos pueden saciar esa sed.
La filosofía tiene una presencia casi epidérmica en nuestra sociedad.
―¿Cómo elegís los temas o los autores a estudiar en cada curso?
―Antes de la pandemia, los temas eran los mismos que dictaba en la universidad: filosofía política, historia de la ciencia, filosofía de la historia, teoría del arte, epistemología. Pero cuando pasé a la virtualidad, a los temas de mis clases formales sumé otros que los mismos inscriptos solicitaban, pues al matricularse online llenan un formulario donde explicitan los asuntos que les interesan para futuros cursos y me guío por esos intereses. Es sorprendente todo lo que la gente pide, pero solo un porcentaje puedo cubrir, porque hay muchas áreas o filósofos que no son de mi competencia o que no los conozco a profundidad.
En Paraguay los filósofos tenemos buena parte de la culpa, porque pocos nos inmiscuimos en los asuntos públicos.
―A partir de tu experiencia docente, ¿dirías que existe un interés hacia la filosofía en Paraguay?
―Sí, siempre hay un interés. Creo que si la gente tuviese tiempo y recursos tomaría más cursos de filosofía y también de otras disciplinas. Pero las condiciones materiales son determinantes siempre; Paraguay tiene una población pequeña, de esa población una gran mayoría no accede a una educación de calidad y, además, debe lidiar con satisfacer necesidades vitales. Por lo tanto, estudiar filosofía en el tiempo libre es un lujo que muy pocos se pueden dar. Las falencias socioestructurales de nuestra sociedad son un obstáculo importante a la hora de enriquecer el espíritu o, como diría un materialista dialéctico, la estructura determina la superestructura.
Hay una generación que está empezando a construir un corpus de teorías filosóficas vinculadas a lo que ocurre en el Paraguay.
―¿Cuáles son los temas que más interesan a quienes estudian filosofía en nuestro país y cuáles son los autores que más se leen?
―Sin duda, los temas que tienen que ver con Paraguay. Cuando voy a hablar de pensadores paraguayos, o sobre filosofía de nuestra historia, o sobre nuestra literatura, aumenta considerablemente el interés. He llegado a hablar sobre Fulgencio R. Moreno, Natalicio González, Eligio Ayala, Ignacio A. Pane, o contemporáneos como Augusto Roa Bastos, Adriano Irala Burgos, Santiago Dávalos, Lorenzo Livieres, y los participantes han sido muchos.
―Los filósofos que más atraen la atención son los que están de moda, como Byung Chul-Han, Zigmunt Bauman, Michel Foucault, o los temas que siempre son polémicos, como la política o la religión. Cuestiones sobre el arte también tienen adeptos exigentes.
Los recursos de los que ahora disponen los que estudian filosofía eran impensables en el siglo pasado.
―¿Te parece que la filosofía posee algún tipo de incidencia en el debate público paraguayo?
―Por lo que expliqué anteriormente, la filosofía tiene una presencia casi epidérmica en nuestra sociedad. Este fenómeno no es solo paraguayo, sino que también sociedades más desarrolladas le hacen poco caso a la filosofía. Pero en Paraguay los filósofos tenemos buena parte de la culpa, porque pocos nos inmiscuimos en los asuntos públicos, y en eso sí nos ganan otros países. Pocos se animan a debatir desde la filosofía, ya sea en las redes sociales, en los medios de comunicación o desde la cátedra. Ciertamente, no es fácil hacerlo teniendo en cuenta que no tenemos una gran tradición de debate en ideas, pero desde algún lado hay que romper ese círculo vicioso y creo que somos los mismos filósofos los que debemos intentar tener más protagonismo. Es ingenuo esperar que nos den nuestro lugar, porque culturalmente somos conservadores y el pensamiento crítico es temido, los que manejan los medios de comunicación buscan la primicia inmediata, aquello que vende rápido, y la filosofía no se adecua a estos requerimientos. Debemos ser creativos y valientes para que el discurso filosófico sea tenido en cuenta.
Todo esto hace que uno esté más actualizado y empiece a mirar con ojos filosóficos los problemas nacionales.
―¿Es posible hablar de una “filosofía paraguaya”?
―Creo que hay una generación que está empezando a construir un corpus de teorías filosóficas vinculadas a lo que ocurre en el Paraguay. Antes esto era muy difícil, por diversas causas. Antes que nada, el pobre desarrollo de nuestra universidad, pues esta institución es el lugar natural para el desarrollo del pensamiento filosófico (aunque no el único); las diversas dictaduras que expulsaron, encarcelaron o censuraron a los intelectuales; las condiciones materiales que obligaron a mucha gente de gran inteligencia a concentrarse en asuntos urgentes de la vida cotidiana y no en aportar en trabajo intelectual y, finalmente, el aislamiento geográfico que históricamente nos mantuvo alejados de los grandes debates y que ahora, por medio de internet o por la posibilidad de viajar mediante las becas nacionales y extranjeras, ya no es un impedimento. Hoy se puede acceder a un libro con mucha más rapidez que hace unas décadas; se puede escuchar en vivo una conferencia dictada por una gran figura de la filosofía desde cualquier parte del mundo. Los recursos de los que ahora disponen los que estudian filosofía eran impensables en el siglo pasado. Todo esto hace que uno esté más actualizado y empiece a mirar con ojos filosóficos los problemas nacionales. Creo que desde esta nueva generación ya se podrá hablar de una filosofía paraguaya porque ya se habrá elaborado pensamiento propio, y este fenómeno también se da en otras ciencias humanas y sociales. Antes se dio aislada y esporádicamente, ahora se empieza a dar de forma sistémica.
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