Nacionales
Los líquenes y una ciudad amarillo-naranja
El amarillo iluminado en las calles. Foto: Alberto Yanosky.
En una visita de campo que realizamos, un arqueólogo nos comentaba sobre el rol que tenían los líquenes en “pintar” una ciudad, y ya me había llamado la atención los colores amarillos, naranja y tonos relacionados en la ciudad de San Miguel de Allende en México, así que me motivó a tomar algunas fotos tanto a campo como de la ciudad. Como siempre, sorprendido por todo lo que uno aprende y la gran relación que hay entre la naturaleza y nuestras vidas.
Los líquenes están muy presentes en nuestras vidas y uno de los errores más comunes es pensar en los líquenes como si fueran musgos. Los líquenes no son musgos ni son plantas, tampoco animales. Un liquen es un simbionte, una fusión entre un hongo (que lo llamamos micobionte) con otro organismo capaz de hacer fotosíntesis, como una cianobacteria o un alga (que lo llamamos fotobionte). Así que cuando veas un liquen piensa en dos seres vivos juntos. Siempre domina el micobionte. Pero el fotobionte, por razones prácticas, tiende a ubicarse en la periferia del liquen, allí donde puede recoger la luz. Pueden vivir en una enorme variedad de hábitats, desde los trópicos a los polos, son cosmopolitas, y son capaces de sobrevivir a sequías muy prolongadas, a veces incluso de años. Siempre es el fotobionte el que proporciona energía al conjunto, siendo el micobionte el encargado de proporcionar su resistencia a la desecación. Así, ambos pueden vivir en entornos donde por separado no lo conseguirían.
Los líquenes proporcionan importantes servicios ambientales, movilizando elementos minerales de las rocas a diferentes niveles tróficos, reduciendo, al secuestrar carbono, las emisiones de este a la atmósfera; manteniendo la humedad y estabilizando el suelo. Los líquenes son especialmente sensibles a los niveles de contaminación atmosférica, que impacta directamente al agua de lluvia, ya sea al alterar su pH, como por el aporte de determinados compuestos. La presencia de líquenes es, por tanto, indicativa de una atmósfera poco contaminada y la ausencia de estos seres vivos es sin duda signo de aire contaminado, aunque esta correlación no sea estadísticamente perfecta, lo que supone un beneficio añadido a las acciones de mejora de la calidad del aire.
Los líquenes podrían ser descritos como los primeros colonizadores de los ambientes terrestres. Su facilidad para colonizar ambientes hostiles y, a veces, su alta especificidad en cuanto al sustrato les ha dado su reconocimiento en cepas urbanas. Las ciudades, recintos perpetuos de expansión humana, no habían sido tomadas en cuenta en lo relacionado a la biodiversidad y menos aún al expresar gran capacidad para albergarla. Las ciudades se presentan como un conjunto de espacios ecológicamente diversos y generan patrones de distribución de la biodiversidad diferentes a los encontrados en paisajes más naturales, por lo que surge una nueva rama de estudio: la ecología urbana. La historia de los colores se deriva, en parte, de la historia del desarrollo de las pinturas artísticas, su relación con los pigmentos y las características cromáticas de los diferentes materiales y objetos. En la visión precolombina del universo entre los antiguos mesoamericanos, la técnica de trabajar los materiales en general surgió de los dioses artesanos, y entre los diferentes campos de la aplicación cromática de materia orgánica, se ha trabajado con algunas fuentes y tonos de colorante vegetal.
San Miguel de Allende fue foco de una investigación y se recolectaron datos referentes a la cobertura de los sustratos y del liquen epífito y terrícola. Además, de los colores ya mencionados, el verde, proporcionado por los líquenes y hongos verdes en general, si está en áreas de buen nivel de humedad, puede transmitir una sensación de frescura y vitalidad, mientras que, si se trata de obvia sequedad, el verde se concibe más como un color de suciedad. El gris opaco y uniforme de texturas reducidas tiene efectos antitéticos: puede resultar relajante, ya que pareciera no entorpecer la fijación del punto visual, o bien inquietar como si representara un telón sobre algo que se esconde a la vista detrás de él, como sucede en los lugares cerrados ligeramente misteriosos. Lo enigmático siempre tiene cierta gracia y misterio.
Hay un área del conocimiento que se llama “etnoliquenología”, que trata de los usos que el ser humano hace con los líquenes. Desde antiguo, los líquenes han sido empleados como alimento por animales y por el hombre, para fabricar perfumes y tintes para tejidos, en la elaboración de bebidas, en decoración y en medicina tradicional. No son solo los colores de las viviendas, sino también el color de la flor de cempasúchil de la que hablamos el domingo pasado. Por lo tanto, esta relación entre los líquenes que se encuentran en las rocas en cercanías de San Miguel de Allende y los colores de sus viviendas, ya tienen una respuesta gracias a los estudiosos de la temática, y esto me da pie para poder avanzar sobre el rol de los líquenes en nuestros entornos. Gracias México por tantos aportes y por fortalecer el convencimiento del intrínseco vínculo entre naturales y sociedad, más allá de lo que pueda tener valor para nosotros como sociedad.
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