Nacionales
Los lapachos, legado de Tupã, engalanan y colorean el Paraguay
Imponente Lapacho rosado. Foto: Lidia Pérez Molas.
Los meses de agosto y septiembre con bien conocidos por la floración de los lapachos que visten las ciudades y los campos de toda la República. Mirar nuestras ciudades y los campos desde lejos, como así también recorrerlos es tomar conciencia de la cantidad de lapachos rosados, en menor número los blancos y también los amarillos. Hay una transición entre los lapachos rosados que ya florecen en julio y agosto, mientras que entre finales de agosto y septiembre los colores rosados comienzan a ser reemplazados por un color amarillo intenso que no deja de llamar la atención.
Estos árboles son nativos, es decir que han estado aquí en el territorio nacional y no se han traído de otros lugares, forman parte del paisaje natural del Paraguay y por ello también están más adaptados a las condiciones que el territorio les plantea, como sequías, inundaciones, y todo ese clima tan cambiante de fríos intensos y días muy calurosos con alta radiación. Ver los lapachos rosados en flor es saber que estamos en invierno y ver los lapachos amarillos ya es un indicativo de que estamos saliendo de los intensos días fríos el invierno para adentrarnos en la primavera.
Llamamos lapacho a estos árboles elegantes, frondosos y rectos, como uno se imagina un árbol, hasta podría decir que es el árbol clásico que uno dibujaría, con un tronco recto y ramas que sostienen una copa que contiene las hojas y luego las flores, con esta característica que cuando florecen, pierden sus hojas.
El lapacho blanco parece ser un morfo de la misma especie que el lapacho rosado, algunas fuentes dicen que sería algo así como un caso de “albinismo” de los lapachos rosados, otros dicen que se trata de un gen recesivo del lapacho rosado. Lo cierto que el albinismo en general se da por la aparición de un gen recesivo relacionado con la falta de pigmentación.
Pero lo cierto es que muy poca gente usa ese nombre de “lapacho”, más bien usamos “tajy”, palabra de origen guaraní que alude a “fuerte, resistente”, seguramente en relación a la dureza de su madera. Cuando nos referimos al lapacho amarillo, hablamos del tajy sa’yju y es importante saber que existe en nuestro entorno otro lapacho, que el lapacho negro o tajy hû. Este lapacho se llama negro por el color de su madera, pero es de flore rosadas. Este lapacho es realmente muy nuestro, ya que junto a otras especies de lapachos se lo considera como el árbol nacional de la República del Paraguay.
A propuesta de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de Asunción, en el 2012 se lo declara por ley como el árbol nacional en el marco del bicentenario de la independencia nacional. Entonces, ese es un árbol al que debemos reconocer y apreciar. Esta especie se encuentra con grados de amenaza para su conservación, más sólida razón para conservarlo.
Cuando pensamos en conservar la especie y sus poblaciones es importante que tengamos en cuenta la diversidad genética, no es lo mismo un ambiente natural con un bosque rico en lapachos, que un área de parques en donde los elementos arbóreos se plantan, muchas veces son clones, es decir descendientes del mismo individuo con la misma variabilidad genética.
No podemos pensar en conservar una especie solo conservando unos cuantos ejemplares en pie, por ello valoremos todos estos tajy que tenemos en la ciudad, pero que no fueron plantados, sino que están allí porque le construimos la ciudad encima y en su rededor, o porque por cuestiones naturales aparecen. Recordemos el tipo de semillas que tienen los lapachos.
Luego de esas bellas flores que ornamentan la ciudad, vienen unas vainas (o “chauchas”) medio aplanadas que son dehiscentes, llamamos así a los frutos que se abren y permiten liberar sus semillas, con la diferencia que las semillas del lapacho son aladas, esto facilita la dispersión, con el viento principalmente, y así poder distribuir la carga genética de los diferentes individuos.
Seguramente muchos de ustedes habrán visto la cantidad de flores sobre el suelo cuando los lapachos entran en floración, pues revisen el piso cuando las flores ya no estén y verán la cantidad de semillas aladas que cubren el suelo. Esta es la forma que tiene este llamativo árbol nacional de perpetuar su especie.
Y una especie así no podía estar ajena la cultura guaraní, los guaraníes lo conocen como “El árbol de Yvága” (el árbol del Cielo), “el árbol de Tupã Tenondete” (frente a Dios) creado para marcar el territorio y símbolo de su fortaleza; y es eso precisamente lo que siente, donde hay un tajy se lo siente imponente como marcando la presencia guaraní. Y su floración en invierno, tiñendo de rosado el paisaje, alegra la vista en un ambiente que se lo percibe como gris y con muchos árboles perdiendo sus hojas.
De ahora en más, además de apreciar nuestros lapachos, los invito a abrazar al imponente, a rendirle homenaje y permitirle que siga marcando su presencia en tierras guaraníes, además de llevar su impronta a diferentes ciudades del mundo, donde por su belleza e imponencia, se lo planta como ornamental.
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