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Cultura

El cónsul Ruffin en Asunción, 1897-1907

J.N. Ruffin, cónsul de Estados Unidos en Paraguay, 1897-1907 © The New York Public Library

J.N. Ruffin, cónsul de Estados Unidos en Paraguay, 1897-1907 © The New York Public Library

Es casi seguro que John N. Ruffin, de Tennessee, fue una de las figuras más oscuras de la historia diplomática de las Américas. No sabemos casi nada sobre él, salvo el hecho de que era un hombre afroamericano, nacido en Memphis en 1879 y fiel partidario del Partido Republicano, del presidente McKinley, en la última década del siglo XIX, época durante la cual esa facción del republicanismo había perdido el control sobre los estados del sur, pero no sobre la nación en su conjunto. Quizás no sorprenda, por lo tanto, que al ingresar al servicio diplomático Ruffin fuera nombrado cónsul de Estados Unidos en Paraguay, uno de los puestos más oscuros a los que podía aspirar un diplomático junior.

Los lectores deberían recordar que, después de las experiencias encontradas de Charles Ames Washburn y Martin McMahon durante la Guerra de la Triple Alianza, el gobierno norteamericano ya estaba cansado de que los diplomáticos involucraran a Estados Unidos en asuntos con los cuales no tenía vinculación evidente. Al mismo tiempo, al reconocer que sus intereses comerciales eran insignificantes en Paraguay, el Departamento de Estado decidió reducir la representación norteamericana. De ahí en más, y durante muchísimos años, el embajador designado para Paraguay estaba también acreditado ante Uruguay y mantuvo su residencia en Montevideo, visitando raramente Asunción.

Esto dejó al cónsul como el norteamericano de mayor rango en la República Guaraní; y, si bien el hombre que ocupaba este cargo podía aducir poca autoridad real en términos de influencia diplomática, la independencia de la que disfrutó en Asunción probablemente fue amplia, ya que nadie supervisaba de cerca sus actividades entre los paraguayos, y a sus superiores en Washington parecía no importarles.

Esta había sido la situación durante más de veinte años. Pero las cosas empezaron a cambiar cuando Ruffin llegó a Paraguay en 1897. Desde la época de la Conferencia Panamericana, ocho años antes, el gobierno norteamericano había esperado fomentar un mayor comercio no solo con los países latinoamericanos vecinos, sino también con el continente austral como un todo. Así, los empresarios estadounidenses comenzaron a llegar en número considerable a Buenos Aires, Santiago y otras ciudades, donde promovieron un mercado ampliado para sus productos norteamericanos.

Hasta cierto punto, estos esfuerzos sirvieron para desplazar los tradicionales vínculos comerciales de América del Sur con Europa, especialmente con España, Francia y Gran Bretaña. Ruffin, aunque no se diera cuenta en ese momento, necesariamente se sumó a esta nueva apertura comercial entre Estados Unidos y América Latina. Aunque se encontraba en circunstancias bastante aisladas, estaba obligado a participar en el fomento de un nuevo comercio que ayudaría a llevar al Paraguay a la era moderna. Y casi cincuenta años después, escribió sobre esta experiencia en un breve artículo en el American Foreign Service Journal.

Su artículo podría entenderse menos como una pieza analítica que como las breves impresiones y notas variadas de un abuelo, vinculadas con algunas referencias periodísticas que Ruffin decidió agregar a último momento. Al igual que otros diplomáticos retirados, tendía a exagerar su limitado papel, particularmente en el contexto de la corta guerra que Estados Unidos libró con España en 1898 y en la que Paraguay se mantuvo escrupulosamente neutral. Sin embargo, ofreció algunas observaciones interesantes del país en un momento en el que muchas cosas estaban cambiando.

* * *

Así escribía Ruffin:

“En 1897, cuando vi Asunción, la capital de Paraguay, las calles estaban pavimentadas con adoquines sobre los cuales el pequeño tranvía de la ciudad, tirado por un par de animales con cencerros alrededor del cuello, circulaba apresuradamente por la calle principal, con el conductor tocando continuamente la bocina para advertir a los peatones. No había electricidad y las calles estaban iluminadas con lámparas de aceite, y era un espectáculo muy interesante ver a los “encendedores” encontrarse en un lugar central desde donde partían con sus antorchas para encender las diferentes lámparas de la ciudad.

En el centro no había agua corriente ni drenaje, excepto lo vertido a la calle a través de canales desde las casas. Los baños eran pozos negros que los contratistas vaciaban. Una vez, el propietario de un gran hotel donde se alojaba el ministro estadounidense cayó en una alcantarilla del hotel y se asfixió antes de poder ser rescatado. El suministro de agua se realizaba mediante cisternas construidas en el suelo que recogían agua de lluvia desde los tejados y de las que se extraía mediante cubos galvanizados. La ducha se utilizaba en todas partes.

En Asunción no había más de una docena de estadounidenses que se dedicaban a la ganadería, el comercio, la odontología y algunos a la contabilidad. El Consulado ocupó una casa de dos pisos donde luego vivió el vicepresidente de la República. Allí todos los despachos eran escritos a mano, ya que no había máquinas de escribir. Una vez llevé conmigo una Elliott & Hatch que mecanografiaba libros. Se colocaba el libro bajo el carro de la máquina que se movía sobre él de un lado al otro. Era una maravilla y uno de los jóvenes paraguayos quedó tan fascinado que tuve que vendérsela. En el Consulado solo había sillas y mesas planas, que reemplacé por escritorios con tapa enrollable, archivadores Amberge, sillas giratorias y otras cosas. El escritorio con tapa enrollable era ciertamente una novedad y, a menudo, cuando un visitante del Consulado que lo veía quedaba tan encantado que pedía uno inmediatamente a Estados Unidos.

El siguiente es un extracto de un informe del Memphis Evening Scimitar fechado el 31 de agosto de 1898, respecto al Consulado Americano:

‘Asunción, Paraguay, 5 de julio. Por primera vez desde la guerra del Paraguay la bandera de los Estados Unidos y el Consulado han sido en este país saludados y visitados por personal diplomático y funcionarios gubernamentales para celebrar el gran día de nuestra independencia. Desde entonces no habíamos tenido un auténtico cónsul americano en este país hasta que enviaron al señor Ruffin aquí.

‘El gobierno nacional hizo ondear su bandera sobre todos los edificios durante todo el día y por la tarde, en la recepción, se envió una banda militar a tocar ante el Consulado, donde se izó la bandera de las barras y las estrellas sobre el hermoso edificio.

‘Todas las legaciones y consulados acreditados en este país tuvieron sus respectivas banderas izadas todo el día…’

En aquellos días, ningún automóvil circulaba por las calles del Paraguay. El coche Ford fue el primero en llegar; yo induje a un importador a que lo introdujera. ¡Era un espectáculo ver ese auto corriendo calle arriba y calle abajo sin ningún caballo tirando de él! Saqué un buggy que causó furor con su tremendo ruido provocado por la falta de silenciador en el motor, que estaba colocado justo debajo del asiento. Todos salieron corriendo a la calle para ver qué era aquel terrible ruido y de inmediato un fotógrafo paraguayo lo compró para publicitar su negocio. Conducía el buggy por los rincones más apartados de la ciudad, adornado con un gran cartel con fotografías.

En aquellos días la cuestión era si el Paraguay debía imprimir su propio papel moneda o no, por lo que, siguiendo mi recomendación, sugerí al gobierno paraguayo confiar a la American Bank Note Company de la ciudad de Nueva York la impresión de cien millones de pesos paraguayos. Paraguay tuvo así los primeros pesos actualizados provenientes de Estados Unidos.

Paraguay buscó la intervención de Norteamérica en su guerra contra la Triple Alianza en 1870 pero en mi entrevista con el ministro paraguayo enviado por el presidente López a los Estados Unidos con este fin, éste me dijo que ya era demasiado tarde, López ya había sido derrotado.

Poco después de mi llegada al Paraguay, estalló la guerra hispanoamericana y me tocó internar la cañonera española Temerario cuando entró en aguas paraguayas.

En su edición del 26 de mayo de 1898, el diario La Democracia, de Asunción, publicó lo siguiente:

‘El cónsul norteamericano y el Temerario. Ayer, pocos momentos después del fondeo del Temerario, el cónsul, Sr. John N. Ruffin, se presentó en el despacho del capitán del puerto y preguntó sobre el viaje del barco y si era estaba confirmado que venía con la maquinaria fuera de servicio. Los secretarios respondieron que no sabían nada y que el primer oficial del puerto aún se encontraba a bordo del buque y aún no había regresado.’

El Temerario era un barco de ligero calado enviado al Río de la Plata para destruir los buques y el comercio estadounidenses. El Oregon fue enviado a atacarlo, pero el Oregon sacó una cantidad considerable de agua y no le fue posible perseguir al Temerario río arriba. Este subió mil millas río, penetrando en el río Paraguay.

The Evening Star y Memphis Scimitar publicaron lo siguiente:

‘Buenos Aires, 1 de junio. El Gobierno del Paraguay ha informado al cónsul de los Estados Unidos en Asunción, J.N. Ruffin, quien protestó contra la continua presencia del torpedero español Temerario en aguas paraguayas, que se ha concedido permiso al Temerario, que está inutilizado, para permanecer en Asunción bajo la protección de la neutralidad paraguaya, hasta el fin de la guerra.

El Temerario es el torpedero que estuvo en aguas brasileñas y paraguayas durante el paso del Oregón alrededor del Cuerno, y se temía que estuviera empeñado en interceptar al gran buque de guerra americano. Pero el cónsul Ruffin parece haber capturado al español y haberlo atado, como se ata un paquete en el dique al pie de Monroe Street. Y cuando termine el mandato del cónsul Ruffin, no sería sorprendente verlo regresar a casa por el Mississippi en la nave capturada, enarbolando la bandera estadounidense.’” [1]

* * *

Este último comentario, que no fue del propio Ruffin, tiene un elemento de tontería que podría haber atraído su atención en años posteriores al intentar resumir su carrera como diplomático. Ya sabemos un poco sobre las experiencias de Ruffin en Paraguay hasta 1907. Teniendo en cuenta esto, podríamos recordar que las relaciones exteriores del Paraguay en aquel momento padecieron las numerosas confrontaciones entre el Partido Colorado y el Partido Liberal.

Esta última facción logró adquirir en Argentina un barco fluvial armado que bloqueó con éxito la desembocadura del río Paraguay. El asediado gobierno colorado, desprovisto de cualquier recurso naval, recurrió al cónsul Ruffin para que abriera el comercio fluvial una vez más. Si bien Ruffin tenía algunos amigos personales importantes en Asunción, no se podía decir lo mismo de sus relaciones con altos funcionarios del gobierno estadounidense. Logró utilizar su limitada influencia en Washington para obtener alguna declaración oficial de preocupación, pero nadie en la capital americana parecía interesado en provocar un embrollo importante en los ríos interiores de América del Sur. Los colorados tenían pocas esperanzas de recibir ayuda extranjera en ese momento. Y en 1904, el general Benigno Ferreira, que alguna vez fue oficial de la Legión Paraguaya, llegó al poder y procedió a purgar al gobierno y al ejército paraguayo de todos los seguidores de la ANR.

Los nuevos gobiernos liberales no olvidaron que el cónsul Ruffin aparentemente se había puesto del lado de los colorados y decidieron destituirlo de su cargo. La excusa para este resentimiento fueron sus torpes respuestas a cuestionables desafíos comerciales. Parece que Ruffin no había pagado un préstamo que le habían concedido unos empresarios paraguayos, quienes le entablaron una demanda civil. Ruffin había dejado Asunción por poco tiempo en 1905 y sus interlocutores afirmaban que intentaba huir del país sin resolver sus actividades comerciales.

El Ministerio de Relaciones Exteriores del Paraguay se involucró con la acusación de que el antiguo gobierno colorado había entregado a Ruffin 7.500 pesos en moneda argentina como parte de pago por un barco a vapor que atravesaba el bloqueo. Como la nueva administración liberal no recibió ni el barco ni el dinero devuelto, los paraguayos protestaron oficialmente y el Departamento de Estado respondió que no pondría ningún obstáculo en el camino del cobro justo de las deudas. Finalmente, en un epílogo bastante confuso, el gobierno liberal acusó a Ruffin de haberse acercado irregularmente a un traficante de armas británico en Buenos Aires en nombre del nuevo régimen. Evidentemente, esto era ir ya muy lejos, e incluso en Montevideo el ministro William R. Finch, superior inmediato de Ruffin, concluyó que había llegado el momento de que el cónsul se fuera.

Ruffin fue declarado persona non grata poco después, evidentemente a principios de 1907 [2].  No hemos podido descubrir nada de su carrera posterior, pero parece haber regresado a Memphis para emprender negocios durante muchos años. Sin embargo, nunca olvidó sus aventuras anteriores en Paraguay. Estas sirvieron para que, en 1944, mientras la Segunda Guerra Mundial hacía estragos en Europa y el Pacífico, el American Foreign Service Journal considerara que las reminiscencias abreviadas de un anciano tenían suficiente interés como para merecer su publicación.

 

Notas

[1] J.N. Ruffin, “The Temerario at Asunción”, American Foreign Service Journal (November 1944), pp. 612-664.

[2] Frank O. Mora and Jerry W. Cooney, Paraguay and the United States: Distant Allies (Athens and London: University of Georgia Press, 2007), pp. 45-48.

 

* Thomas Whigham es profesor emérito de la Universidad de Georgia, Estados Unidos.

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