Cultura
Sobre la traducción. El guaraní recibe la poesía de Olga Orozco
Acaba de aparecer “Orozco pytukue”, publicación bilingüe que reúne un conjunto de poemas de Olga Orozco, seleccionados y traducidos al guaraní por Susy Delgado. La celebrada poeta argentina es así homenajeada en su centenario.
© Casa Museo Olga Orozco
“Hecha de ecos, reflejos y correspondencias entre el sonido y el sentido, la poesía es un tejido de connotaciones y, por tanto, es intraducible. Confieso que esta idea me repugna, no solo porque se opone a la imagen que yo me he hecho de la universalidad de la poesía, sino porque se funda en una concepción errónea de lo que es la traducción” [1]. La frase es de Octavio Paz, el premio Nobel de Literatura que ejercitó su labor de traductor con la misma pasión con que escribía sus poemas y ensayos. Un poeta que traducía a otros poetas, muchas veces muy distantes en el espacio y en el tiempo.
Pero ¿por qué un poeta quiere traducir a otro? Paul Ricoeur habla del deseo de traducir, esa pulsión a poner en la propia lengua lo dicho en otra. Un deseo que, sin duda, nace de la seducción que un texto ejerce sobre un lector que escribe: el poeta-traductor. El texto, textura que se teje, se entreteje y se despliega hasta envolver a quien lo recorre. El texto, cuya traducción genera goce.
Viaje, exploración, búsqueda de un sentido equivalente para nombrar lo que ya ha sido dicho. Práctica poética que debe lidiar con “la propensión del lenguaje al enigma, al artificio, al hermetismo, al secreto” [2]. Eso es la traducción, una manera de hospitalidad lingüística. En ella se verifica, quizás más que en ningún otro género, la capacidad reflexiva del lenguaje, la posibilidad de alejarse de sí, de distanciarse de su propio ser.
“Del mismo modo que la literatura es una función especializada del lenguaje, la traducción debería comprenderse como una función especializada de la literatura” [3], dice Paz, para quien traducir poemas solo es posible gracias a que “la poesía no es comunicación sino comunión” [4]. Para el escritor, que tradujo sin vacilaciones a poetas tan disímiles como Apollinaire, Cummings, Donne, Chuang Tzu o Basho, “la traducción es una operación análoga a la creación poética, solo que se despliega en sentido inverso” [5]: mientras el poeta construye con signos móviles un texto inamovible (cada palabra del poema es irremplazable), el traductor parte de un texto fijo, lo desmonta, y lo devuelve al flujo del lenguaje.
Sin equívoco, pues, cabe afirmar que la traducción literaria es una cuestión de afinidades electivas. Este ha sido el caso del encuentro Olga Orozco-Susy Delgado, plasmado en una edición bilingüe que, bajo el título Orozco pytukue, acerca la escritura de la celebrada poeta argentina a los lectores de habla guaraní.
Orozco, cuyo centenario se cumple este año, es una figura fundamental de la poesía hispanoamericana de la generación del 40. Polifacética, llegó a firmar con ocho pseudónimos desde crónicas periodísticas, crítica teatral y hasta textos de horóscopos. Con 18 volúmenes publicados, recibió distinciones destacadas como el Premio Gabriela Mistral de la OEA (1988), el Premio Konex de Platino (1994), el Premio de Literatura Latinoamericana Juan Rulfo (1998) y el Premio Konex de Honor (2004).
Orozco fue la poeta –como dice Carolina Giollo– “que devolvió la carga chamánica a la palabra”. La misma que escribió a otra poeta, más joven pero igual de intensa (Alejandra Pizarnik): “caes una vez más por la ranura de la noche” o “tiemblas frente a un insecto que cubre con sus membranas todo el caos”. Sí, la misma que dijo “la infancia es como una semilla tatuada” o “no, este cuerpo no puede ser tan solo para entrar y salir”.
Su universo, rico en imágenes visuales, sonoras y conceptuales, despertó en Susy Delgado ese “deseo” del que hablaba Ricoeur. Como ella misma dice en el texto preliminar del volumen, “la seducción empezó tal vez ante su lenguaje de riqueza apabullante, que se despliega con una cadencia de surgente inagotable, que pide y crea versos largos, de insospechados pliegues que asoman bajo su estructura compleja…” Un universo que presenta –a los ojos de Delgado– “elementos y climas que muestran un asombroso parentesco con los que guardan los textos sagrados de los guaraní”. Más allá de las distancias culturales y lingüísticas, las penumbras y relámpagos de Orozco se acercaron a la densa neblina primigenia de la cual habla el Ayvu rapyta.
Orozco pytukue, publicado por la Secretaría Nacional de Cultura, la Embajada Argentina y Editorial Arandura, reúne 16 poemas en español y sus correspondientes en guaraní. “Entre el balbuceo de los primeros y la culminación del libro transcurrieron aproximadamente unos seis meses”, dice Delgado, para quien la traducción es su segundo campo de trabajo literario. Comenzó con sus propios poemarios “como respuesta a una necesidad clara que percibí desde el comienzo –la de establecer un puente con otra lengua más accesible a todos–, y se fue convirtiendo en una pasión”. Luego vinieron las traducciones de poetas de lengua guaraní para algunas antologías que realizó. En los últimos años elaboró una antología bilingüe de poemas de Augusto Roa Bastos, llevó al guaraní una antología de Gabriela Mistral y comenzó a traducir a la gallega Rosalía de Castro, “además de borronear traducciones sueltas de muchos otros poetas que admiro”.
Si bien Susy Delgado considera difícil delimitar la poesía de Orozco en una definición, la lectura reiterada de sus poemarios le permite afirmar que esta es “una poesía del ser, una búsqueda obsesiva que se extiende y se profundiza a lo largo de su obra, hundiéndose en las sombras más inquietantes de la vida del ser humano, entre las cuales se filtra a veces una luz enceguecedora”.
Sobre las dificultades que implica una labor como esta, dadas las diferencias lingüísticas estructurales entre ambos idiomas, la poeta dice: “Una vez que una cree o siente que ha aprehendido las claves de la obra en cuanto a su contenido, se plantea el gran desafío de trasladar esta carga preciosa a un universo completamente diferente, a una lengua estructurada con elementos, mecanismos y normas muy distintas. Y es un reto aún mayor si uno pretende acercarse a la música del poema original. Ese es un trabajo terriblemente difícil en el que hay que apelar a muchos rodeos, a circunloquios, a creaciones; hay que borronear mucho, recurrir a los diccionarios, a los sinónimos, hay que dar muchísimas vueltas hasta lograr al menos algo de esa música original. Ese es el mayor desafío entre dos lenguas muy diferentes como el castellano y el guaraní. Entre los maestros de la traducción que tenemos en Paraguay y que cumplen maravillosamente el objetivo de acercarse a la música original del texto asumido, admiro mucho a Félix de Guarania, Carlos Villagra Marsal y Rubén Bareiro Saguier. Y sigo pensando, como al comienzo de este camino, que las traducciones son fundamentales para valorizar las lenguas como el guaraní y proyectarlas hacia el diálogo enriquecedor con sus hermanas”.
Resulta inevitable hablar sobre la mentada contradición fidelidad-traición en la tarea del traductor. Delgado cuenta que “en los primeros años, al comenzar a trabajar, creía en esa famosa fidelidad. Con el tiempo, y después de leer y comparar muchas traducciones de grandes maestros y leer teoría sobre el tema, descubrí que la fidelidad solo es posible hasta cierto punto; también depende de la postura del traductor. Una traducción es siempre una creación nueva. Yo siempre hablo de acercamiento, con un poco de pudor, desde luego. Pretendo una fidelidad hasta cierto punto pero he llegado a entender que hay nueva creación en una traducción, y eso explica que haya traducciones muy diferentes de un mismo poema. Entonces, el gran desafío es acercarse al significado original de la mejor manera posible. El hecho de que Olga Orozco cultivara el verso libre parecería que puede ayudar, pero no es tan así, porque ella tenía su propia música, como los grandes poetas. Yo tenía que acercarme a esa música. Y en medio de eso, a todos los matices que se interponen en una poesía tan rica como la suya”.
Aquí parece oportuno recordar a Borges, cuando afirmaba que traducía basándose en “una feliz y creativa infidelidad”. Infidelidad lúdica que amplía el horizonte de la lengua original.
[1] Octavio Paz, Traducción: literatura y literalidad. Barcelona: Tusquets, 1971.
[2] Paul Ricoeur. “El paradigma de la traducción”, Identidad y Cultura.
[3] Octavio Paz, Traducción: literatura y literalidad.
[4] Octavio Paz. “Lectura y contemplación”. Entre uno y muchos. Obras completas I. FCE, 2014.
[5] Octavio Paz, Traducción: literatura y literalidad.
Nota: Las fotografías de Olga Orozco son de la Casa Museo Olga Orozco, Tohay, La Pampa.
* Escritora, crítica de arte, editora, curadora independiente.
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Luiz Ernesto Meyer Pereira
13 de diciembre de 2020 at 16:37
Gostei muito do texto “Sobre a tradução. O guarani recebe a poesia de Olga Orozco” por Adriana Almada. “Orozco pytukue “ conjunto de poemas da argentina Olga Orozco selecionados e traduzidos ao guarani Susy Delgado no centenário de Olga Orozco. Parabéns pela iniciativa!!! 👏👏👏👏👏
Joaquin Sánchez
13 de diciembre de 2020 at 19:50
Maravilloso artículo!
Adriana Almada,
gracias por presentarme a Olga Orozco!
Entonces traducimos?