Nacionales
Cosmopolita y alucinógeno
Nuevamente y gracias a los conocimientos compartidos por colegas, en esta oportunidad voy a enfocarme en un hongo, cosmopolita, que puede aparecer (y desaparecer) en nuestros alrededores. La colega Fátima Piris da Motta me compartió unas fotos que había tomado y creí pertinente volver a tocar el tema, pero ya más enfocado en esta especie que se la conoce como Psilocybecubensis; en particular desconozco si tiene un nombre vulgar, más allá de la generalidad de pombero kaka o como se los refiere en guaraní (los excrementos de pombero, un ser mitológico).
Este hongo de sombrero, como podríamos tipificarlo, pertenece a los Fungi u hongos (fungi es el plural de fungus, hongo), y es un reino de la biodiversidad diferente a lo que normalmente conocemos, como las plantas o los animales. No son plantas, ya que tienen quitina en lugar de celulosa y no son animales (si bien están más cercanos a ellos que a las plantas) porque poseen paredes celulares. Siempre hablamos de biodiversidad y automáticamente pensamos en plantas y animales, y nos olvidamos de los hongos, como así también de los protistas y los cromistas (ya hablaremos de ellos). Lo importante es saber que no sólo hay animales y plantas, sino que hay otros tres reinos más en esta gran diversidad biológicamente del planeta y que estos cinco reinos interactúan entre ellos y hasta dependen uno de otro.
Pero volvamos a los hongos, que cumplen un rol fundamental en la naturaleza y en nuestras vidas, a veces para facilitarnos la vida y otras para afectarnos negativamente. Los hongos están en diversos tipos de hábitats y tienen una alta importancia económica (cómo haríamos el pan y las pizzas sin levaduras, o cómo haríamos la cerveza, imaginen los antibióticos, los agentes para el control de plagas, o los deliciosos champiñones, solo por citar algunos). Dentro de esta gran diversidad de formas y colores, aparece uno que es cómo representaríamos un hongo si tuviésemos que dibujarlo, el foco de nuestro artículo, el Psilocybe, un tronquito que lo une al suelo (se lo conoce como estípite) y un sombrero (que se lo conoce con el nombre de píleo), por debajo del píleo hay como ranuras, pliegues, láminas, que se conoce con el nombre de himenio donde se alojan las esporas, y sobre el píleo hay escamas y el estípite tiene por encima un anillo y por debajo una volva que lo conecta a tierra a través de unas ramificaciones que se conocen con el nombre de micelio.
Nuestro Psilocybe cubensis es un hongo de sombrero típico, que no suele pasar los 15 cm, es un hongo pequeño, y adopta diferentes colores desde blanco a colores oscuros, y cuando se quiebran o se rompen adoptan un color azul verdoso, y esto se debe a la exposición a la luz y al aire de la psilocibina. Es un hongo estercolero, crece normalmente sobre las bostas del ganado, se le dice coprófago (que come excrementos) y es gregario (nunca lo vas a encontrar solo, sino con otros miembros de su misma especie). Pero se desarrolla en cualquier bosta, no solo al de rumiantes, así que imagínense el destacado rol que cumplen en la naturaleza. Si bien no lo vemos, sus esporas están ahí, listas para desarrollar un hongo cuando se dan las condiciones, como después de las lluvias. Su nombre científico hace referencia a cabeza desnuda debido a cómo es el píleo o sombrero, y cubensis es un epíteto geográfico para cubano.
Este hongo se cultiva y con las condiciones técnicas adecuadas pasan de esporas a “hongo (seta)” en seis semanas, cultivo que se hace en varios países de América Latina. Esa sustancia que provoca alucinaciones es la ya mencionada psilocibina, ya que lo que hace es modificar la relación con el entorno y afecta el comportamiento; por supuesto que dependiendo de la dosis, se dan fenómenos psico sensoriales muy particulares que pueden durar hasta seis horas, con alucinaciones visuales y auditivas, perspectivas diferentes de la relación espacio y tiempo, y afecciones somáticas también.
Dadas estas situaciones, es lógico que la tenencia de este hongo esté prohibida en diferentes partes del mundo y hasta estrictamente regulada su producción. Esta sustancia no es exclusiva de este hongo, sino que hay más de 200 especies que lo contienen. Y algunos grupos indígenas lo utilizan como prácticas ancestrales, para ciertos rituales. Así que el elemento de la biodiversidad produce algo que utilizamos, y los pueblos indígenas que lo han incorporado a sus culturas y saberes, han permitido al mundo moderno buscarlo, identificarlo y producirlo, como fuera en aquella historia publicada en la revista Life a finales de la década del 50, titulada “en búsqueda del hongo mágico”.
En fin, un elemento más de la biodiversidad que se relaciona intrínsecamente con nosotros, y que tiene su razón de existir, cumpliendo un rol destacado en la naturaleza, que la civilización ha logrado identificar y utilizar, solo nos queda asegurar que siga siendo cosmopolita y que sus cualidades alucinógenas sean de utilidad para la humanidad.
Se agradece a Fátima Piris da Motta por la motivación y las fotos.
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