Cultura
“Foto movida”: Acerca del devenir de ciertas imágenes
Mayeli Villalba, Una limpia casera, 2021 Still de performance.
La exposición titulada Foto movida [que será inaugurada próximamente en el CAV/Museo del Barro] reúne un conjunto de fotografías de la Colección Mendonca, importante acervo de arte integrado por piezas correspondientes a diversos medios de expresión visual. El lote fotográfico de esta colección rebasa de manera amplia las posibilidades de ser expuesto en su totalidad; por ello, la curaduría de esta muestra ha seleccionado las obras no solo atendiendo valores estético-expresivos y conceptuales, sino tratando de cubrir un espectro amplio de producción que incluye diferentes técnicas, propuestas y generaciones.
Por otro lado, la muestra ha escogido obras no circunscritas definitivamente en el género fotográfico (definido por la autonomía formal moderna); parte de los procedimientos de la fotografía para desarrollarlos en distintas direcciones, o bien para transgredir los límites marcados por categorías canónicas y buscar encuentros y cruces con medios diversos.
El título de la exposición toma la figura de la foto movida, también denominada “foto trepidada”: la borroneada o distorsionada, de modo parcial o total, a partir de un movimiento de la cámara, del objeto representado o del pulso del fotógrafo. La pérdida de nitidez o exactitud de enfoque puede deberse a un error, un accidente o una propuesta deliberada. El título de la exposición no se refiere solo al recurso que asume esta situación para movilizar significaciones nuevas (intención que aparece en varias piezas expuestas), sino, en especial, alude al hecho de que la fotografía contemporánea tiende a moverse más allá de las fronteras del género que convencionalmente la encuadra. El carácter deíctico o referencial del acto fotográfico otorga a sus imágenes la posibilidad de registrar con fidelidad cosas o sucesos, cuya representación queda, así, certificada en su veracidad. Esta facultad de representar directamente la realidad y de testificar acerca de la verdad de su inscripción ha promovido la separación entre la fotografía documental y la artística.
Barthes distingue en este ámbito el studium del punctum. El primer término se refiere al nivel informativo de la imagen, que registra una situación objetiva, permite levantar de modo fidedigno hechos y contextos históricos y concede a estas referencias valor probatorio o testifical. El punctum trastorna la evidencia empírica mediante un lance agudo capaz de rasgar el telón de la representación y lanzar líneas de fuga; estas fuerzas remiten al fuera de campo, escapan al tratamiento verista de la realidad y sugieren sentidos nuevos. Tal es el ámbito de la llamada “fotografía artística”, más preocupada por trabajar lances poéticos y conceptuales que por certificar la verdad de lo mostrado. El arte busca la verdad, pero lo hace mediante sus propios artificios, asumiendo la complejidad de realidades provistas de muchas capas y cruzadas por sombras y silencios que no pueden ser revelados ni expuestos.
Hoy, difícilmente puedan establecerse los límites de la llamada “fotografía artística”, pues este término designa un puesto provisional, ubicado en las fronteras maleables de prácticas y discursos diferentes. Esta indefinición tiene tres consecuencias. En primer lugar, la “fotografía pura” tiende a cruzarse, y aun confundirse, con imágenes de la pintura, el dibujo, el audiovisual, la instalación, etc. En segundo, resulta de poca utilidad distinguir entre la fotografía moderna, basada en la autonomía estético-formal, y la contemporánea, rastreadora de relatos y discursos extraartísticos; ambas dependen tanto de la imagen como del concepto, aunque lo hagan en grados distintos. Por último, se ha vuelto insostenible la separación tajante entre los dominios de la fotografía artística, centrada en la expresión poética, y los terrenos de la fotografía documental (referencial, ensayística, testimonial, periodística, publicitaria o de reportaje), enfocada en los contenidos.
El punctum, el desvío de lo mostrado o la aparición fugaz de lo no mostrado (el aura), puede ocurrir en cualquier tipo de imagen capaz de sugerir que existe un fuera de sí. Es más, la fotografía documental (en sentido amplio) recurre cada vez más a expedientes retóricos, estéticos y expresivos para cumplir mejor sus fines, que, en principio, van más allá de la intención artística. Este hecho hace más difícil, e innecesario, distinguir entre dominios diferentes. Ocurre que el colapso de la autonomía estética facilita el avance de los contenidos temáticos y permite que gran parte de lo fotográfico documental sea considerada obra artística; el arte contemporáneo se define justamente por su posibilidad de desarrollar discursos y plantear narrativas y conceptos empleando lo estético-formal como un recurso, no como un fin en sí mismo.
Esta cuestión rediseña el mapa de todo el arte contemporáneo; pero, en cuanto la fotografía puede fijar directamente ciertas realidades del mundo mediante los efectos de la luz (a través de medios analógicos o digitales), sus procedimientos adquieren una extraña potestad reveladora que, en parte, explica la hegemonía actual de su discurso. Ahora bien, ese don casi mágico de la fotografía no garantiza la producción de obra; es preciso recurrir a rodeos poéticos y construir artificios retóricos para que la imagen no devenga un calco mecánico de lo que representa. Y en esta búsqueda, los caminos de la fotografía no se apartan demasiado de los de las otras manifestaciones del arte. Todos ellos deben recurrir a los desvíos de la forma y el concepto para producir imágenes capaces de vislumbrar lo que ocurre, oscuramente, fuera de la escena de la representación.
Nota de edición
El presente texto acompaña la muestra Foto movida, que presenta una selección del acervo fotográfico de la Colección Mendonca. La exposición será inaugurada el sábado 14 de diciembre y permanecerá habilitada hasta abril de 2025 en la Sala Josefina Pla y el Gabinete Florian Paucke del CAV/Museo del Barro. La curaduría y la expografía son de Ticio Escobar y Osvaldo Salerno.
* Ticio Escobar es crítico de arte, curador, docente y gestor cultural. Fue presidente de la sección paraguaya de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA Paraguay), director de Cultura de la Municipalidad de Asunción y ministro de la Secretaría Nacional de Cultura. Es director del Centro de Artes Visuales/Museo del Barro.
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