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Cultura

Un viaje a la tierra de los sentimientos de Branislava Susnik

El 28 de marzo, Branislava Susnik (Medvode, 1920 – Asunción, 1996) hubiera cumplido 104 años. Mientras trascienda su obra y sea alimentada su memoria, el fenómeno de la transmigración de almas, un tema de las artes chamánicas que documentó en el marco del estudio de las culturas indígenas, vale también para evocar su vida, más allá de su paso físico por el mundo. En este artículo compartimos elementos de una investigación desarrollada durante una experiencia de residencia en Medvode, pueblo natal de la antropóloga, en el marco del proyecto multidisciplinar “Moradas de Branislava Susnik”.

Placa en Parque "Branislava Susnik", Medvode, Eslovenia © Gloria Scappini

Placa en Parque "Branislava Susnik", Medvode, Eslovenia © Gloria Scappini

Viaje al revés 

La obra de Branislava Susnik y su aporte a la ciencia en Paraguay en las distintas disciplinas a las que se dedicó (etnología, antropología, lingüística, etnohistoria, historia, arqueología, museología) está documentada y corresponde, sin duda, a lo que de ella más se conoce, su genialidad profesional y gran productividad científica. Su historia de vida, como colección de momentos personales, se muestra a su vez en situaciones históricas micro sociales donde no faltan el misterio, los vacíos, y donde los diferentes relatos podrían dar lugar al fenómeno que Pierre Bourdieu llamó “ilusión biográfica”, un efecto producido por la falta de elementos de historia real que hace que cobre mucha importancia la realidad discursiva sobre la vida de alguien.

La experiencia de inmersión e intercambio cultural en Medvode, el pueblo natal de Susnik, vinculada a las iniciativas locales de producción y difusión de conocimiento sobre ella con metodología colaborativa, busca explorar dos nichos de interés: los procesos subjetivos que pudieron haber acompañado a Branislava a partir del momento que abandona su país natal por Sudamérica, ruptura que se establece desde sus 31 años hasta su muerte en Paraguay, en particular la realidad psicosocial de la persona migrante, y la manera de vivir su extranjería según los contextos que se presentan en su trayectoria. La práctica del relato autoetnográfico se propone dar cuenta de cómo mi experiencia de Eslovenia, exótica y lejana, realizada en los contextos de búsqueda identitaria de una comunidad local bajo la égida de Susnik, puede explorar, provocar o propiciar diálogos con trasfondos reflexivos, y aportar así datos que vinculen una relación no definida por contemporaneidad: la parentela afín transgeneracional.

Casa y parque. © Gloria Scappini. Cortesía

Vista de la casa natal de Branislava Susnik y parque que lleva su nombre, Medvode © Gloria Scappini

No se trata aquí de poner el foco en las interacciones de la antropóloga eslovena con uno o varios pueblos indígenas que habitan las fronteras del Paraguay, sino a través de mi mirada como antropóloga paraguaya en su país y en interacción con la comunidad local que se ve interpelada por su memoria registrar las implicaciones del “estar ahí” como fuente de conocimiento cualitativo.

¿Qué interacciones durante el viaje pueden aportar información? ¿Qué moradas de Branislava Susnik se forman en las experiencias vividas? ¿Cuáles son las rupturas o continuidades que se identifican a lo largo del proceso que envuelve mi imaginario sobre la lejana Eslovenia, la extraña y misteriosa figura de Branislava más allá de su obra o a partir de ella?  ¿Cómo Medvode, considerada como base de mi trabajo de campo, puede ayudar a evocar el mundo del que huyó y a relacionarnos con el mundo que adoptó?

Raíz y desarraigo

Ver, rodearla, entrar y recorrer la casa natal de Branislava Susnik fue profundamente emocionante. No solo por ser el punto tangible más antiguo de su historia personal, sino por lo que una casa natal representa en la búsqueda de los orígenes como viaje simbólico para una vida que ha transcurrido en medio de experiencias afectivas propias de la migración y del exilio. “Nací eslovena y me siento eslovena. Eslovenia es mi tierra natal y la de mis sentimientos”, afirmaba Branislava en un periódico argentino en 1973[1].  ¿Cómo no pensar, recorriendo la casa donde nació, en el “afán y la urgencia muy grande de huir”?[2], y ¿cómo no sentirse transgresora abriendo puertas y reflexiones desde los territorios con los cuales decidió dejar de tener comunicación epistolar a partir de cierto momento? El silencio no es precisamente el rechazo, la ausencia no es precisamente el vacío.

La región en la que nació Susnik, en las inmediaciones de Liubliana, era parte del territorio de Eslovenia, que integraba el reino de Yugoslavia, antes llamado Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, y que existió hasta 1945. Cuando en 1941 las fuerzas del eje invaden Eslovenia, Medvode fue anexada a Italia.

Bosque que circunda a Medvode © Gloria Scappini

Bosque que circunda a Medvode © Gloria Scappini

Peregrinaje al origen del origen. Recorrer su exterior e interior, observando las distintas capas de estilo arquitectónico pertenecientes a distintos momentos de renovación más que de restauración. No es, por lo tanto, un patrimonio. Una casa muy antigua de alguna manera remendada, dejando en algún rincón al descubierto una marca de las diferentes épocas de la historia eslovena, que de modo cronológico me develaba el relato de mis guías, los investigadores Barbara Pregelj y Francisco Tomsich, en esa primera salida, al día siguiente de mi llegada, una mañana nevada rodeada de los Alpes Julianos. Construida en 1849 sobre la única calle del pueblo en ese entonces (Medvode, 9), hoy nos muestra varias placas de números de casa de la calle Komandanta Staneta, correspondiendo a las diferentes viviendas que en ella albergan a representantes de distintas olas de migración obrera a Eslovenia: serbios, bosnios, croatas… población desplazada, vulnerable y desfavorecida. Las comunidades étnicas que aportan a la formación social del país de Branislava son las que ocupan hoy la casa natal de la autora de  El rol de los indígenas en la formación y en la vivencia del Paraguay”, y eso es muy significativo en el diálogo con su memoria.[3]

Una de las ventanas en la cual me detuve, desde el interior de la casa, tiene como vista al río Sora. A metros se encuentra el árbol de Susnik, el punto geográfico “secular” donde se encuentra simbolizada ella en su pueblo, entre dos caudales de ríos de montaña: el río Sava y su afluente, el Sora. Durante la era socialista fue uno de los ríos más largos porque fluía atravesando toda la antigua Yugoslavia, pero desde su desintegración en 1991 hoy atraviesa cuatro países, hasta desembocar en el Danubio, en Belgrado, Serbia. El fluir del agua y la paz. La paz que tanto apreciaba para trabajar, pero que quizás muchas veces se convertía en profunda soledad. A metros de ahí, también podemos apreciar la placa conmemorativa con su rostro, que la sitúa como la segunda habitante ilustre de Medvode, después de Jakob Aljaz, sacerdote católico, compositor y alpinista, asociado al sentimiento soberano del país a través del monte Triglav, el punto más alto en Eslovenia en los Alpes Julianos. En su pico más elevado, que son tres, construyó un refugio para alpinistas y colocó una bandera, defendiendo con su obra el territorio de las sucesivas ocupaciones: el monte Triglav, con sus tres picos, es uno de los símbolos emblemáticos de la identidad eslovena.

Vista desde la ventana de la casa de Susnik. © Gloria Scappini. Cortesía

Vista del río Sora desde una de las ventanas de la casa natal de Branislava Susnik © Gloria Scappini

Memoria y olvido

En su ensayo sobre las formas del olvido, Marc Augé señala que la memoria necesita también del olvido: “Hay que olvidar el pasado reciente para recobrar el pasado remoto”[4]. Ambos –memoria y olvido–  podrían parecer mantener un vínculo paradójico pero en realidad son parte de un mismo ejercicio: la elección de lo que deseemos recordar y que nos legitima como artífices de nuestro propio relato de vida. En contextos históricos como los que cargan los países de Europa Central y del Este en función de sus experiencias traumáticas sucesivas, guerras de ocupación, guerras de independencia y atomización constante de los territorios donde están insertos, pagando la población un alto precio en términos de procesos de reconstrucción y resignificación del sentimiento de pertenencia a una identidad lingüística y cultural, mucho se debe olvidar para recordar lo esencial, sobrevivir y sanar el pasado.

El encuentro con los parientes de Branislava, sentados a la manera tradicional al lado de la auténtica estufa rural eslovena alimentada con leña, consistió en una conversación amena con preguntas mías mediadas gracias a la interpretación de Barbara Pregelj. No puedo dejar de revivirla y la repaso de varias maneras. Tantas capas de historia en una sola voz: la ocupación nazi, la ocupación fascista, el régimen socialista, la lucha por la independencia… En cada gesto, respuesta, relato, anécdota, recuerdo, explicación, la solemnidad mantenida en el ejercicio de la palabra daba cuenta de un hecho histórico, por estar mis interlocutores dialogando con su propio imaginario. ¿Cómo es el mundo donde se refugió la que firmaba “Branka” en las cartas a su familia?  ¿Cómo son las cosas ahí, donde al parecer le eran muchas veces muy difíciles? ¿Qué tipos de vida hay hacia el sur de esa América soñada por los eslovenos en la posguerra?

Reunión con Bertoncelj. © Gloria Scappini. Cortesía

Encuentro con parientes de Branislava Susnik en la antigua granja Domačija Pr’ Lenart, Belo, Alta Carniola © Aleš Cigale

Según Julia Kristeva, la manera en la cual nos relacionamos con ese extraño que habita nuestro interior es lo que nos permite hacerlo también con otras culturas y otras formas de ver el mundo[5]. Y nos dice, “el viaje a los orígenes es más importante que los orígenes mismos”. Pensando en Branislava, extranjera a ella misma y apasionada por los Otros, desde un espacio-tiempo distinto al que le tocó vivir, pero con muchas ganas de seguir buscando respuestas a las preguntas que nos dejó, queremos creer que es así.

Notas

[1] Tomsich Francisco, “La biografía escindida y la biografía dialéctica: las paradojas de Branislava Susnik” en Tomsich Francisco & Pregelj Barbara, Moradas de Branislava Susnik, Malinc, Medvode, 2021, p. 65.

[2] Op. cit.

[3] Parte del proyecto Moradas de Branislava Susnik fue la realización del documental “Casa entre aguas” (2020), de la antropóloga Henrike Von Dewitz, tomando a los habitantes como interlocutores de investigación sobre la historia de Medvode.  B. Susnik empieza a construirse en el imaginario de los habitantes de la casa recién a partir de ese trabajo.

[4] Augé, Marc, Las formas del olvido, Gedisa, Barcelona, 1998 (1988).

[5] Kristeva, Julia, Étrangers à nous-mêmes, Folio Essais, Paris, 1991.

 

* Gloria Scappini es licenciada en Etnología con énfasis en Historia y máster en Antropología Social y Sociología Comparativa por la Universidad de Paris X Nanterre (Francia). Su proyecto de investigación fue seleccionado para participar de la primera edición (2022) de la Residencia en Humanidades “Branislava Susnik”, impulsada por la plataforma de investigación colaborativa internacional Moradas de Branislava Susnik, dedicada a estudiar y difundir la obra de la antropóloga paraguayo-eslovena nacida en Medvode. El programa, con sede en Eslovenia, cuenta con el apoyo del Municipio de Medvode.

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