Cultura
Sara Hooper: El dibujo como forma de pensamiento filosófico
Sara Hooper, dibujo a lápiz sobre papel. Cortesía
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Una mirada superficial podría sugerir que los dibujos de Sara Hooper resuelven una preocupación que procede del orden de lo técnico. Esta se observaría en el desarrollo de una figuración de tendencia mimética y analítica.
Los dibujos de sillas de Hooper exhiben dicha tendencia vinculada con la exploración de la forma de los objetos en relación con su entorno; aquí también se cifra un gesto meta-artístico que sobresale en la preservación de la cuadrícula sobre el papel. El análisis de la forma en la obra de la artista comparece tanto en la espacialidad constituida por los objetos como en los sentidos implícitos en las variaciones de la repetición. Y en esto se cifra un aspecto clave en las series exhibidas en esta muestra: La vocación de precisión se vuelve expresiva en el acto obsesivo de la repetición, que no sólo es abordado como tema en algunas piezas sino como recurrencia a lo largo de distintas series. Así, la repetición puede ser entendida como una práctica de atención plena, en que el dibujo deviene forma de pensamiento filosófico. Se repiten las sillas en una misma pieza, pero aparecen sillas y tumores repetidos a lo largo de distintas piezas. He aquí la preocupación que precede el acto del pensamiento.
Frente al desarrollo de líneas geometrizantes en sus dibujos de sillas, los dibujos de tumores abundan en trazos oblicuos y orgánicos, trabajados con efectos de sombra y textura que destacan rugosidades y pliegues de la piel. Según Lia Colombino (2018), Sara Hooper dibuja tumores como “una forma de exorcizar la amenaza de aquello acerca de lo que generalmente se omite hablar”. Con lo cual la obra de la artista trataría de “revertir la omisión, representando reiteradamente el objeto del miedo”.
Y es que estos dibujos traducen a metáfora, mediante formas exactas administradas con un sentido de comedimiento y control, los rasgos desbordantes de la melancolía y una ansiedad ante la posibilidad de finitud. Una tesis: los dibujos de Sara Hooper son poemas de una temporalidad que se dirige al fin, pero en cuyo interior habita la semilla del principio.
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Los objetos utilitarios están habitados por la contraseña anticipatoria de los usos, y en el corazón de toda silla está la idea de que un cuerpo fatigado buscará reposo. El diseño de las sillas intensifica valores relacionados con funciones no siempre condicionadas al cansancio: los cuerpos encuentran posiciones más cómodas para el trabajo o para la conversación ociosa en la anatomía de la silla; en el orden distributivo de los lugares que organizan la convivencia: la posición de las sillas en una ronda dispone un arreglo del discurso de los invitados, y constituye discurso en sí misma: la ronda de hablantes existía ya en la ronda de sillas, y después. La idea de la palabra ya estaba asentada antes de que ésta fuera pronunciada, y su eco sobrevive en el asiento vacío.
Las sillas son, como muchos objetos que ocupan espacio en el cotidiano, un objeto relacional: no sólo en tanto organizan la posición de los sujetos en su interacción –de modo que un cuerpo sentado es un cuerpo modificado por la silla–, sino, en cuanto ocupan un espacio común, las sillas modifican disposiciones de lo social, introducen regímenes dialogales, receptores o activos. Para Jean Baudrillard (1969), el asiento habría experimentado una evolución de su funcionalidad en términos que supondrían una emancipación de su carácter subordinado definido en su relación con otros muebles: “Hoy en día es el asiento el que cobra su sentido propio y a él se subordinan las mesas bajas”, afirma. “Ahora bien –agrega– este sentido ya no es de postura corporal, sino de posición recíproca de los interlocutores” (Baudrillard, 1969, p. 47). Los dibujos de sillas de Sara Hooper están marcados por un sentido de serialidad que, en relación con la funcionalidad de los muebles, anticipan la idea inevitable de una sucesión suspendida de pesos. Una lectura de izquierda a derecha de las figuras –otro gesto definido por un objeto, en este caso el de la escritura– enfatiza percepciones de secuencialidad y alternancia que, en diálogo con el peso referido, aluden oblicuamente a líneas de tiempo; como fases lunares, las sillas exhiben ciclos con instantes de plenitud e intensidad menguada.
Si la silla es metonimia del cuerpo, es porque el peso consignado a ellas se relaciona con el cuerpo que produce la fuerza destinada a ser soportada por el asiento. La silla, como la ropa, es una contigüidad integradora, que asume su ontología, su naturaleza intrínseca, en la función. “¿Cuál es la relación, digamos, entre la silla en la que estás sentado y las partículas de las que está hecha ahora?”, se pregunta Lynne Rudder Baker (2010):
Mi respuesta es: la constitución. La constitución es la relación de unidad que se sostiene entre objetos de diferente tipo coincidentes espacialmente: Por ejemplo, entre piezas de papel y un billete de dólar, entre la suma de células en tu cuerpo y tu cuerpo, entre la suma de hilos y una tapicería –cosas de tipo básicamente diferente que son espacialmente coincidentes–. La constitución, a diferencia de la identidad, está sujeta al tiempo. (…) Si algunos hilos se deshacen de una tapicería y son reemplazados, la tapicería continuará existiendo, pero constituida por una diferente suma de hilos. (Rudder Baker, 2010, p. 4)
Alguien que toma asiento en una silla constituye una unidad, forma un conjunto de caracteres específicos de algo, y ese algo que se altera cuando el peso se ausenta, parece inevitablemente destinado a repetir el eco de ese peso. En sus dibujos, Sara Hooper experimenta con las variaciones de la repetición: por un lado, la descomposición de las sillas mediante la sustracción de sus partes introduce un sentido de anomalía en la replicación; por otro, la degradación o intensificación de la línea y la sombra describe la oscilación que está implicada en nociones de principio y fin, acaso vida y muerte. Sara Hooper ya venía trabajando en relación con la idea de la finitud en función de la silla. Por ejemplo, en su obra Mahler N. 9 “describe una noción de ritmo que en narrativa se conoce como deceleración. El desvanecimiento de la intensidad de un tiempo llamado ahora al suspenso” (Cabrera, 2023); en alusión a la relación entre la composición y la biografía del compositor Gustav Mahler, puesto que, en términos constitutivos, en un mismo tiempo, se produce la coincidencia entre la composición, sus rasgos expresivos y la pérdida de seres queridos. Las variaciones de la silla en Hooper definen, pues, la formación de constituciones diferenciadas y sujetas a temporalidades inestables.
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Para Gilles Deleuze (2002), de la noción de repetición se extrae la posibilidad de una variación, un cambio, puesto que en la discontinuidad de la repetición “el uno no aparece sin que el otro haya desaparecido” (p. 119), en un ciclo entendido como “presente viviente”, en que “el tiempo no se constituye más que en la síntesis originaria que apunta a la repetición de instantes” (Deleuze, 2002, p. 120).
Se puede decir que las sillas también envejecen. No sólo cuando se desvencijan, sino cuando su funcionalidad se desvanece. La estabilidad de la silla se ve expuesta a una vulnerabilidad cuando se abandona el uso: desaparecen así sus efectos ontológicos y relacionales. En cierto sentido, el cuidado de los muebles introduce en ellos conductas rejuvenecedoras. Oculto en esa latencia de vida y de muerte, aparece su espíritu: y con la interrupción de la utilidad, la tristeza y la melancolía de los objetos abandonados. Una silla vacía es signo de soledad por los ecos de la presencia extinguida. ¿Acaso invitar a alguien a tomar asiento no es pedirle que ocupe un lugar, una constitución destinada a desaparecer?
¿Cómo hacer que los objetos sobrevivan? ¿Cómo hacer para perdurar? Los objetos animados por el cuidado, afirma Gastón Bachelard (2000), “ocupan no sólo un lugar en un orden, sino que comulgan con ese orden”. Tocados por los gestos del cuidado “tejen lazos que unen un pasado muy antiguo con el día nuevo. El ama de casa despierta los muebles dormidos” (p. 75). Del gesto del dibujo se ha dicho que introduce algo en un universo al que no pertenece. Acaso en la obra de Sara Hooper esa irrupción esté definida por un toque vital que anima los objetos imaginados, incluso como forma de acompañamiento hacia su desaparición; como quien asiste a un convaleciente.
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Los gestos repetitivos de Sara Hooper están vinculados con la música; no sólo desde la excusa temática, como en el caso de su pieza Mahler N. 9, sino en los modos en que opera visualmente, casi con un sentido de notación musical, pero también desde el horizonte de una filosofía musical de la repetición.
En música, la repetición aparece a nivel del ritmo, de los motivos y de la lírica. De los gestos poético-musicales que emplean la repetición, los mantras y otras melodías repetitivas practicadas en rituales son algunos de los más paradigmáticos por sus cualidades atmosféricas y psicológicas: los mantras llaman la atención sobre sí mismos, sobre el significado de las palabras enunciadas o las vibraciones melódicas reiteradas, de modo a distraer los demás pensamientos. La música minimalista estadounidense exhibe una naturaleza profundamente espacial capaz de cifrar tanto preocupaciones paisajísticas como nociones de configuración rítmica de la experiencia antropológica en contextos urbanos. David Huron (2013) reflexiona sobre las dinámicas de repetición en la música y los efectos que éstas generan en relación con la variación: “La estrategia de variación se basa en el fenómeno de la generalización del estímulo. Es decir, se introducen suficientes cambios para evitar la habituación y, al mismo tiempo, se garantiza una similitud suficiente para evocar la fluidez del procesamiento” (Huron, 2013, p. 30).
Sara Hooper desarrollaría en sus dibujos de sillas una tendencia (musicalmente) minimalista que administra el sentido de la repetición en relación con las variaciones; y otra, (estilísticamente) barroca. La noción de ritmo es desarrollada en distintos niveles, en la multiplicación de la geometría; esta deviene, como se ha dicho, una forma de meditación sobre las formas (los motivos) y, por último, de sus metáforas (la poesía). La repetición y la serialidad de las sillas puede relacionarse con ideas de multitud, de cronología: una línea de tiempo cuya reproducción se ve interrumpida para que recomience otra. En términos identitarios, la repetición es afirmación del ego. Pero está la otra, la piel.
El tejido continuo del cuerpo se reproduce mediante la replicación de células de tipo variado según la superficie o la estructura de los órganos que conforman. Pero el tumor es una variación indeseada, cuyas rugosidades están definidas por un carácter abyecto. En cierta medida, si las sillas de Hooper pueden estar relacionadas con reflexiones respecto a las variaciones de lo idéntico, los tumores aluden a una diferencia radical. Repetidos obsesivamente, estos tumores son abrigados por un trazo que los domestica y los vuelve próximos, mediante detalles con efecto ornamental, perspectivas ilusionistas y contrastes. Devenidos ornamentos barrocos, los tumores de Hooper adornan el miedo al fin que está en el principio de todas las cosas que exhiben latidos. Así también, a finales del siglo XVI, aquella catedral vistió la muerte con pliegues hermosos.
Referencias
Bachelard, G. (2000). La poética del espacio. Ernestina de Champurcin (trad.). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, Argentina.
Baudrillard, J. (1969). El sistema de los objetos. Francisco González Aramburu (trad.). México: Siglo XXI editores.
Cabrera, D. (2023). La silla más distante: Historia de dos obsesiones. Asunción: Museo del Barro.
Colombino, L. (2018). Ocultarse en el lenguaje. Asunción: CAV/Museo del Barro. Deleuze, G. (2002). Diferencia y repetición. María Silvia Delpy y Hugo Beccacece (trad.). Buenos Aires, Amorrortu.
Huron, D. (2013). A Psychological Approach to Musical Form: The Habituation–Fluency Theory of Repetition. Current Musicology (96).
Rudder Baker, L. (2011). Ontology and Ordinary Objets, en Christian Kanzian, Winfried Löffler & Josef Quitterer (eds.). The Way Things Are: Studies in Ontology. Heusenstamn, Hesse: Ontos Verlag.
Nota de edición: La muestra “Sara Hooper: fin, principio, fin” será inaugurada hoy, 24 de marzo, en Galería Fuga Villa Morra (Seiferheld 5144 y Charles De Gaulle) y permanecerá habilitada hasta el 15 de mayo próximo.
* Damián Cabrera es escritor, investigador, docente, gestor cultural y curador. Su trabajo se desarrolla en las áreas de lengua, literatura, fronteras, arte, política y cultura. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte Capítulo Paraguay, y de los colectivos Ediciones de la Ura y Red de Conceptualismos del Sur.
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Alejandra Mastro
24 de marzo de 2024 at 13:03
Excelente texto de Damián Cabrera digno de la excelente obra de Sara Hooper