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Cultura

Jardinería de antaño en Paraguay (I). Pioneros y promotores

El jardín, como concepto y como práctica, es un hecho cultural. Hoy iniciamos una serie dedicada a la historia de la jardinería en Paraguay. ¿Cómo y cuándo comenzó todo? ¿Quiénes fueron los pioneros y promotores? ¿De qué forma se extendió la disciplina? ¿Qué incidencia tuvo en las políticas públicas? ¿Cómo se vincularon especies nativas y exóticas y de qué modo evolucionó esa relación? ¿Cómo la jardinería impactó en el imaginario social? Nombres, situaciones y datos se irán desplegando en los diferentes capítulos.

Postal de jardín en San Bernardino. Ca. 1900. Cortesía

Postal de jardín en San Bernardino. Ca. 1900. Cortesía

Si bien la vegetación es un componente activo de las diversas culturas del Paraguay desde sus orígenes, los indicios más antiguos que se conocen sobre su disposición con criterios estéticos, ornamentales y/o simbólicos remiten recién al siglo XVII, específicamente a huertos de las misiones jesuíticas del sur del país y, desde el siglo XVIII, a patios de conventos y viviendas de Asunción y alrededores.

Patios de conventos asuncenos en 1790, por Félix de Azara (detalle). Cortesía

Félix de Azara. Patios de conventos asuncenos en 1790 (detalle). Imagen digitalizada por Editorial Tiempo de Historia. Cortesía

En cuanto a ámbitos no religiosos, la jardinería local alcanzó por primera vez un carácter suntuario a partir de Elisa Lynch (1833-1886), a quien se atribuye haber introducido en Paraguay una variada cantidad de costumbres y modas propias del imaginario europeo de mediados del  siglo XIX. Al respecto, Hipólito Sánchez Quell escribió: “Ella impuso la moda de los vestidos, platos y confituras europeas, pianos y muebles finos, el amor a los jardines” [1]. En similares términos, Concepción Leyes de Chaves mencionó que “ella enseñaba el amor a los jardines; hacía traer claveles de España y rosas de la Malmaison [2]”. Existen comentarios y trascendidos sobre bellos jardines en varios inmuebles de su propiedad en diversos puntos del país, aunque solo se conoce una descripción de la época, realizada por José Manuel Estrada en 1869, que se refiere a la edificación situada sobre la calle Mariscal Estigarribia, en Asunción, describiendo a grandes rasgos las características principales del patio de aquella vivienda. Lamentablemente, no alcanzó el tiempo para que la propuesta se convirtiera en tendencia. La guerra contra la Triple Alianza (1865-1870) interrumpió abruptamente toda posibilidad.

Francisco Solano López y Madame Lynch. Cortesía

Elisa Lynch y Francisco Solano López. Cortesía

Inmediatamente finalizada la guerra, el Paraguay recibió la llegada de numerosos grupos de inmigrantes, sobre todo europeos. Varios de ellos obtuvieron notables progresos económicos y fueron integrándose a la clase alta del país. Esta nueva burguesía introdujo varios componentes del imaginario de sus respectivos países de origen, entre ellos determinados estilos de arquitectura edilicia y paisajística. De este modo, el jardín se consolidó como un elemento de ostentación de clase, un símbolo de estatus. Para el caso de la capital, no tardaron en surgir también –en el acotado sistema comercial de la época– servicios de diseño y mantenimiento de jardines, así como venta de flores, semillas y herramientas para el efecto.

Fue quizás el italiano Antonio Villa el floricultor más conocido de aquellos años. Su establecimiento en la zona Recoleta de Asunción tuvo varios nombres: Almacén de Antonio Villa (década de 1870), A Los Campos Elíseos (hacia 1884) y Recreo de la Recoleta (a partir de 1886). Ofrecía especies ornamentales nativas y exóticas, así como frutales y semillas. También confeccionaba arreglos florales, realizaba mantenimiento de jardines “contando para el efecto con un hombre inteligente en la materia, recién venido de Buenos Aires” e incluso ofrecía “formar jardines en casas de la ciudad y quintas, a precios sumamente baratos”.

Como ocurre con todo emprendimiento exitoso, la competencia no demoró en surgir. Hacia 1883 desembarcó en Asunción Juan Ceriani, milanés que hasta entonces realizaba sus labores en Montevideo cuando fue contratado –a través de un intermediario diplomático– por el entonces presidente de la república, Bernardino Caballero, para diseñar los jardines de su quinta (actual Parque Caballero). Ceriani habitó y trabajó en el lugar por un año, hasta que juntó suficiente capital para independizarse. Alquiló un local en las proximidades de la quinta, al que denominó Al Belvedere, donde ofrecía plantas y construcción de “cualquiera clase de jardines modernos”. Ceriani fue pionero en el cultivo de mandarinas y también en publicaciones (la primera, de una veintena de catálogos, es de 1891). Además, fue ganador de la Medalla de Oro en la 1ª Exposición de Floricultura del Paraguay (1892), y obtuvo doble primer premio en la Exposición Internacional de Argentina (1910) y primer premio en la Exposición de Corrientes.

Varias décadas después, la actividad incansable de Ceriani fue reconocida por la Sociedad Nacional de Agricultura (de la cual fue socio fundador) “en mérito a los relevantes servicios prestados al país como hombre de trabajo y pionner de la horticultura y floricultura nacionales”, siendo honrado con una medalla y un homenaje.

Retrato de Juan Ceriani. Ca. 1910. Cortesía

Retrato de Juan Ceriani. Ca. 1910. Publicado en Monte Domecq, El Paraguay, su presente y su futuro. Cortesía

También en la Asunción de fines del siglo XIX se encontraba el predio de Aquilino Piatti, denominado A La Villa de Milano, donde se ofrecía una importante variedad de especies ornamentales. Iniciado el siglo XX, la capital contó,además, con los servicios de venta de Conrado Kraus, con una gran cantidad de hortalizas, semillas de numerosas especies ornamentales, variedades de árboles, enredaderas, palmas y coníferas, entre otras. En 1902, Salvador Ortiz Pereira habilitó su floristería Jardín Mario y Sabino Fiori, por su parte, ofrecía sus servicios de arreglos de jardines, además de plantas de parral y rosas.

A diferencia de lo sucedido en los núcleos urbanos (Asunción, Concepción, Villarrica, Encarnación o San Pedro, entre otros), en las nuevas colonias de inmigrantes (Nueva Australia, Cosme, Elisa, San Bernardino, Trinacria o Independencia, entre otras) los jardines domésticos no cumplían un rol de estatus sino de colonización del territorio, con especies necesarias para la alimentación y la salud, además de ornamentales que generasen una imagen de domesticación de la naturaleza circundante. En una descripción de la Colonia Cosme (Caazapá) de inicios de siglo XX se leía: “En el fondo de la plazoleta, rodeada de jardines con hileras de duraznos y de palmeras se halla situado un elegante club [] Cada lote forma un elegante jardín, con flores y árboles frutales de diferentes clases”. En estos pueblos se cultivaban –además– plantines y almacenaban semillas de especies ornamentales para la venta.

Jardín de la biblioteca de Colonia Cosme, Caazapá. Ca. 1900. Fuente: Universidad de Melbourne

Jardín de la biblioteca de Colonia Cosme, Caazapá. Ca. 1900. Fuente: Universidad de Melbourne

En una de aquellas colonias –la actual ciudad de San Bernardino– el primer botánico paraguayo, Dr. Teodoro Rojas, trabajó durante su adolescencia como jardinero para el prestigioso científico suizo Emil Hassler, quien al notar sus aptitudes lo inició en la disciplina. No fueron los únicos casos de interés para la historia de la jardinería local en aquel lugar. Varios de los inmigrantes europeos que llegaron hasta San Bernardino a fines del siglo XIX registraron como oficio la jardinería y, a inicios del siglo XX, residieron temporalmente allí el científico alemán Karl Fiebrig (fundador del Jardín Botánico y Zoológico de Asunción) y la paisajista alemana Anna Gertz (quien diseñó varios de sus jardines temáticos

Otro botánico alemán, Henry Mangels, adquirió una propiedad de varias hectáreas en las afueras de Asunción durante la década de 1870 y la convirtió en una hermosa quinta compuesta por variados jardines. Mangels llevaba riguroso registro escrito de cada especie vegetal, pues realizaba ensayos y observaciones de aclimatación y compatibilidad. Además de ser uno de los fundadores de la Sociedad Nacional de Agricultura, promovía la información sobre horticultura y jardinería, ofreciendo diversos libros de autores extranjeros (tenía una librería en el centro de Asunción). Otras quintas igualmente célebres de la misma época, que ostentaron delicados jardines, fueron las de Reim, Krauch, Danrée, Soria, Russo, Guanes, por citar solo algunas en los alrededores de la capital.

 

Henry Mangels en uno de los jardines de su quinta. Ca. 1900. Cortesía

Henry Mangels en uno de los jardines de su quinta. Ca. 1900. Cortesía

También alemán, el horticultor y florista Otto Clar, de colonia Elisa (actual Villa Elisa), tuvo gran destaque durante los primeros años del siglo XX. En la primera Exposición Feria Agrícola, organizada por la Sociedad Nacional de Agricultura en 1907, Clar se llevó la Medalla de Oro 1ª Clase en la categoría Plantas alimenticias, industriales y diversas herbáceas, Medalla de Oro 1ª Clase en la categoría Plantas arbóreas, Medalla de Oro 2ª Clase en la categoría Plantas de adorno en general, Medalla de Oro 2ª Clase en Floricultura y Medalla de Oro 2ª Clase en Plantas útiles nuevas para el país. En otras categorías del mismo evento, también fue distinguido con la Medalla de Oro 1ª Clase en Plantas de Café, Diploma de Honor en Plantas Textiles y Medalla de Oro 1ª Clase en la categoría Plantas de Maíz.

En Puerto Bertoni (Alto Paraná), además de la prestigiosa familia de botánicos y agrónomos que dio nombre al sitio, también habitaban otros profesionales, como el agrónomo Juan B. Giménez, quien ofrecía hacia 1913 “plantas frutales, industriales y de adorno” cultivadas en su criadero, denominado Quinta La Esperanza.

Entre las décadas de 1910 y 1930 surgen nuevas ofertas en Asunción, tal el caso del Jardín Japonés, local fundado por Shotaro Fukuoka en 1917 e instalado oficialmente a partir de 1926 en el predio del Oratorio de la Virgen de la Asunción, donde –además de la venta de variadas especies ornamentales– se ofrecían los servicios de “construcciones y arreglos de jardines”. También fueron de aquella época el Jardín Kennedi (fundado por Juan de Rosa Benítez en 1923) y, ya en la década de 1940, el Jardín Rosicler. Incluso tiendas de ramos generales como La Bordadora, o la afamada Rius & Jorba, ofrecían semillas de especies florales.

Shotaro Fukuoka y el “Jardín Japonés” que fundó en 1917, instalado en 1926 en el predio del Oratorio de la Virgen de la Asunción. Cortesía

Shotaro Fukuoka y el “Jardín Japonés” que fundó en 1917, instalado en 1926 en el predio del Oratorio de la Virgen de la Asunción. Cortesía

Entre las décadas de 1920 y 1930 varios referentes del sector público (y de distintas disciplinas) aportaron diversas iniciativas y esfuerzos para consolidar socialmente la jardinería como una actividad. Destaca el entonces director de Parques y Jardines de la Municipalidad de Asunción, agrónomo Leopoldo Benítez, con diversas publicaciones sobre el tema en prensa escrita y con participación en la creación de numerosos jardines públicos en plazas, paseos y parques de la capital. Para la Municipalidad trabajó también el insigne artista plástico Juan A. Samudio, contratado específicamente para “asesorar sobre todas aquellas cuestiones en que para mayor eficiencia en su finalidad se requieren el concurso del arte decorativo y en particular el estudio del hermoseamiento de nuestros parques y jardines”, según se lee en la ordenanza municipal que aprobaba su nombramiento a inicios de 1928.

Genaro Romero, por aquella época director del Departamento de Tierras y Colonias, aportó durante más de veinte años numerosos escritos en diarios y boletines, refiriéndose a la importancia y las ventajas de la jardinería doméstica, con particular énfasis en el jardín campesino. En una publicación de 1928, con una visión entre idílica y tradicionalista, mencionaba la necesidad de “tener un regular o pequeño jardín con bonitas y escogidas plantas; en el jardín se tiene romero, alucema, borraja, menta, ruda, etc., que son plantas medicinales muy útiles; las flores alegran la vista, agradan al olfato y dulcifican el espíritu de la mujer, hija, hermana o madre; le gustan y agradan siempre las flores, para sus adornos y composturas en los días de descanso, y para obsequiar en las costumbres suaves de nuestra sociedad. Hasta cierto punto, consideramos indispensables la huerta y el jardín en las casas y habitaciones del campo, principalmente en la morada del agricultor, porque el jardín distrae por su atención, y se le puede fácilmente dedicar una hora al día”.

Igualmente destacable fue la labor de Ramón I. Cardozo al frente de la Dirección General de Escuelas, logrando incorporar la temática de huertas y jardines escolares al sistema educativo nacional. Por su parte, el botánico naturalista Robustiano Vera fue un frecuente escritor en medios de prensa, abordando las características específicas de diversas especies vegetales propias para cultivo en jardines y cuya calidad de aportes le valió ser incorporado al plantel permanente de El Diario, en 1928.

También son varias las organizaciones de aficionados y expertos que surgieron durante las primeras décadas del siglo XX, tendientes a promover la jardinería en general y la floricultura en particular. Entre las décadas de 1930 y 1940 existió el Centro Floral, cuya sede estuvo en el propio Jardín Botánico de Asunción. En aquellos años también aparecieron los primeros orquidófilos. El botánico Aurelio Schinini rescató algunos de aquellos nombres en una de sus publicaciones científicas: Armando Galluppi, Francisco Mosciaro, Carlos Gatti, C. Carrara y T. Franco, Eugenia Bordas Gatti, el general F. Yegros, Adolfo Friedrich y Consuelo Faraone de Palazón. Varias de estas personas organizaron hacia 1959 la primera Asociación de Orquidófilos del Paraguay, activando algunos años, aunque sin rigores formales. La asociación se reorganizó de manera oficial, cumpliendo los requisitos formales en 1977 (su primer presidente fue Hugo Saguier Negrete) y desarrolló sus actividades por dos décadas. Una tercera etapa, vigente hasta hoy, se inició en 2008.

El caso del austriaco Adolfo María Friedrich (1897-1987) es digno de resalte, ya que no solo fue orquidófilo. Como fotógrafo oficial de guerra, encontró la manera de compatibilizar aquella delicada misión con colectas de cactáceas del Chaco entre los años 1933 y 1935. Varias de estas fueron catalogadas por él, y llevan el identificador friedrichii. Al término de la guerra adquirió una propiedad en Asunción, donde cultivó un amplio y bellísimo jardín que incluía un impresionante cactario.

Adolfo Friedrich. Ca. 1934. Cortesía

Adolfo Friedrich. Ca. 1934. Cortesía

La actividad jardinera iba ganando evidentemente tal notoriedad que la propia Municipalidad de Asunción, en su Reglamento Interno del año 1942, incluyó como Atribuciones y Deberes de la División Parques y Jardines la Campaña permanente para el fomento del jardín privado.

Durante la década de 1950 siguieron creándose numerosos viveros en todo el país, entre ellos el rosedal en Itá, de Enrique Pecarevich (hijo de un renombrado floricultor de Corrientes, Argentina), y el célebre Isla de Francia en Asunción, fundado por el escritor francés Henri Pitaud y posteriormente administrado por la familia Martens. Se trató de un establecimiento hortícola, que en la década de 1970 –ya con otros protagonistas– fue migrando al rubro de la floricultura.

Lucy W. Andress, dictando clases de arreglos florales. Ca. 1963. Fuente: Colegio Internacional

Lucy W. Andress, dictando clases de arreglos florales. Ca. 1963. Fuente: Colegio Internacional

La docente norteamericana Lucy W. de Andress, desarrolló en el Colegio Internacional de Asunción, a partir del año 1956, un curso de Arreglos florales, dirigido en principio  a escolares de primaria y secundaria, generando tal interés que apenas un par de años después ya dictaba un curso similar para señoras y señoritas, llegando incluso a publicar un libro sobre el tema en 1959. Como el entusiasmo en temas florales persistía, fundó en 1963 el Club de Jardines Lucy Andress, que mantuvo este nombre hasta fines del siglo XX, cuando cambió la denominación a Club de Arreglos Florales Lucy Andress, manteniendo vital actividad en la actualidad.

El año 1963 vio nacer también la Sociedad de Horticultura y Jardinería, asociación que existe hasta el día de hoy. Entre sus primeras actividades, resalta el desarrollo de cursos de formación con renombrados profesionales del exterior, como el botánico chileno Borquez; el director de Parques y Jardines de São Paulo, Dalmaso Soares, y el célebre paisajista brasileño Roberto Burle Marx, quien dictó a mediados de aquella década charlas y cursos sobre diseño de jardines para esta y otras instituciones.

 

Notas

[1] Sánchez Quell, Hipólito (1981). Arquitectura, vestimenta y costumbres asuncenas. Asunción: Casa América, p. 26.

[2] Leyes de Chaves, María Concepción (1957). Madame Lynch y Francisco Solano López.

 

* Carlos Zárate es arquitecto, docente, investigador, magíster en Restauración y conservación de bienes arquitectónicos y monumentales, coordinador de área de Teoría y Urbanismo (FADA-UNA) y miembro del Comité Paraguayo de Ciencias Históricas (CPCH).

1 Comment

1 Comentario

  1. Liliana Plate

    5 de noviembre de 2023 at 20:55

    Excelente artículo. Magníficas fuentes.

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