Decir que sí cuando quiero decir no

POR Lic. Sandra Lustgarten

Psicóloga y sexóloga.

Cuántas veces creemos que la mejor manera de salir de una situación difícil es hacer lo que el otro quiere, confiar menos en nosotros mismos que en los otros. Algunas mujeres vienen a consultarme y me dicen que no saben por qué aceptaron cosas que no estaban dispuestas a hacer o que terminaron tomando decisiones en función de los gustos de un tercero por miedo.

La dependencia emocional es una característica muy común en personas que son inseguras o que han sufrido mucho de niños y actúan en función de otros para no ser abandonadas o perder la atención. Esto se evidencia mucho en algunos matrimonios, mujeres que se someten a las decisiones de otro con tal de conservar la pareja o pensando que así estimularán el amor.

La vida nos enfrenta con miedos infundados, la creencia errónea sobre lo acertado de decir sí cuando quiero decir no, esperando que esa respuesta sea beneficiosa para el vínculo, como si haciendo lo que a él le gusta se enamorará más de mí, entonces me volveré indispensable, y así supeditamos lo que entendemos por una creencia ideológica, obturamos los deseos en pos de sueños que nunca se volverán realidad.

La demostración de amor no pasa por decir lo que el otro quiere escuchar, volvernos esclavos de los deseos del otro, dejar de lado nuestros sueños, ambiciones, y actuar como el otro espera. Nada más desacertado que estar condicionados a la voluntad de otra persona y dejar de ser quien uno es.

Veo día a día en el consultorio parejas que fracasan porque no son libres en sus decisiones, porque actúan en forma dependiente, se enferman tratando de conformar al otro, dejan de lado sus sueños, y se vuelve un personaje que no quieren ser.

Es muy probable que estas mujeres de chicas hayan estado esperando ser aplaudidas por cumplir el deseo materno o paterno, el temor a no ser amadas es algo que marca este tipo de personalidad dependiente emocional. Decir sí cuando quiero decir no pone en juego las emociones sacrificando los deseos en pos de un resultado.

Esta forma de dar prioridad a las necesidades de otros se observa exclusivamente en personas que por alguna razón dependen de otras, ya sea afectiva, económica o laboralmente y demás, perdiendo la identidad, y generando un clima crítico en la persona. Esto potencia la amenaza a su estabilidad psíquica, con algunos razonamientos producto de creencias que bloquean la necesidad de satisfacer necesidades propias, como ser perder el cariño de la otra persona, no me llamará más, va a pensar que soy mala persona, me evitará, así es que creamos paradigmas alrededor de una creencia o ideología tremendista o negativa, de estas creencias populares o de cosas que nos hicieron creer de niños.

Lo que no podemos ver es que detrás de esta creencia de que lo hacemos por el bien del otro se esconde la realidad, y esta se relaciona con el temor profundo de perder algo importante si respondes de forma contraria a lo que la otra persona espera de ti.

Las formas de lastimarnos pueden ser variadas, pero cuando uno responde en función de lo que la otra persona espera de uno y no como uno quisiera, se puede poner en juego la pérdida de confianza de los otros hacia uno, porque dentro de todas las posibilidades seguramente cometerás un error si no puedes cumplir con lo que has dicho, vas en contra de tus deseos o necesidades, te arriesgas concediendo lo que probablemente no podrás dar, probablemente lo que no logras identificar es el sentimiento que se origina en ti y que va en ola creciente al decir lo que otro espera y no lo que verdaderamente sientes. Además, sin duda afectarás tu autoestima y crearás en ti un sentimiento de rechazo.

El amor a uno mismo es fundamental para poder entregar amor a otros, si no me respeto como debe ser, si no me valoro, entonces no podré amar a nadie más, ni los otros me tomarán en serio. La imagen que damos a los demás cuando no nos respetamos es tan pobre que muchas personas sienten lástima de sí mismas y llegan devastadas al consultorio, con una sensación de tristeza que no pueden explicar. Sin embargo, respecto a las personas que me consultan al decir lo que quieren, eso no tiene una contrapartida desconocida porque afianza nuestra personalidad mostrándole al otro que somos independientes y que tenemos opinión propia, esto es fundamental en el ámbito de la pareja, al fin haciendo que cada quien respete nuestro espacio.

Las consecuencias de decir no parecen irremediables bajo la perspectiva de quien es más vulnerable, el miedo apresa y no deja que se expongan los sentimientos más profundos. Es desolador entender que decimos o hacemos lo que el otro desea por miedo y se trata de un vínculo de sometimiento que linda con el abuso, claramente el personaje sometedor sabe de la dificultad clara del dependiente y juega con eso, ya que obtiene prontos beneficios, enriqueciendo su ego.

Claramente, aprender a perder el miedo si no pensamos como el otro y a decir “no” sin culpa, a no sentir que nuestra oposición no es una forma de lastimar, o ser indiferente, sino ser claro con los deseos propios. Dejar claro que tenemos el derecho a que nos respeten y que eso no nos deja en una posición mala. Al parecer, según estudios, el “no” provoca una activación cerebral amplia y una actividad eléctrica más acelerada en la corteza cerebral. Eso nos sucede muchas veces con recuerdos de lo feo que queremos negar y sacar de la memoria, por cierto, abstraernos; sin embargo, existe una conexión con ese hecho negativo que hace que lo evitemos, entonces concluimos que hubo un aprendizaje. Sin duda aquellas personas que optan por conformar a los otros muestran claramente su preocupación por los otros por encima de la propia, nada más alejado del verdadero amor a sí mismo.

Instagram: @sandralustgarten