Cultura
La cerámica de Josefina Plá. Apuntes sobre el catálogo de su obra plástica
Esta semana se cumplió un nuevo aniversario del nacimiento de la intelectual española. Aquí la recordamos con este artículo.
“Josefina sosteniendo un plato”, ca. 1929. Positivo en gelatina de plata © Colección Museo Julián de la Herrería. “Josefina en Manises decorando un plato” (detalle), ca. 1931. Positivo en gelatina de plata. Cortesía Miguel Ángel Fernández
La obra plástica de Josefina Plá, fuera de las fronteras de Paraguay, resulta ser completamente desconocida si la comparamos con otras parcelas de su trabajo donde su reconocimiento es importante. Como intelectual lo abarcó casi todo, incansable trabajadora, superdotada para las letras, continúa en la actualidad siendo un referente como escritora y, también como autora de obras teatrales, poetisa y crítica de arte.
Desde su unión [1] con Andrés Campos Cervera — más conocido por su seudónimo “Julián de la Herrería”— fue generando una colección de objetos que hoy forma parte del patrimonio artístico de la AECID. En 1959 Josefina creó el museo Julián de la Herrería [2].
La exposición actual del Museo Julián de la Herrería [3], ubicado en el Centro Cultural de España Juan de Salazar en Asunción, muestra de manera global un compendio del arte paraguayo del siglo XX, fruto del encuentro del matrimonio con los principales actores del panorama artístico de su época, tanto los nativos como los extranjeros que residieron en Paraguay, y que al igual que ella, se vieron obligados a exiliarse, en su caso y por propia decisión, indefinidamente.
Su relación con el Paraguay está íntimamente vinculada a su matrimonio primero y más adelante cuando regresó viuda, dejando atrás la guerra civil en España y se instaló en una casa con patio y un horno para cocer cerámicas en el que vivió toda su vida.
Desde su primer viaje al Paraguay—en 1926—se implicó en todas las tareas relacionadas con el trabajo de su marido, incluso a posar con indumentarias con estampados precolombinos para promocionar sus piezas. Más adelante y a lo largo de toda su vida, fue reuniendo un acervo formado por pinturas, dibujos, pero sobre todo cerámicas, colgadas sobre la pared y sobre ponchos para’i como se puede apreciar en fotografías de la época.
Los inicios de su actividad en la cerámica se sitúan en su juventud. La intensa relación con el barro comienza casi en el mismo instante en que conoce y se enamora del artista paraguayo, Andrés Campos Cervera, en 1923. Josefina tiene tan sólo veinte años, él treinta y cinco y logra, desde el principio de su relación, que el interés por la cerámica fuese para siempre y se materializó casi desde su llegada — el 1 de febrero de 1926— según prueban algunas cartas familiares de la época y su firma en un panel cerámico de cariz religioso en el camposanto de Asunción.
Una biografía escrita por Almada Roche [4], recoge una de sus entrevistas:
[…] También soy ceramista. No sé si eximia o no. He hecho exposiciones de cerámica conjuntamente con mi esposo. Casi todas han sido exposiciones conjuntas. Nunca he podido trabajar lo suficiente para reunir un número de piezas justificativas para una exposición individual. He realizado dos individuales, creo, no más. Una de ellas en San Pablo, en la IV Bienal, con mucho quebranto y queja de mí misma porque tenían que ser —de por fuerza— muestras restringidas por las características del trabajo y porque la cerámica no es una cosa que se hace enseguida. Y mientras tanto… hay que vivir. O bien uno tiene que trabajar años para reunir lo suficiente para una exposición individual o tiene que abandonar otras ocupaciones, lo cual a veces no es posible […]
La referencia artística de la cerámica procede de su marido, también la motivación principal que mantuvo, por épocas, trabajando en la decoración de potiches y cacharros con imágenes iconográficas de permanente repetición, algunas de ellas vinculadas con deidades andinas y diseños guaraníticos, esa preferencia por la cerámica se volvió imprescindible con la ausencia del ser amado, palpable también en su obra literaria y poética.
Fueron centenares las piezas de barro que se cocieron o simplemente por falta de torno y de tiempo se decoraron con pinturas, reflejo metálico y finalmente en la década de los sesenta, engobes grabados mediante incisiones. Piezas que, por otra parte, en sus manos casi perdieron su carácter utilitario.
Comenzó realizando grabados en Asunción —xilografías y linograbados—entre 1926 y 1929, algunos de ellos, según el catedrático de literatura y gran conocedor de su obra, Miguel Ángel Fernández, anticipan su modernidad. Firmados con su seudónimo, Abel de la Cruz fueron publicados en el diario El País de Asunción donde ella trabajó como redactora en esta primera época asuncena.
En cuanto a su formación como ceramista aprendió viendo trabajar a su marido, posiblemente pudo acudir a algunas clases de la Escuela Práctica de Cerámica en Manises en el periodo de su primer regreso a España —1930-1932— pero lamentablemente no se conserva ninguna documentación.
El primer atisbo de su participación como ceramista en exposiciones fue en 1928 en Asunción [5] y en Madrid en el Círculo de Bellas Artes, en diciembre de 1931, donde presentó 28 platos decorados con varias técnicas, cuerda seca, reflejo metálico y engobes con temas guaraníes, peruanos y oceánicos.
A su vuelta a Asunción con carácter definitivo —en 1938— su contacto con la cerámica se reanudó con el paso del tiempo, hay un horno en el patio que se lo recordaba, aunque no consiga un torno hasta muchos años después y apremiaba trabajar en otros ámbitos para sobrevivir; además, ha podido comprobar que las artesanas del país no lo empleaban y siguen sin hacerlo, también en su tierra natal, en las Islas Canarias ancestralmente se utilizaba el método del colombín [6]. Al principio, optó por comprarlas ya hechas y simplemente decorarlas.
A partir de su reinicio como ceramista, docente y creadora, comenzaron sus primeras exposiciones en diferentes salas de Asunción desde 1947, y que, según publican en prensa, Josefina regresaba a los temas nativos aplicando la geometría.
Desde 1947 hasta 1955 se encargó de organizar o colaborar en unas doce exposiciones en las que su temática y sus formas se fueron volviendo cada vez más abstractas a medida que su participación en las bienales brasileñas fueron frecuentes.
En la década de los cincuenta, muchas piezas también fueron fruto de colaboraciones con otros autores con los que se compartieron compromisos culturales, largas y animadas tertulias, viajes, exposiciones… concretamente con Lily (o Lilí) del Mónico, José Laterza Parodi y Olga Blinder, artistas plásticos que vivieron y trabajaron en Asunción y que formaron junto a ella el grupo Arte Nuevo (1954) o lo que es lo mismo, consiguieron la renovación de las artes plásticas paraguayas, lograron la ruptura con lo tradicional y encontraron un nuevo lenguaje moderno al inicio de la larga dictadura stronista (1954-1989) hasta su fallecimiento a principios del año 1999.
Una beca y una breve estancia en España le motivará a volver a realizar piezas decoradas en reflejo metálico con asuntos guaraníticos (1956-1957).
Su última producción da paso a una nueva etapa en la se dedicó a realizar toda una producción de objetos engobados y esgrafiados auténticamente de su factura —modelado y decoración— piezas únicas que las convierten en la serie más interesante de toda su amplia y dilatada trayectoria como ceramista, denominada serie payaguá [7] (1960-1965).
Josefina fue la primera que interpretó de una manera muy particular sobre el barro elementos decorativos de esta etnia desaparecida en su época, los payaguás. Decoraciones que tallaban en objetos ceremoniales tales como las pipas de fumar que utilizaban los chamanes como instrumento de sanación de enfermos y en calabazas pirograbadas.
Para documentarse, a buen seguro, conoció y estudió todas aquellas investigaciones que fueron apareciendo desde mediados del siglo XIX hasta 1950 escritas por los etnógrafos y exploradores europeos que viajaron por el interior de la América meridional en busca de antiguas tribus, incluido el álbum del pintor y fotógrafo italiano, Guido Boggiani [8], que se difundió por medio de tarjetas postales desde Argentina.
Los motivos decorativos de estas pipas de fumar, empleadas por los payes [9] payaguás, fueron estudiados por primera vez por etnólogos alemanes en la primera década del siglo XX y, poco después, un antropólogo argentino [10] ratificó todo lo escrito anteriormente señalando que los diseños estaban basados en pasajes del Génesis.
Josefina en El grabado en el Paraguay señalaba a propósito sobre las láminas estampadas por los misioneros que los motivos ornamentales de los objetos payaguás fueron expresiones transculturadas por los indios:
[…] Los payaguás, parcialidad reacia si las hubo a recibir el evangelio, tomaron de las estampas religiosas motivos que adaptaron al decorado de sus objetos de uso ritual (pipas, etc.,) En algunos de esos objetos conservados en Museos extranjeros, pueden observarse las graciosas versiones que estos indígenas realizaron de ciertas estampas bíblicas, especialmente las que representaban el Paraíso Terrenal, con su árbol de la ciencia del bien y del mal la serpiente con las y brazos, animales (transportados significativamente a la escala zoológica local) transculturados de las estampas del infierno, con sus demonios cornudos y de la cola del dragón.
Referencias sobre esta etnia desaparecida las encontramos en los textos de Félix de Azara (1742-1821) que recorrió el Río de la Plata y el Paraguay durante veinte años y otros explotadores del siglo XIX, también en un mapa que se conserva en la Biblioteca AECID sobre las Misiones jesuíticas en el Paraguay [11] que fue pintado por uno de la Comitiva de los Demarcadores Reales a la acuarela y tinta, fechado en 1766, un año antes de que los jesuitas fuesen expulsados de España por Carlos III. Sobre un fondo pintado de rojo intenso se describen a los Payaguás como:
Infieles de a pie. Infieles Payaguás
Los indios payaguás son una nación de Infieles q siempre andan por el río Paraguay en pequeñas canoas, embarcación a manera de pesebre de una pieza. Se sustentan de la pesca. Andan del todo desnudos. Y con esta desnudez entran en las ciudades de los españoles a vender pescado por tavaco en oja q gustan mucho. Se estienden por mas de 200 leguas rio avajo y rio arriva, sin jamás parar. Algunas veces quiebran las paces que tienen con los españoles, robando y matando q son mui traidores. Nunca se convierten a la fe sino sacandolos de su pais y llevandolos lejos á pueblos cristianos como se hace con los q cogen prisioneros en tiempo de guerra. Seran entre todos como 500 de armas.
Como conclusión, podemos señalar que los indios payaguás eran politeístas, jamás quisieron someterse al cristianismo y con ese rechazo es difícil creer que todos estos motivos ornamentales estén inspirados en el Génesis y respondan más bien a una interpretación idealizada de su entorno, su cosmología y a sus creencias animistas.
Josefina Plá, con esta última serie consiguió reintegrar “la memoria cultural” de Paraguay rescatando este arte indígena. En este país, encontró su propio paraíso y lo reflejó en esta serie de manera muy singular y que recuperó de nuevo en 1990 en una serie de serigrafías realizadas en colaboración con el artista, arquitecto y promotor cultural, Osvaldo Salerno.
Una selección se puede ver en el museo, donde se conserva la mayor colección de cerámicas realizada por ella.
Notas
[1] Partida de casamiento firmada en la parroquia de San Sebastián, Almería, el 17 de diciembre de 1925.
[2] Museos latinoamericanos: el Espacio “Josefina & Julián”
[3] Proyecto museográfico de María Blanco Conde, inaugurado por S. M., la reina doña Letizia, el 4 de noviembre de 2021.
[4] Almada Roche, A. (2011). Josefina Plá. Una voz singular. Asunción, p. 131.
[5] Exposición Plá- De la Herrería. Salón de Alegre, Asunción.
[6] Colombín o colombino es el proceso de fabricación manual, sin torno, que consiste en ir superponiendo rollos de arcilla a partir del fondo del recipiente. Blanco Conde, María (2016). ¿Qué se cuece por Paraguay? La cerámica de Tobatí.
[7] El nombre payaguá aparece por primera vez en los documentos que relatan el encuentro entre Juan de Ayolas con los indios en la región del Puerto de Candelaria.
[8] Colección Boggiani de tipos indígenas de Sudamérica central. Álbum o cuaderno que pone de relieve la gran importancia de la fotografía antropológica.
[9] Médico o chamán.
[10] Outes, F.F. (1915) “Los asuntos decorativos bíblicos en los objetos de ceremonial pagano payaguá”. En: Anales del Museo Nacional de Historia Natural. Tomo XXVI, pp. 383-401. Buenos Aires.
[11] Blanco Conde, María (2006). “Mapa histórico de las misiones jesuíticas en el Paraguay”. Cuadernos Hispanoamericanos, N.º 678, pp. 75-84.
Nota de edición: El presente artículo es un extracto del catálogo razonado La obra cerámica de Josefina Plá en el Museo colección Julián de la Herrería, en preparación.
* María Blanco Conde es curadora de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID, Madrid). Es responsable de la museografía de la Colección Museo Julián de la Herrería y profesora de tasación y catalogación de obras de arte de la Universidad Antonio de Nebrija en Madrid.
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14 de noviembre de 2022 at 01:36
“Comenzó realizando grabados en Asunción
-xilografías y linograbados – entre 1926 y
1929, algunos de ellos, según el catedrático
de literatura y gran conocedor de su obra,
Miguel Angel Fernández, anticipan su
modernidad. Firmados con su seudónimo,
Abel de la Cruz fueron publicados en el
diario El País de Asunción donde ella
trabajó como redactora en esta primera
época asuncena.” Esta información específica es resumen de mi tesis de grado presentada en el ISA, 2017. Fue una investigación de campo que duró 3 años de investigación y yo lo había compartido con Miguel Ángel Fernandez. Recuerdo que le había pedido que fuera mi tutor, y se quiso pasar realizando una propuesta bastante indecente. Y nunca más volví a hablarle pero por lo visto tiene memoria selectiva. Hasta entonces las fechas utilizadas en diferentes fuentes y las que manejaba Miguel Angel eran incorrectas y no se sabían exactamente la cantidad de grabados publicados que ilustraban poemas en diferentes medios de prensa nacionales. La investigación fue realizada en la biblioteca nacional y las presenté en la tesis como una colección en un catalogo.
El título de mi tesis se llama “Gráfica moderna, rasgos
iniciales. Dieciocho estampas de Josefina Plá
en la gráfica paraguaya (1927-1928)” y mi tutor fue Carlos Sosa Rabito.