Cultura
A 100 años de la Revolución de 1922
Jefes y oficiales del ejército revolucionario frente al túmulo con los restos de Adolfo Chirife. Cortesía
Aciaga fue la suerte de Manuel Gondra, una de las alturas intelectuales más calificadas del país en el ejercicio del poder presidencial. Asumió en 1910, el 25 de noviembre, pero duró poco tiempo su estadio en el gobierno porque en enero de 1911 el coronel Albino Jara, joven y muy apresurado militar con arraigo en el ejército del país, lo depuso y asumió el asiento presidencial. Jara se había formado siguiendo cursos superiores en Chile.
En 1920, Gondra asumió de nuevo la presidencia y la historia volvió a repetirse. Don Manuel no era hombre de transiciones y en 1921 renunció al cargo porque un grupúsculo militar-policial no le fue afecto. Tampoco lo sostuvo el principal espadón del país de ese entonces, el coronel Adolfo Chirife.
A cincuenta años de Cerro Corá (1870), el Paraguay se había ido recuperando demográficamente y llegaba en 1920 a unos 700.000 habitante. Asunción, que iniciaba una época de buenos intendentes municipales, contaba con 120.000.
El país pasaba por momentos económicos no malos, después de los avatares de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), contienda en la que el Paraguay se mantuvo neutral y pudo hacer buenos negocios. Los gobiernos liberales de Eduardo Schaerer (1912-1916) y Manuel Franco (1916-1919) parecían señalar que el civilismo liberal y la reforma electoral del presidente Franco marcaban el camino hacia una república real y efectiva.
La república liberal
El partido liberal, en el gobierno desde 1904, es decir, desde hacía 18 años, tenía muchos seguidores. Apoyado en la prensa por El Diario y El Liberal, en la Universidad Nacional su funcionamiento se decantaba en grandes figuras civiles y un movimiento intelectual que se agitaba entre una dialéctica conservadora, pero ya aparecía de sesgo más cercano al socialismo o el anticlericalismo. Disputas con la Iglesia Católica y apedreamiento de iglesias eran harto frecuentes. En Rusia se proclamaba la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas y el pensamiento más próximo al marxismo que al anarquismo hacían ver una tierra aún lejana, pero ya presente.
La Primera Guerra Mundial en el Paraguay
En 1914, por principios heredados de la Revolución Francesa, el nacionalismo hizo explotar, en Europa inicialmente y luego en el mundo, la “gran guerra”, que enfrentaría a la Triple Entente (Francia, Gran Bretaña, Rusia), y luego a los Estados Unidos, entre otros, con la Triple Alianza formada por Alemania, Austria-Hungría y el Imperio Otomano, entre otros muy pocos).
El mundo veía en el primer bando a la Francia republicana, preferentemente, y con ella a la democracia. En la segunda se veía a la Alemania imperial, con sus ejércitos y apetitos militares. Al entrar Estados Unidos en la guerra mundial, algunos países, como Brasil, seguirían el mismo camino. Consultado por el gobierno del norte, el gobierno paraguayo –por nota hecha por Manuel Gondra– declaró que no veía motivos para entrar en la contienda.
Pero mientras la mayoría de la población (y de los intelectuales y políticos) apoyaba la causa de la Entente en la contienda, en actos públicos, donaciones, etc., algunos políticos eran de notoria simpatía germanófila, como Eduardo Schaerer, suizo-alemán, que lo hizo sentir en su medio de prensa. A ello se sumaba que muchos de los militares que habían ido a estudiar y perfeccionarse en Chile (Albino Jara, Adolfo Chirife, Pablo Mendoza, José Félix Estigarribia o Eugenio A. Garay, entre otros), simpatizaran con la disciplina de ese país, que seguía la escuela militar alemana (o prusiana). De regreso al Paraguay, algunos fueron a Alemania para seguir allí una formación más completa. Lo hicieron Adolfo Chirife y Pablo Mendoza. Esta “alemanización” de nuestro ejército tendría un costo muy caro, como se verá.
La Primera Guerra Mundial no azotó militarmente al Paraguay, pero su herencia en los espíritus de algunos se volvería campo fértil para la confrontación civil de 1922-1923, prolongación de concepciones militares y políticas contrarias.
El coronel Adolfo Víctor Chirife Morales
El coronel Chirife nació en Asunción en 1873. Descendiente de ingleses, bachiller del Colegio Nacional en 1896, fue becado por el gobierno chileno e ingresó a su ejército en mayo de 1897. Permaneció en Chile hasta febrero de 1904, es decir, de los 19 a los 26 años. En abril de 1904 fue enviado a seguir sus estudios militares en Alemania, donde estuvo hasta agosto de 1908.
Vuelto al país, donde permaneció ininterrumpidamente en el Ejército Nacional hasta 1922, ocupó diversos cargos, entre ellos el de ministro de Guerra. Hablaba y escribía fluidamente en alemán. Creó en Paraguarí un centro militar de alto nivel y desarrolló en esa comunidad obras prácticas que aún lo recuerdan. Chirife no era demagogo, no buscaba el poder para sí, amaba la disciplina dentro de un rígido marco vertical, propio de su formación militar.
Por otro lado, y producto de la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, América Latina, y puntualmente el Paraguay, recibieron la inmigración de militares alemanes, excombatientes que ofrecían sus servicios y podían ser peligrosos consejeros.
La Revolución de 1922
Eduardo Schaerer, liberal, presidente 1912-1916, era ordenado, disciplinado, y amaba dirigir un país político. Tenía peso en parte del Partido Liberal en el campo económico y, por qué no, entre los militares. Schaerer, hombre de su tiempo, ayudó a que el partido llegara al gobierno en 1904. Antes había abierto, con otros liberales, El Diario, periódico de importante difusión para su tiempo. Participó de las revoluciones de 1911-1912. Y había sido intendente municipal de Asunción. Era un hombre que gustaba de la modernidad (voló en avión en 1913, siendo el primer presidente en el mundo en hacerlo) y tenía muy buenas conexiones con grupos políticos y financieros del Río de la Plata. Era un saco mbyky, es decir, lucía el saco corto, moda norteamericana, mientras que los que no simpatizaban con él usaban el saco puku, según la moda inglesa. Hasta la moda les contraponía.
Schaerer aseguró su gobierno nombrando como jefe de Policía a Manuel Balteyro, su yerno, quien aún concluidas sus funciones tendría considerable peso dentro del arma policial. Schaerer no era precisamente hombre de guerra, lo era de esquemas políticos. Cuando no estuvo conforme con el actuar ministerial de Manuel Gondra, en 1921, creyó que alzando la Policía sería suficiente para dominar la situación. Pero no, Gondra era un hombre rotundo. Renunció. El vicepresidente, Félix Paiva, concuñado de Schaerer, no se esforzó en tomar el gobierno y el Congreso, esgrimiendo la Constitución Nacional de 1870, nombró presidente provisorio al senador Eusebio Ayala.
El Congreso, con fuerte peso de políticos schaeristas, convocó a elecciones inmediatas. El presidente interino Ayala, según consejo de los jóvenes liberales, vetó este proyecto de ley por considerarlo muy apresurado. Ante ello, el comandante de Paraguarí, coronel Adolfo Chirife, y el de Encarnación, coronel Pablo Mendoza, por consejo de políticos se alzaron en armas en apoyo a lo resuelto en el parlamento.
Fue el llamado ejército constitucional, formado por la mayoría del ejército y gran parte de su parque de guerra. La revolución duraría más de un año. Dos ataques a Asunción, en junio de 1922 y abril de 1923, marcaron los puntos álgidos de la contienda.
El partido gondrista, o radical, se apoyó de preferencia en el Sindicato de Obreros Marítimos y el de los Obreros Tranviarios, y en el pequeño ejército que le permaneció fiel (Manlio Schenone, José Félix Estigarribia y Arturo Bray, entre otros). Se peleó en muchos lugares de la Región Oriental. El ferrocarril perdió mucho de su patrimonio, se depredó el campo, hubo combates aéreos. Se inutilizaron armas. El país se desangró económicamente.
El doctor Eusebio Ayala derogó su veto a la ley, pero la revolución ya no pudo impedirse. Schaerer, desde Buenos Aires, enviaba armas, vía Encarnación. A su tiempo, el Congreso, al renunciar más tarde como presidente Eusebio Ayala, designó presidente provisorio a Eligio Ayala. Siendo él presidente concluyó la revolución, durante la cual poco antes había muerto de pulmonía el coronel Chirife, en Alto Paraná, en un obraje. Un túmulo sencillo guardó sus restos hasta 1934, fecha en que fue traído por sus seis hijos al cementerio de La Recoleta, donde permanecen hasta hoy.
La guerra civil de 1922 marcó el punto más alto del Partido Liberal, al dominar con la suerte de las armas y el apoyo de un grupo social a un ejército políticamente militarizado. De 1923 a 1936 el ejército permaneció fiel a la República. Ello permitió a un hombre formado en la escuela militar francesa, José Félix Estigarribia, adquirir preparación castrense sin perder la obediencia civil o política.
Extrañamente, este ejército nacional, al concluir la Guerra del Chaco (1932-1935), se tornaría de nuevo cuerpo deliberante, y en el período 1940-1948, volvería a tener un componente de alta simpatía por el ejército alemán, ya nazi en ese momento. Los avatares políticos, o los militares, son muchas veces hijos de las finanzas, los nacionalismos y las ideologías.
*Pedro Gamarra Doldán es abogado e investigador.
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