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Agenda Cultural

Museo Juan Sinforiano Bogarín: “Fuerza y suavidad”

Aproximándonos a la gran “Noche de los Museos 2023”, que se desarrollará este sábado 11 de noviembre a partir de las 18 horas, en todo el país, reeditamos este artículo sobre uno de los sitios más relevantes del recorrido.

Museo de Arte Sacro "Juan Sinforiano Bogarín" © Laura Mandelik

Museo de Arte Sacro "Juan Sinforiano Bogarín" © Laura Mandelik

El perfil de Juan Sinforiano Bogarín, primer arzobispo del Paraguay, bien podría definirse por el lema que acuñó en su escudo episcopal: “Fortiter et suaviter”, fuerza y suavidad. Quienes lo conocieron lo describen como un hombre de convicciones, fortalecido en la adversidad (quedó huérfano durante la Guerra de la Triple Alianza) y dotado de perspicacia y de una proverbial delicadeza que le permitió actuar con acierto en momentos de gran tensión política en la historia del país.

Monseñor Juan Sinforiano Bogarín

Monseñor Juan Sinforiano Bogarín

Nacido en Mbuyapey en 1863, pasó gran parte de su niñez en Arecaya y falleció en Asunción, a los 85 años, en 1949. Fue enérgico en sus cartas pastorales. Se enfrentó a las organizaciones que proponían el matrimonio civil, el divorcio y la educación laica, así como a la masonería. Fue conocido por su espíritu viajero, que lo llevó a conocer todo el país en el desarrollo de su ministerio. Se dice que a lo largo de su vida recorrió casi 50 mil kilómetros, llegando hasta los pueblos más recónditos. Estos viajes despertaron su interés en el arte jesuítico y franciscano, así como en diversos objetos que daban testimonio de usos y costumbres de otros tiempos. Así nació su colección, que dio origen al museo que fundó y lleva su nombre.

© Laura Mandelik

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En la calle Comuneros, al costado de la Catedral, se ubica el Museo Monseñor Juan Sinforiano Bogarín, perteneciente a la Arquidiócesis de Asunción. Es una casona antigua que conoció varios usos: domicilio una vez, cárcel varias, museo eclesiástico luego. El acervo está compuesto, principal pero no exclusivamente, por piezas de arte sacro jesuítico y franciscano. Otras, fuera del rito, son piezas de vida cotidiana del período colonial, pertenencias de próceres de la Independencia, objetos del tiempo de los López, material bélico de la Guerra del 70 y de la Guerra del Chaco.

© Laura Mandelik

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El museo fue cerrado en 2010 por falta de fondos. En 2011 hubo un cambio de dirección y en 2019, en acuerdo con la Secretaría Nacional de Cultura, se decidió su reapertura, que se concretó a comienzos de este año. De las doce salas del museo, tres están habilitadas y en estos momentos ofrecen una exposición temporal de cristos, una de arte mayoritariamente franciscano y una retrospectiva biográfica de monseñor Bogarín, autor de la primera catalogación del acervo, a la que siguió la realizada por monseñor Blujaki, quien sucedió a Bogarín en la dirección en 1958. Hoy el acervo está catalogado en un 90%.

© Laura Mandelik

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“La colección estaba originalmente en la casa del fundador, luego en el Obispado y más tarde en el Seminario Metropolitano”, explica el padre Hugo Fernández, actual director del museo. Es suya la renovación de la museografía que ahora se exhibe. “Monseñor Blujaki consiguió que esta casa no se destruyera, pues se iba a convertir en estacionamiento, y luchó por convertirla en museo”, dice el sacerdote, quien narra la historia del espacio. Cuenta que en un primer momento fue propiedad de la familia Yegros, luego la casa fue expropiada durante el gobierno de Francia y transformada en cárcel pública. Fue aquí, dice el director, que estuvo preso Pedro Juan Caballero. Fue aquí que ocurrió el suicidio que evitaría su fusilamiento. El padre Fernández, incluso, señala la sala que habría sido su celda: ¿Habrá sido aquí donde Caballero escribió con su sangre, supuestamente, “sé bien que el suicidio atenta contra la ley de Dios y de los hombres, pero la sed de sangre del tirano de mi Patria no se aplacará con la mía”?

© Laura Mandelik

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La Sala de los cristos alberga tallas en madera y pintura. La colección incluye, entre otras cosas, una de las primeras pinturas coloniales de un cristo flagelado, que data de 1611 y que alguna vez perteneció a la antigua iglesia de Yuty. Se trata del Cristo de la encina, curiosa porque su autor aparece en el propio calvario, a los pies del cristo. Esta colección presenta piezas que pertenecieron a Bernardino Caballero y Juana Pabla Carrillo, así como a personalidades de la historia nacional. Entre las obras hay cristos de la paciencia y cristos de la columna.

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La sala franciscana no incluye estrictamente, como su nombre sugiere, piezas de reducciones franciscanas, sino también algunas más recientes, en general, obras de arte barroco hispano-guaraní. Hay varios San José con botas, San Pedro, San Pablo, y varias Inmaculada.  “Algunas de estas obras son piezas vivas, se usan todavía en la procesión de Semana Santa, como la Virgen de los Dolores, San Blas y San Juan”, explica el director.

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Además de imaginería religiosa, la sala incluye puertas de la antigua iglesia de Ypané, la puerta y el retablo de la antigua iglesia de Guarambaré, sillas prestes de la antigua Catedral de Asunción utilizadas en la primera reunión del Triunvirato, el antiguo tabernáculo de Ypané y el de Areguá, un púlpito de Villeta y el antiguo confesionario de la iglesia de Caacupé. Monseñor Blujaki, explica el director, se dedicó a rescatar partes de arquitectura eclesiástica que habrían sido dañadas por la intemperie.

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La tercera sala se compone de objetos que pertenecieron a Juan Sinforiano Bogarín: una fotografía suya, elementos del rito sacerdotal y comentarios biográficos.

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En el patio, más o menos en el centro: el primer alumbrado público de Asunción, rescatado y reubicado. “Es un lugar con historia”, repite varias veces el padre Fernández. El otro patio, sin acceso ahora, el que da al río, fue el sitio del fusilamiento de Fulgencio Yegros, según el director. Esta versión parece contraponerse a otras que ubican el escenario de la ejecución más cerca del Cabildo, bajo un naranjo.

¿Habrá sido Yegros fusilado en este patio, el lugar que alguna vez fue su casa? ¿O la muerte ocurrió bajo un árbol de frutas? ¿Habrá escrito Caballero alguna cosa siquiera? Las distorsiones de la historia son –después de todo–inevitables, partes constituyentes de ella incluso. Con el tiempo el espacio cambia, adquiere nombres que no conoció en principio. Hemos de pensar que esta casa es uno de esos sitios donde la historia ha decidido ocurrir.

© Laura Mandelik

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Nota de edición: Este artículo fue originalmente publicado, en esta misma sección de El Nacional, el domingo 14 de marzo de 2021.

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