Agenda Cultural
Irma Gorostiaga: su partida y la vitalidad de su legado
Irma Gorostiaga (izquierda) junto a Liliana Segovia. Cortesía
Irma Gorostiaga murió el domingo. Deja atrás, y también por adelante, una profusa producción artística cuyo estudio es todavía una deuda pendiente en Paraguay. De obra desbordante, tanto en el contenido como en el lenguaje, supo preservar el acento irreverente que caracterizó el taller de Cira Moscarda donde se formó, como tantos otros artistas, Krasniansky y Migliorisi entre ellos.
Siempre decía que había llegado tarde. Tarde, ¿al arte? Sus obras se actualizan en cada lectura y crecen en tensión frente a cuestiones que ella, desde una supuesta ingenuidad, traía a la mesa de debate. Expuso por última vez en septiembre de 2021, acicateada por Liliana Segovia, quien en su galería la puso en diálogo con Sandra Dinnendhal López, artista contemporánea conocida como Esedele. Así nació Cotillón Kitsch, una muestra que reunía piezas en técnicas diversas, incluso de tipo instalativo, en las que convergían dos poéticas en torno a objetos de la cultura popular.
Sobre aquella experiencia, cuenta Sandra: “El primer acercamiento a la obra de Irma Gorostiaga lo tuve en la trastienda de MultiArte, donde Liliana Segovia tiene exhibidos varios dioramas y cuadros suyos de gran escala. Resaltan las obras de Irma por su peculiar materialidad: el uso casi naif de muñecas, recortes de revistas, imanes de cachorros, pegatinas de gatitos, querubines rollizos y flores de plástico. Irma habitaba plenamente el mundo de cotillones, casas de tela y mercerías. Tenía una clara afinidad con las lentejuelas, los tules y la purpurina. Me fascinó no solo su uso irreverente de baratijas y chucherías, sino la familiaridad de esa estética tan reminiscente a los cumpleaños, bautismos, quinceaños y demás hitos decorados por manualidades caseras y, significativamente, por mujeres. Esta estética, que nombré cotillón kitsch, fue el nexo entre mi práctica y la de Irma, y la excusa para realizar la muestra epónima con nuestras obras en MultiArte”.
Con respecto a la relación que tuvo con ella, recuerda: “Tuve la suerte de conocerla en su casa, en una merienda con bocaditos junto a Liliana y la hija de Irma, Ana. Fui sin saber ni qué esperar de Irma, y aún así terminó sorprendiéndome. Las temáticas de feminismo, de los roles de maternidad y matrimonio impuestos sobre mujeres, las angostas posibilidades de creatividad dentro del ámbito casero y doméstico, éstas y más lecturas sociopolíticas mías sobre su obra no tenían necesariamente anclaje en su mundo interior. Conocí una señora que exaltaba por sobre todo su religión y su familia. Me habló de ángeles y de su recientemente finado marido. Me preguntó si estaba casada y si tenía hijos. Las paredes de su casa eran una extensión de su obra: colgaban más querubines, pintados de plata y oro, sobre terciopelos enmarcados. Cada almohada de sofá estaba bordada con flores. Encajes cubrían las superficies. Una vasija en la entrada portaba un recorte de La infanta Margarita en azul, de Velázquez. Sentada en un sillón había una figura a escala humana que Irma explicó era representación de su adorada antigua profesora, Olga Blinder. Brotaba en cada esquina una nueva excentricidad, sin dejar que el ojo descanse. Esta contradicción terminó por sellar mi fascinación por la obra de Irma: una mujer relativamente convencional en sus roles como esposa, madre, abuela, ama de casa asuncena y burguesa, capaz de producir, frente a la incomprensión y el desdén de una comunidad incapaz de valorarla, tal derroche de creatividad, idiosincrasia y singularidad artísticas”.
Los últimos años de Irma Gorostiaga no fueron fáciles, cuenta Liliana Segovia. Lamentaba con frecuencia no estar presente en exposiciones como antes lo hacía y su expresión recurrente, siempre según Segovia, era “ya no me invitan más a exponer”. Las dos artistas se conocieron en los años 90, en el taller de Olga Blinder y cultivaron una amistad que duró hasta el domingo. Hoy Liliana rememora anécdotas, como cuando llegó a Asunción un representante de Christie’s y quedó impresionado con la obra de Gorostiaga, al ver una pequeña pieza suya en un espacio de Areguá. “¡Esto es extraordinario!”, cuenta que dijo, y cuando después ella le llevó la obra a Nueva York, “no lo podía creer”, recuerda. Ante la partida de Irma, Segovia señala la necesidad de difundir y promover su obra, y anuncia la realización de varias muestras este año, en colaboración con otras galerías, para celebrar su memoria.
Irma Gorostiaga nació en Asunción en 1931 y se inició en el arte con Cira Moscarda. Expuso por primera vez en 1987 en una muestra colectiva y desde 1992 realizó exposiciones individuales. Sus obras se encuentran en museos y colecciones privadas en nuestro país y en el exterior. Además de Moscarda, cursó estudios de arte con Nicole de Ocampos, Roberto Giacoya, Roberto de Marchi, Pedro Agüero, Dorothé Willert, Susana Romero, Livio Abramo, Edith Jiménez, João Rossi, Vivian Guggenheim y Osvaldo González Real. Fue parte del taller avanzado dirigido por Olga Blinder. Obtuvo diversos premios y menciones en Paraguay y el exterior. Fue socia fundadora de Asociación Gente de Arte.
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