Agenda Cultural
El vandalismo bolsonarista y su trágico saldo para la cultura
Desmanes en el Palacio Presidencial, Brasilia. Cortesía
La estela de destrucción dejada en Brasilia por los seguidores del expresidente Jair Bolsonaro –que durante cuatro horas y media tomaron el corazón cívico de la ciudad imaginada por el urbanista Lucio Costa e inscrita por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad– se estima hoy en daños irreparables a obras de arte y patrimonio histórico de altísimo valor. Los vándalos que invadieron las instalaciones del Palacio de Planalto, del Congreso y del Supremo Tribunal Federal, no solo destrozaron objetos de extraordinario valor, sino que apuntaron a socavar los símbolos mismos de la democracia brasileña.
Los edificios, diseñados por el célebre arquitecto Oscar Niemeyer, fueron brutalmente agredidos. Los manifestantes arrancaron piedras del piso en el Palacio de Planalto para usar como munición contra la policía, y las fotografías de los expresidentes de Brasil fueron arrojadas al suelo, donde yacían rotas y con los marcos quebrados.
El relevamiento de las pérdidas en todo el complejo es aún provisional y está siendo actualizado por los expertos, pues todavía quedan muchos objetos sin identificar entre las ruinas. El Gobierno divulgó una lista preliminar de las piezas dañadas, algunas de las cuales mencionamos a continuación.
En el Palacio Presidencial
Un reloj francés, diseñado por André-Charles Boulle y fabricado por Balthazar Martinot a finales del siglo XVIII, obsequiado a la familia real por la corte de Luis XIV. El reloj fue llevado a Brasil por Don Juan VI, en 1808. El objeto estaba en el tercer piso del Palacio de Planalto, donde se encuentra la oficina del presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Solo hay dos piezas en el mundo. La otra se exhibe permanentemente en el Palacio de Versalles, Francia.
Las mulatas, óleo de Emiliano Di Cavalcanti, uno de los grandes exponentes del modernismo brasileño, instalada en el Salón Noble del Palacio de Planalto, a pocos metros del despacho de Lula. La obra, que data de 1962, fue rasgada y perforada con objetos cortantes en siete partes. Los expertos calculan que restaurarla puede demorar hasta 90 días. Su valor se estima en un millón y medio de dólares.
Di Cavalanti se caracterizó por retratar la gente y la cultura popular del Brasil: el carnaval, la samba, las favelas, los trabajadores, la población mestiza. Se afirma que “fue el primer artista en colocar mujeres negras en los comedores de la élite”. La obra agredida es un ejemplo.
Frente a esta obra estaba ubicado el escritorio del expresidente Juscelino Kubitschek, fundador de Brasilia, quien gobernó entre 1956 y 1961. El mueble, diseñado por los arquitectos Oscar y Anna Maria Niemeyer, “fue utilizado como barricada por los terroristas”, informó el Gobierno.
El cuadro Bandera de Brasil, 1995, de Jorge Eduardo, fue arrancado de la pared y encontrado flotando en un charco de agua que inundó el primer piso de la Presidencia luego de que los agresores dejaran abiertas las mangueras hidrantes.
Los empleados también encontraron la obra de la artista argentina Marta Minujín, Venus apocalíptica, en el suelo, afuera del Palacio de Planalto.
La escultura en granito La justicia, de Alfredo Ceschiatti, fue grafiteada con la frase “Perdeu, mané” (Perdió, tonto). La obra está instalada frente al edificio del Supremo Tribunal Federal, STF (Corte Suprema de Justicia del Brasil), en la Plaza de los Tres Poderes.
Los daños no se limitaron a las obras instaladas en los salones del Palacio Presidencial de Planalto, propietario de una de las principales colecciones de arte modernista brasileño, sino también a pinturas, esculturas y muebles históricos que estaban dentro de los edificios del Congreso y del Supremo Tribunal Federal.
En el Congreso
Otra víctima prácticamente irreparable de la furia bolsonarista fue el vitral Araguaia, de Marianne Peretti, de 1977. Se trata de un gran mural en vidrio templado y arenado, que estaba instalado en la Sala Verde de la Cámara de Diputados. Peretti fue la única artista mujer que integró el equipo de Oscar Niemeyer en la construcción de Brasilia.
La bailarina, obra en bronce del artista italiano Victor Brecheret, considerado el introductor del modernismo en la escultura brasileña, fue arrancada de su base en el lugar donde estaba expuesta, la Cámara de Diputados. Sigue desaparecida.
La escultura en bronce El flautista, de Bruno Giorgi, fue completamente destruida. La pieza, fechada en 1962, estaba expuesta en una de las salas del Congreso y fue valorada en casi 50.000 dólares.
También se encontró un tapiz del artista y paisajista Burle Marx desgarrado, aplastado y mojado con orina en la esquina de una de las habitaciones. “Arrancaron el trozo de la pared, lo enrollaron y lo mojaron. Está todo muy maloliente”, relató la coordinadora responsable de la colección del museo del Senado. Los especialistas en restauración deberán rehacer parte de la pieza, según la investigación.
Otra obra que deberá pasar por un proceso de restauración es el muro escultórico de Athos Bulção, creado específicamente para el lugar, en la Cámara de Diputados. La obra sufrió rayones por rotura de vidrios y perforaciones en la base. La recuperación será costosa: 20 miligramos de pintura específica para corregir un solo rasguño cuestan alrededor de 150 dólares.
También sufrió daños la escultura en bronce María, María, de Sônia Ebling, ubicada en la Cámara de Diputados. La pieza, de 1980, fue atacada a golpes de palo.
En el Tribunal Supremo de Justicia
Según informa O Globo, la evaluación en el STF es que el daño al patrimonio histórico es irreparable y que el edificio principal está “totalmente destruido”. El escudo de armas de la República fue arrancado. Los terroristas –como los llama el periódico– también retiraron los asientos que los 11 ministros utilizan durante los juicios. La silla usada por la presidencia del Tribunal fue colocada en la calle, donde los bolsonaristas se tomaban selfies para las redes sociales. La pieza lleva la firma del diseñador y arquitecto Jorge Zalszupin, exponente del modernismo brasileño.
En el mismo edificio, los bustos de importantes personalidades de la República –como Rui Barbosa, responsable de la creación de la Corte en el modelo actual, en 1890, y Joaquim Nabuco, abolicionista– fueron severamente dañados. Asimismo, entre los objetos vandalizados se encuentra una alfombra que, según información del Tribunal Supremo, perteneció a la princesa Isabel, hija del emperador Pedro II, responsable de la firma de la Lei Áurea que puso fin a la esclavitud en el país.
Un retrato de José Bonifácio, científico, poeta y abogado paulista que fuera ministro del emperador Pedro I y creador de las primeras instituciones políticas del país, también fue vandalizado por los golpistas. La obra fue garabateada con un bigote similar al de Hitler.
Pero quizás una de las agresiones más significativas estuvo dirigida a la pieza que simboliza la convivencia democrática. Un ejemplar raro y excepcional de la Constitución fue robado por seguidores radicales del expresidente. El libro es una réplica de la edición original de la Carta Magna. Imágenes difundidas en redes sociales muestran a los vándalos con el libro en las manos.
Una escultura de Frans Krajcberg, valorada en unos 57.000 dólares, también fue atacada. La obra, denominada Ramas y sombras, estaba realizada en madera y colgaba de la pared. Fue despedazada y sus partes quedaron esparcidas en varios lugares.
Hay objetos que han sido completamente destruidos y no se pueden recuperar. Dos muebles de madera de la primera mitad del siglo XIX, que estaban a la entrada de la Sala Presidencial del Senado, fueron encontrados hechos “migajas”. Les fueron arrancados los cajones y las partes interiores. Son mesas que pertenecieron al extinto Palacio Conde dos Arcos, donde funcionó la primera sede del Senado, en Río de Janeiro. Los expertos concluyen que será imposible restaurar los muebles de la época del Imperio, pues no hay modelos para recuperarlos.
Además de los daños al acervo artístico, los partidarios de Bolsonaro también provocaron daños arquitectónicos a los tres edificios. Los enormes ventanales de los tres palacios fueron totalmente destruidos y varias columnas y paredes, además de haber sufrido golpes, fueron vandalizadas con aerosol. Todas las fotografías que estaban en la galería de expresidentes fueron retiradas de la pared y quebradas. Del Legislativo también fueron robados todos los regalos de autoridades extranjeras que estaban expuestos en vitrinas y hasta una gran pelota de fútbol con el autógrafo del famoso goleador Neymar, que formaba parte de una exposición sobre el Mundial de Qatar 2022.
“Los terroristas que invadieron el Palacio de Planalto depredaron y destruyeron parte importante del acervo artístico y arquitectónico allí reunido y que representa un capítulo importante de la historia nacional”, señaló un comunicado de la Presidencia. “El valor de lo que fue destruido es incalculable debido a la historia que representa”, afirmó el director de Curaduría de los Palacios Presidenciales, Rogerio Carvalho, quien considera posible, aunque costosa, la recuperación de la mayoría de las obras.
La Unesco se puso a disposición del Gobierno de Brasil para ayudar a restaurar, tras los graves destrozos causados el domingo por radicales bolsonaristas en las valiosas sedes de los tres poderes del país. “Es urgente que evaluemos los daños y comencemos la recuperación y restauración de todo el patrimonio, que fue brutal y absurdamente destruido. Un cuadro de Di Cavalcanti destruido a puñaladas revela la enorme ignorancia y violencia de esos actos abominables”, dijo a la prensa la ministra de Cultura, Margareth Menezes.
Desde el lunes los técnicos del Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional (IPHAN) están trabajando, y a ellos se sumará un grupo de especialistas y restauradores de arte de todo el país.
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