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Política

Desalentador balance de una transición democrática sin resolver

Imagen de referencia. Foto: @celag.org

Imagen de referencia. Foto: @celag.org

El derrocamiento del general Alfredo Stroessner, entre el 2 y 3 de febrero de 1989, abrió el proceso de construcción democrática en el país, no de re-democratización como en otras latitudes, pues el Paraguay soportó hasta esa fecha una tradición autoritaria de más de un siglo.

La incontenible algarabía de los primeros meses fue cediendo ante las presiones del nuevo tiempo. El gobierno del general Andrés Rodríguez enfrentó una explosión de conflictos sociales de magnitud, como ocupaciones masivas de tierras en el campo, paros y huelgas en los centros urbanos; y la sistemática presión de los movimientos de sin techo.

Las exigencias ciudadanas por el retorno definitivo de los militares a sus cuarteles ganó mucha fuerza, siendo especialmente irritante el excesivo protagonismo político del general Lino César Oviedo.

Administrando el país con cuadros del stronismo saliente, Rodríguez ensayó soluciones a los diversos problemas: Puso en vigencia sin reservas todas las libertades públicas, otorgó miles de títulos de propiedad a los sin tierra y cedió ante las presiones sindicales. En lo político, posibilitó la elección de los Intendentes por medio del voto directo, convocó a una Convención Constituyente, firmó el Tratado de Asunción, dando origen al MERCOSUR, y por primera vez en medio siglo le entregó el poder a un civil.

El factor Oviedo

Pese a los avances en lo político y social, Rodríguez no pudo resolver uno de los problemas vertebrales, la cuestión militar, lo que hizo que el “factor Oviedo” se colocara en el ojo de la tormenta durante los años posteriores.

Así, siendo presidente Juan Carlos Wasmosy, en condiciones especialmente adversas –minoría parlamentaria y fuerte fractura interna del coloradismo– llevó adelante tareas esenciales, como la renovación del Poder Judicial, la instalación de nuevas instancias institucionales: la Justicia Electoral, el Ministerio Público, Contraloría General de la República y la Defensoría del Pueblo. Además, Wasmosy logró algo impensable: la desafiliación a los partidos políticos de los integrantes de las fuerzas públicas.

De todos modos, Wasmosy debió enfrentar tres huelgas generales, cuatro imponentes marchas campesinas y dos crisis de gran envergadura: la denominada “crisis de abril”, derivada del pase a retiro del general Oviedo; y la “quiebra bancaria”, que exigió el saneamiento del sistema financiero, e impactó con fuerza en la economía, especialmente de las capas medias y bajas de la población.

De lejos, el “Factor Oviedo” se instaló como el más delicado, al punto que al ganar en las internas coloradas, el exmilitar fue arrestado y detenido, de modo a que no pudiera integrar el binomio colorado para las elecciones presidenciales de ese año, en las que el Partido Colorado fue representado por la extraña dupla Raúl Cubas Grau-Luis María Argaña, que se impuso holgadamente sobre la oposición, pero que llevó al país a un espiral crítico inédito, con el indulto que dejó en libertad a Oviedo, y el conflicto de poderes, donde Legislativo y Judicial se enfrentaron al Ejecutivo.

El final parcial de la crisis fue traumático y significó la caída del gobierno de Cubas Grau. El asesinato del vicepresidente Argaña, el 22 de marzo de 1999, y la muerte de siete jóvenes en las plazas del Congreso, obligó a Cubas Grau a renunciar, por lo que de cara a la doble acefalía se le otorgó un mandato casi completo, de 4 años y 5 meses, al presidente del Congreso Luis Ángel González Macchi.

La alternancia

Sucede a González Macchi, Nicanor Duarte Frutos, quien gana la Presidencia en 2003 con el apoyo de apenas el 37% de los votos, y tras unos desatinos políticos, en el marco de un drástico cambio de coyuntura, se abrió la posibilidad real para una derrota colorada.

En 2008 se impuso Fernando Lugo, el primer Presidente no colorado de los últimos 70 años, quien terminó siendo destituido por un juicio político sumario tras los trágicos sucesos de Curuguaty, en junio de 2012, a un año y dos meses del final de su mandato, y fue reemplazado por su vicepresidente Federico Franco.

En 2013 se impuso por holgada diferencia Horacio Cartes, por el Partido Colorado, anunciando un “Nuevo Rumbo”, pero su gestión cargada de luces y sombras, terminó con la derrota de sus candidatos ante la dupla Mario Abdo Benítez-Hugo Velázquez.

La gestión Adbo-Velázquez es, sin lugar a dudas, la más desastrosa del pos-stronismo, pues hundió al país en un mar de corrupción, a lo que se sumó la pandemia de coronavirus, pésimamente administrada y con imprevisibles consecuencias sociales y económicas. Un escándalo de corrupción sucedía al otro en una suerte de marcha sin fin hacia el abismo.

El Paraguay pos-stronista, en apretada síntesis, tuvo un total de 10 presidentes, de los cuales apenas cuatro terminaron sus mandatos (Wasmosy, Duarte Frutos, Cartes y Abdo Benítez), mientras que dos fueron destituidos (Cubas Grau, que fue obligado a renunciar, y Lugo, tras un juicio político); los restantes completaron sus mandatos (Rodríguez, González Macchi y Franco, aunque estos dos últimos no fueron electos). La suerte de Santiago Peña, actual mandatario, sigue incierta.

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