Connect with us

Opinión

Sobre la biogeografía nacional

POR Alberto Yanosky
Director EIISA (Estructura Interdisciplinaria de Investigación Integral Socio-Ambiental) - UNAE

Hace pocos días preparé mi clase de biogeografía para un curso que dicto con una colega sobre Manejo y Conservación de Biodiversidad en una Maestría en Manejo de Recursos Naturales y Gestión Ambiental del Territorio, y la dicté con activos profesionales de diferentes disciplinas que convergen en el interés de la sostenibilidad del manejo de los recursos naturales del país. Fueron horas de reflexión y análisis sobre la biodiversidad, en su más amplio sentido, volcada sobre el territorio nacional. Una vez más, el intercambio entre los colegas fue extremadamente rico, pero también indicativo de la falta de formación sobre la riqueza biológica desde la perspectiva de la geografía territorial. Para muchos, geografía es la representación gráfica del planeta tierra, para otros es la relación de la sociedad con su espacio, el más cercano, su entorno y el más lejano. Me gusta entender la geografía como una disciplina extremadamente integral en donde se conjugan la descripción, el origen, las causas y las consecuencias, y nosotros, los seres humanos, como elementos integrales de ese paisaje, con todo lo que ello implica desde nuestra capacidad de destruir todo, y también de recomponer todo.

La descripción claro que es muy válida, el origen también, para entender esos paisajes que nos presenta la geografía, pero comprender y analizar las dinámicas territoriales es clave, y si una vez asociamos la naturaleza a esas dinámicas, entonces estamos frente a un análisis integral del territorio basado en las condiciones naturales que sustentan la vida sobre el planeta en general y siendo un poco más celoso sobre nuestros territorios. Y qué son nuestros territorios, no necesariamente son nuestros municipios, departamentos, país, estas son cuestiones políticas que también son muy dinámicas y cambian con el tiempo. Me gusta mirar ese territorio que tiene fisonomías heterogéneas, y que esas fisonomías poco están afectadas por límites “arbitrarios” políticamente acordados que son nuestras fronteras nacionales. La naturaleza y sus características no tienen fronteras políticas y podrá, o no, gustarnos ese concepto de compartido, pero la naturaleza es así, nos une por sus recursos naturales, por sus recursos hídricos, por sus suelos, sus sierras y valles, y por los humedales, los bosques y los pastizales.

En esos ambientes que se agrupan en pastizales o pampas, bosques altos y húmedos, grandes humedales, bosques secos y ambientes semi-boscosos combinados con otros elementos de praderas o pastizales, conforman la fisonomía natural nacional, con suelos de diferentes aptitudes que han permito el avance de la agricultura y de la ganadería, con ambientes en donde se conjugan elementos totalmente exógenos (no nativos, exóticos) como pueden ser los animales de producción, el ganado por ejemplo, o cultivos como la soja y el maíz, en una matriz natural que sustenta a esa producción. La aptitud inicial para los sistemas productivos no siempre fue considerada desde el punto de vista de la sostenibilidad, entonces necesitamos luego de un tiempo mejorar el forraje, o mejorar la fertilidad del suelo, y es cuando comenzamos a “mejorar” las condiciones que naturalmente y evolutivamente nos animaron a utilizar esos lugares con esos fines. Nos otorgamos esa cualidad suprema de desafiar a la naturaleza para mejorar su eficiencia y eficacia, una eficiencia y eficacia que la medimos de acuerdo a nuestra visión de perturbación y afectación de la matriz natural.

En mis años profesionales siempre quise ver una zonificación agroecológica del Paraguay, cosa que no he encontrado, quisiera ver un ordenamiento territorial basado en las características naturales que tiene el país, productos de millones de años de evolución, seguramente esta evolución “sabe un poco más que nosotros” que en la historia geológica no somos ni siquiera un segundo, entender la geomorfología y cómo hoy tenemos estos paisajes, por donde corre agua, en donde hay pastizales, en donde hay (o hubo) bosques, cómo explicamos estos paisajes y sus condiciones, y cómo su historia y origen, deberían primar en la toma de decisiones. Uno estudia biogeografía y trata de explicar el origen, y vamos desde lugares que alguna vez fueron fondos marinos, hasta refugios del cuaternario debido a la glaciación, o movimientos tectónicos que muestran dónde están las fallas o fracturas que habrán sido base de sismos, o cómo se conformaron esas serranías que mal llamados cordilleras.

Sobre esa rica diversidad de ambientes, han evolucionado comunidades naturales definidas mayormente por sus suelos y su vegetación, y asociada a esta una fauna propia que puede también tener diferentes orígenes (amazónico, o pampásico, o del mismo Chaco). El hombre es muy reciente en este paisaje, con etnias que se han disputado el territorio, y han interactuado con él mucho antes de la llegada de los españoles, que no tiene mucho más que 520 años. Nuestra biogeografía nacional es, si bien conocida, muy poco aplicada, y una gran deuda, tiene que ver con la biogeografía humana del Paraguay, con una perspectiva histórica, pero no histórica por la historia en sí, sino por su evolución, y sus implicancias, para comprender donde hoy estamos, nuestra relación con la naturaleza y cómo vamos a arreglarnos para apuntar a lo que hoy hemos acordado para hacer frente a los desafíos socio-ambientales que tienen que ver con la adaptación basa en naturaleza y las soluciones, también, basadas en naturaleza.

Click para comentar

Dejá tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Los más leídos

error: Content is protected !!