Opinión
Nos están saqueando el tesoro nacional
Alberto Yanosky.
Hace tiempo que estoy convencido de que la economía de los recursos naturales debería entrar como un eje importante en las economías nacionales. En países como el nuestro, en el que los recursos naturales son la base de la economía y debería esperarse que también sea la base del desarrollo social, la contabilidad de estos recursos debería formar parte de una instancia clave de la valoración.
La producción agropecuaria, no solo los cultivos, si no también la ganadería, ambos en sentido amplio y extensivo, como así también la producción de energía eléctrica, gracias al recurso agua, al que además hay que sumarle el recurso suelo, en el que intervienen el clima y la biodiversidad, ambos íntima y estrechamente ligados entre sí, son un pilar fundamental del mantenimiento y sostenibilidad de estas fuentes.
Es decir, seguir produciendo y exportando, tanto productos del agro como los de la ganadería, o la misma energía hidroeléctrica, se sustentan en la disponibilidad de estos recursos naturales.
Ahora bien, el país tiene un capital y tiene cuentas nacionales; sin embargo, esas cuentas nacionales no albergan ninguna categoría presupuestaria que represente un balance de un capital o patrimonio nacional, como los recursos naturales. Nuestra economía puede estar mejorando, nuestros índices económicos pueden estar aumentando; no obstante, pensando en la sustentabilidad, la plataforma económica de esos mejoramientos tiene en cuenta la línea base desde la cual se mejoran.
Cuando valoramos un bien, y no necesariamente un bien natural, nos enseñan su depreciación, hasta nos enseñan que debemos tener en cuenta parámetros para su amortización. Y, ante eso, siempre me pregunto qué hacemos con el capital natural que nos está permitiendo producir porque tenemos suelos muy fértiles, o porque tenemos agua en abundancia.
Los bosques, los pastizales, los humedales, tienen un rol fundamental en mantener la fertilidad, el reciclaje de nutrientes que hace un bosque da la base para una fertilidad constante de su suelo, lo mismo con las pasturas naturales y más aún con los humedales cuando hablamos del agua, que se mantiene y se conserva gracias a diferentes fuentes hídricas como las vertientes, las nacientes, los complejos sistemas de captación de agua y de infiltración, sistemas naturales que actúan como esponjas permitiendo que el agua de lluvia no erosione o degrade el suelo, y que el agua se infiltre lentamente para mantener los acuíferos de donde extraemos la sustancia líquida.
Sin estos filtros naturales, sin estas esponjas naturales, las inundaciones serán cada vez más “catastróficas” y la capacidad de recarga de los acuíferos será cada vez menos eficiente. La remoción de estos ambientales naturales evidentemente expone más el suelo a la radiación solar y es de esperar que ese suelo acostumbrado a no estar “desnudo”, sufra reducción en los elementos que le dan vida. Vemos muchos suelos erosionados y desnudos cuya superficie no tiene vida.
Entender la erodabilidad como la han entendido otros países con sus planes de uso del suelo, como el Uruguay, entender el valor que tiene el agua, aún si se nos presenta en calidad y cantidad, como lo ha entendido Ecuador, son algunos de los ejemplos que deberíamos mirar. Y lograr incorporar en las cuentas nacionales el valor de estos recursos naturales y avanzar hacia un balance de este capital natural para saber si nos estamos empobreciendo como país, o si estamos manteniendo y enriqueciendo este capital, y solo se lograría a través de incorporar cuentas ambientales en las cuentas nacionales.
El Tesoro Nacional debería contemplar este capital; es, de hecho, el capital que tiene el país. ¿Cómo darle un valor? Siempre ha sido muy difícil asignar un valor económico a los recursos naturales y hacemos estimaciones tomando diferentes elementos que nos da la economía; algunos de ellos midiéndolos en el valor de reemplazo; es decir, asumiendo que lo hacemos desaparecer para generar valor por otro bien. ¿Cuánto vale una hectárea de bosque o de pastizal? Pues una forma es saber cuánto cuesta hacerlo desaparecer y cuánto generó económicamente en lo que reemplace (ganadería o agricultura), para así darle un valor. Un poco irrisorio, pero así ocurre.
Y llegamos a una valoración nominal, indicativa como, por ejemplo, para valorar los servicios ambientales, entre ellos los bosques, con precios que van de unos G 800.000/ha/año en los bosques chaqueños secos hasta más de G 4.000.000/ha/año en los bosques altos húmedos de la Región Oriental. Esto quiere decir que, si hemos perdido más de 8 millones de hectáreas en la Región Oriental, estamos hablando de una cifra extremadamente alta, porque asumiendo que los hemos perdido en los últimos 20 años (y aún los seguimos perdiendo), estamos hablando de que en la Región Oriental hemos dilapidado US$ 92.753.500.000 (disculpen que lo coloque en dólares porque de lo contrario la cifra es muy grande). O que, a una tasa de 250.000 hectáreas de pérdida de bosque chaqueño por año, estamos perdiendo unos casi 29 millones de dólares por año en estos bosques, y estoy haciendo estos cálculos en base al único dato nominal de valoración de un recurso natural, que es el bosque.
Luego de este análisis más convencido estoy de que estamos dejando que nos saqueen el tesoro nacional que es el capital natural del país.
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