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Opinión

Los animales silvestres son sencillamente silvestres

Alberto Yanosky.

Alberto Yanosky.

El hombre tiene relación directa con la naturaleza ya que evolucionó de ella y debería vivir en armonía con ella. Cuando vio la posibilidad de ya no tener que salir a cazar animales silvestres y cosechar productos vegetales, inició un proceso de domesticación que hoy nos lleva a tener animales domésticos y cultivos, todos desarrollados y “mejorados” de sus, alguna vez, parientes silvestres. Pero lo que estamos viendo últimamente y cada vez más evidente es que ese instinto de domesticación sigue allí intacto en nuestros genes. No nos alcanza con los animales domesticados que nos llevó años entender cómo manejarlos, cómo hacer que nos facilitaran la vida, y así ir desarrollando técnicas para el manejo de dichos animales. Y como todo, la ciencia y la tecnología han ido evolucionando, mejorando la calidad de vida de la humanidad y haciendo que cada vez podamos satisfacer las necesidades de la creciente población humana.

Una creciente disciplina es la zootecnia, una mezcla de veterinaria y biología hace algunos años que hoy se erige por sí sola para estudiar qué es necesario para el aprovechamiento de los animales, no solo domésticos, sino también los silvestres. Esta disciplina tiene en cuenta un concepto que está evolucionando y que tiene que ver con el bienestar animal y cómo obtener el mejor aprovechamiento bajo criterios de sostenibilidad, de este recurso natural. La cacería, la cetrería, el mascotismo y otras áreas que se centran sobre especies silvestres, es decir, esos animales de la fauna que no han sido domesticados, y convengamos que domesticar no es un proceso que ocurre sobre un individuo sino sobre una población, y lo que hemos hecho como humanidad ha tomado muchas generaciones, de esas poblaciones silvestres para aprender de ellas, entender su comportamiento e inducir cambios que nos permitan manejarlos y beneficiarnos.

El marco legal nacional principal es la Ley 96 del año 1992 sobre la Vida Silvestre y allí se define que legalmente, la fauna silvestre incluye a todos los animales que en forma aislada o conjunta, temporal o permanente, tienen al territorio nacional como área de distribución biogeográfica, es decir, habitan el territorio nacional, pero esto no incluye a aquellos que fueron traídos de otros lugares, como el caso del ciervo que produjo el reciente accidente en el Parque de la Casa Presidencial, pero sí a los monos carayá que esporádicamente aparecen en zonas urbanas aprovechando los árboles y bosques nativos, o las pirañas que han sido foco de atención en nuestros ríos, siendo al igual que el carayá un elemento nativo, acervo natural del Paraguay.

Introducir al país un ejemplar o varios de una especie cuya área de distribución geográfica no abarca el territorio nacional, como lo es el ciervo de Mburuvicha Roga, es siempre un tema que trata la biología de la conservación por los impactos que puede producir una especie exótica, y la ley claramente expresa que la introducción al país de especies de flora y fauna exótica en cualquiera de sus etapas biológicas, deberá contar con un permiso de la Autoridad de Aplicación, que es el Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible, y que para el efecto se debe contar con estudios científicos sobre el Impacto Ambiental de la introducción. Obviamente todos queremos entender que este animal en pleno Asunción y en el Jardín Presidencial cuenta con toda esta autorización y estudios.

Todo animal silvestre, y aún muchos animales domésticos, tienen una base de comportamiento en su información genética, algunos comportamientos pueden ser reducidos en base al aprendizaje y costumbre, pero muchos de ellos están allí latentes hasta que algún desencadenante los activa, y en muchos casos aspectos de comportamiento básico para la supervivencia de las especies, como alimentarse o reproducirse. Los seres humanos hemos perdido en parte ciertos instintos o los tenemos culturalmente “dormidos o atenuados”, pero el tener hambre es en respuesta un proceso interno fisiológico que nos exige alimentarnos, o tomar agua, o comer algo dulce, o algo salado, solo que no hemos hecho esa conexión con los mensajes que el cuerpo nos da.

Lo mismo ocurre con la reproducción, llega la temporada reproductiva y los instintos afloran, y es en estas circunstancias que ocurren varios accidentes, ya que el ser humano está ahí, interfiriendo con la fauna silvestre, hasta a veces trayéndolos al interior de nuestras vidas y viviendas. Inclusive cuando existen crías o nidos, en general las madres son protectoras y defienden su prole, como lo hacemos también nosotros con nuestros pequeños. La tenencia legal y responsable es clave, como así también el tener relación con la vida silvestre, no solo la fauna.

Tener ejemplares de la fauna silvestre para beneficiarnos de ellos, para disfrutar de ellos, puede ser del agrado de algunas personas; sin embargo, esto requiere experiencia, responsabilidad y por sobre todas las cosas contar con los insuficientes respaldos legales que hoy se exigen. Solo así podremos dejar de lamentar accidentes con la fauna que seguramente no buscó relacionarse directamente con el ser humano, y lo ha hecho obligada por que fue removida de la vida natural o porque su hábitat se está deteriorando.

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