Opinión
¿Por qué necesitamos poseer lo que admiramos?
Alberto Yanosky.
Es bien sabido nuestra estrecha relación con la naturaleza como mamíferos pensantes, porque aparte de proveernos los insumos básicos para vivir, nos ofrece muchos otros recursos para admirar e inspirarnos. Solo que esta “etapa” de admiración nos hace cometer prácticas nocivas como la extracción no controlada de ciertas especies, que a su vez resulta en el tráfico o comercio ilegal de especies.
Cuando uno consulta los motivos por los cuales una persona tiene como mascotas a animales silvestres como loros, monos, e inclusive felinos, es principalmente por vanidad o por poseer algún cierto tipo de “estatus” social. Otros en cambio, los tienen en un afán de ofrecer cierto tipo de protección y otros por simplemente querer ver animales silvestres cerca de ellos. Ninguno de estos motivos son válidos, de hecho, son injustificables en relación con la tenencia de animales silvestres, ya que la captura y comercio de ciertas especies para el mascotismo es una de las principales amenazas de este grupo en la naturaleza, luego de la pérdida de hábitat.
Cuando uno extrae estas especies de su hábitat original se altera el funcionamiento y el equilibrio de los ecosistemas en los cuales estos animales coexisten, ya que cada una de ellas cumple un rol o una función en ellos, en otras palabras, son piezas fundamentales de estos sistemas vivos. Por ejemplo, son dispersores de semillas o controladores biológicos de plagas. Es decir, son útiles en sus ambientes naturales y no en nuestros hogares. Además, la extracción no controlada de especies no asegura la supervivencia fuera de su hábitat, como el caso de los psitácidos (guacamayos, loros y cotorras), que por cada 10 individuos tomados de sus nidos, 8 mueren antes de llegar al “propietario final”. Así también, se incrementan las posibilidades de liberar patógenos como virus, bacterias o parásitos no conocidos y potencialmente nocivos para otros animales, como nosotros (sí, debemos recordar que también somos animales). Aún seguimos pagando las consecuencias con la reciente pandemia del COVID-19, y pareciera que estamos haciendo todo lo posible para seguir buscando oportunidades de liberar nuevos virus.
Si bien, podemos aprovechar varios de los recursos disponibles en la naturaleza, como las plantas medicinales, la madera, el agua y otros tantos bienes que tienen un precio en el mercado, esto debe realizarse de manera controlada, primeramente conociendo la disponibilidad de estos recursos, como también su capacidad de reposición para asegurarnos que no estaremos afectando permanentemente su existencia. Igualmente, debemos identificar métodos de propagación o multiplicación ex situ o fuera de su hábitat, para el caso de las plantas, y de esta forma no se presionan sus poblaciones debido a la extracción en sus respectivos hábitats. Pero, para el caso de animales silvestres la cuestión es diferente, dado que su uso puede darse a través del turismo de observación de naturaleza o por la cacería regulada de ciertas especies con superpoblaciones (nuevamente la clave es conocer a las poblaciones), no así con fines para el mascotismo.
En Paraguay asumimos y ratificamos compromisos internacionales como los de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) y contamos con regulaciones legales como la Ley N.º 96/92 “de Vida Silvestre” u otras que regulan la tenencia de especies silvestres, las cuales son herramientas que protegen a las especies de esta amenaza puntual ocasionada por el tráfico y comercio ilegal, para asegurar la continuidad de sus poblaciones. Estos instrumentos necesitan fortalecerse a través de la educación ambiental y con la correcta aplicación de estas medidas legales, no obstante, no tendrían el impacto esperado.
Asimismo, como seres pensantes y como habitantes de este planeta, debemos cambiar esta perjudicial forma de apreciar la naturaleza reduciendo esta amenaza cortando la cadena de comercialización al no existir demanda. En cambio, optemos por otras maneras de hacerlo, como a través de la observación y admiración de animales silvestres en su hábitat natural, involucrándonos y apoyando con la ciencia ciudadana a proyectos de conservación desarrollados por diversas organizaciones locales, entre otras acciones.
*Con colaboración especial de Rebeca Irala.
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