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Opinión

Bajante de los ríos, lo de siempre y no aprendemos

Alberto Yanosky.

Alberto Yanosky.

Llegó el momento de hablar de lo mismo, como todos los años, qué hacemos frente a estas emergencias. En estos días es el tema de la bajante de los ríos, pero también estamos en épocas de incendios. Y cuándo se nos pregunta qué hacemos ante la emergencia y la crisis, mi inmediata reacción es cuándo vamos a aprender, todos los años en esta época invernal y entrada a la primavera es la misma historia, bajantes más o menos pronunciadas de los recursos hídricos y avances de los incendios, en particular donde queda algo de vegetación inflamable. En este sentido vale recordar algunas cuestiones de las que ya venimos hablando, se trata de ciclos naturales, que siempre han ocurrido con algunos eventos extremos; lo cierto es que estos ciclos naturales debido a nuestras mismas acciones están variando y los eventos extremos cada vez son más pronunciados y frecuentes.

Esto va a seguir ocurriendo en la medida que no tomemos cartas en el asunto. Pero un ciclo natural viene acompañado por adaptaciones que han llevado extensos periodos de tiempos geológicos y ecológicos, mucho más allá de nuestras generaciones o como especie. Las plantas, los hongos y los animales se han ido adaptando a esos ciclos, y la gran mayoría ha evolucionado para hacer frente a las sequías e inundaciones, inclusive a los incendios. Y hasta se asume que algunas de estas instancias son naturalmente necesarias para rejuvenecer la población, y hasta para remover ciertas características que tienen que ver con la senectud, no sólo del individuo sino de las especies y sus poblaciones.

En definitiva, la naturaleza es “sabia”, gracias a que existen estos ciclos se han ido formando los humedales asociados a los ríos, planicies de inundación, y los tributarios que le aportan el agua necesaria a esta intrincada trama de procesos. Si hay mucha agua en el curso principal hacen que los tributarios suban porque no pueden desaguar, si hay poca regulan y permiten que ingrese más agua al sistema.

Y nos sorprendemos de las bajantes, pero no nos sorprendemos de cómo alteramos en poco tiempo (no los tiempos de la naturaleza) estos sistemas, construyendo infraestructura que afecta el flujo del agua, con urbanizaciones o sub-urbanizaciones en zonas de alta vulnerabilidad a las inundaciones, con desmontes y remoción de la vegetación natural tanto de bosques como de pastizales, con la transformación y desecación de los humedales (esteros, bañados), y muchas otras actividades como la contaminación, el taponamiento, la sedimentación, la extracción de aguas, el vertido de desechos que hacen que estos sistemas naturales comiencen a fallar. Imaginen nuestro corazón, nuestros pulmones y nuestros riñones tratando de funcionar cuando les afectamos todas estas “entradas” y “salidas”, la vida está organizada en niveles, y el funcionamiento de nuestro cuerpo, tanto su histología (los tejidos) como su fisiología (la dinámica) son perfectamente homologables a lo que pasa en los sistemas naturales o intervenidos.

Mi primera reacción ante estas preguntas de emergencias es la naturaleza sabe lo que hace, hagámonos cargos de nuestros errores, entonces, si hay muchos peces hacinados, seguramente aparecerán muchas aves y otros depredadores que se encargarán de regular el proceso, muchos animales se entierran o buscan cobijo y resguardo en lugares particulares, no en vano los sistemas reproductivos de peces y otros dependientes del agua, no ocurren necesariamente en el río sino en los humedales asociados. La reproducción de muchos animales ocurre precisamente en estos periodos de “aparente” abundancia de presas, por algo será que estos mecanismos existen y han existido mucho antes de que “nosotros comenzáramos a ser seres racionales”.

Lo que sí tenemos que hacer es tener una mirada amplia, holística e integral en donde podamos mantener todas las piezas del sistema o al menos las más importantes, necesitamos captar el agua de lluvia y la humedad, pues mantengamos ecosistemas saludables (bosques, humedales, pastizales), no cortemos el flujo natural con base en la geomorfología del ambiente (sierras, cañadones, paleocauces, y otros), evitemos que la gente se asiente en lugares que no corresponden, y tengamos una mirada a nivel del paisaje, con una fuerte base en la evidencia científica resultado de la investigación, que se requiere en el país, sea en las cuencas hidrográficas de la región oriental o en los abanicos aluviales de la región occidental.

Creo que más que ver qué hacemos en la emergencia, lo que debemos hacer es saber elegir inteligentemente a nuestros representantes y que nos indiquen claramente que confían en el conocimiento, que aprenden de la historia y la geografía, y que no estamos atendiendo urgencias “como trayendo agua en un recipiente frente a la escasez” o “apagando el fuego con una pala”. Hagámonos cargos de nuestras desacertadas decisiones, preocupémonos por el ser humano que sigue sin aprender sobre los estrechos vínculos con la naturaleza, y tratemos de mantener esos sistemas naturales lo más sanos posibles, y resguardando áreas protegidas que se encarguen de aportar algo a la regulación de estos ciclos.

Esas sí son urgencias, no salir corriendo a juntar unos pocos peces para que no mueran por la bajante del río, ni gastemos recursos en condiciones en cautiverio que no llevan a atender la emergencia. Una mirada a la geografía del país, nos podría demandar urgencias de restauración y descomposición para mitigar los efectos de los eventos extremos que además sabemos que es altamente que ocurran todos los años, lo sabemos, y no aprendemos.

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