Opinión
Si no invertimos en naturaleza, no habrá sostenibilidad ni recuperación
Alberto Yanosky.
Hay ciertos acuerdos que las Naciones han hecho (y hemos hecho como Paraguay) en forma conjunta para lograr que nuestro planeta no se desbande por las acciones que nosotros le estamos produciendo. Acordamos desde la ciencia que estamos en un nuevo período geológico que hemos dado en llamar “antropoceno”, momento en la historia del planeta que está siendo afectado seriamente por las acciones humanas y entre ellas destaca el cambio climático (inducido por la humanidad); que además estamos siendo parte de la “sexta extinción”, porque el ritmo con el cual están despareciendo las especies y también inducido por nosotros, es el más alto en la historia y se puede comparar en el tiempo con la extinción de los dinosaurios; y que, además, estamos incrementando tanto los gases en la atmósfera que estamos produciendo cambios en el clima y de forma acelerada, que directamente está afectando las economías y los modos de vida, conocido como “Cambios climáticos”.
La ciencia nos dice esto y estos conocimientos van a formar parte, y ya forman parte, de las políticas públicas mediante acuerdos internacionales (convenios, pactos, manifiestos, entre otros). Ya tenemos evidencias de estos cambios en las economías locales y regionales, en la salud, en la supervivencia, ya que la naturaleza y los recursos naturales tratan de alguna manera de adaptarse a los cambios, al igual que deberíamos hacer nosotros – la humanidad, y pensar en aquéllos que viven en condiciones más vulnerables, y pensar en aquellas condiciones que son menos resilientes, o sea que tienen menor capacidad de restaurarse si tienen la posibilidad de hacerlo.
No nos queda otra que el mundo logre cero emisiones netas de gases de efecto invernadero (GEI) para el 2050 y así poder evitar que el aumento de la temperatura media global supere los 1,5°C por encima de los niveles preindustriales, de conformidad con lo que hemos aceptado con el Acuerdo de París y el Informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) sobre el Calentamiento global de 1,5 ° C. No hay muchas opciones ya que el balance de carbono ya no puede esperar, lo que significa que no puede haber demoras en la acción hacia vías de transformación.
Las emisiones netas cero sólo se lograrán cuando las emisiones antropogénicas, las que nosotros emitimos, de estos gases (GEI) a la atmósfera se equilibren (o igualen) con las absorciones antropogénicas (es decir, aquel carbono que podamos hacer que se capture, secuestre o compense) durante un período de tiempo. Por lo tanto, los compromisos globales y de los cuales no estamos exentos, hacia ese “cero neto” debe lograrse mediante una combinación de la reducción de emisiones a través de la descarbonización y el uso sostenible de la tierra y el agua; y absorción de emisiones principalmente a través de la protección y restauración de ecosistemas y en particular de aquellos que son biodiversos.
El proceso de descarbonización global no será sencillo y sólo se podrá llevar adelante si las Naciones, sus comunidades, sus personas y todos podamos lograr dejar de usar combustibles fósiles. Todos necesitamos comprometernos con esa emisión “cero” pero real, y urge que los gobiernos y la sociedad en general, nos comprometamos a ese balance de cero neto. Sin embargo, como sabemos hay emisiones que todavía no se pueden reducir a cero ni se pueden evitar, y estas emisiones que ojalá sean las residuales y las mínimas, tienen el potencial de ser eliminadas de la atmósfera, principalmente a través de soluciones climáticas basadas en la naturaleza.
Debemos también recordar que las emisiones provenientes de combustibles fósiles y los sumideros de carbono (o sea donde el carbono se captura o está capturado) no son fungibles (es decir, no son intercambiables). Las reducciones de emisiones deben ser inmediatas y bajo ningún punto de vista deberían retrasarse en base a futuras eliminaciones de CO2 de la atmósfera o aquellas que pudiesen “compensar” una gran parte de las emisiones presentes o futuras. Estamos en una carrera por que esto ocurra, ya que el impacto que podría causar en el planeta y la humanidad, algo puede imaginarse, pero todos las implicancias son desconocidas.
Los gobiernos deben asignar recursos para que esto ocurra, y no podemos decir que estas cuestiones son algo de una Cartera de Estado que atiende los temas ambientales, estos temas deben ser transversales y estar integrado a cada política que implementemos. Y en este sentido, el papel que cumple el sector privado es fundamental, por los impactos que genera y porque una recuperación basada en la naturaleza es hoy más evidente que nunca, y no se puede estar ajeno. Un reciente informe sobre el Estado de la Financiación para la Naturaleza que dio a conocer la UICN indica que se tendrá que llenar un déficit de financiación de 4,1 billones de dólares para 2050 si queremos hacer frente a la crisis climática, de biodiversidad y de degradación de las tierras.
El Marco Mundial para la Biodiversidad post-2020 hace aún más hincapié en esta necesidad, con una laguna de inversiones adicionales en la naturaleza equivalentes al 0,7-1% del PIB mundial anual para detener la pérdida de biodiversidad para 2030.Paraguay invirtió un 0,12% de su PIB en la protección del ambiente en el año 2018 y entre el 2000 y 2015, nunca invirtió más del 0,23% del PIB (¡pico que ocurrió hace 16 años!), lo que claramente indica que no estamos prestando la atención que se merece a un tema que viene siendo alertado a nivel mundial, como sociedad debemos exigir que por nuestra seguridad y supervivencia, el Estado Paraguayo preste real importancia a la protección y conservación del ambiente, y así estar preparado para las situaciones que estamos viviendo y aquellas que estaremos viviendo algunas de ellas ya pronosticadas, otras no tanto (como la actual pandemia) y que nos podrían impactar seriamente como nación dependiente de los recursos naturales (agua, suelo y biodiversidad) y como sociedad.
Quizás no podamos ir mucho más allá del 10% del esfuerzo que necesitamos, pero si lográsemos llegar a duplicarlo, podríamos recuperar nuestro compromiso, invirtiendo ambientalmente al menos el entre el 0,2 y 0,3% del PIB en los siguientes años, y así paulatinamente avanzar en su debido dimensionamiento.
Paraguay debe establecer su hoja de ruta, pensar en sus ciudadanos y sistemas de producción, que dos fuentes importantes de recursos como son las dos hidroeléctricas, dependen de que exista agua y ésta de que existan bosques y sistemas naturales de captación, e integrar las cuestiones ambientales a todos su ámbitos, aprovechado esa rica relación de los pueblos indígenas con su ambiente, captando y transformando ese conocimiento en las soluciones que estamos necesitando para esta recuperación y sostenibilidad de la que estamos hablando.
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