Opinión
¿Cuándo nos daremos cuenta de que lo ambiental importa?
Alberto Yanosky.
El mundo habla de Desarrollo Sostenible y como planeta hemos debatido y acordado agendas que nos lleven a priorizar lo ambiental para esa tan ansiada sostenibilidad que buscamos, acordamos objetivos de desarrollo sostenible, los famosos ODS, y en mayor o menor medida, estos se están integrando en las políticas de las diferentes naciones, también acordamos metas para reducir la tasa de pérdida de biodiversidad, para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero, para conservar los humedales, para luchar contra la desertificación y la sequía, para adaptarnos a las condiciones climáticas que estamos enfrentando y que se exacerbarán.
Sin embargo, mucho papel mucho discurso no hacen que avancemos en ese otro modo de ver las cosas, ahora reconocemos que no nos va bien con el seguimiento a estos ODS, y que tampoco no hemos logrado reducir la pérdida de biodiversidad, que los ecosistemas cada vez están más degradados y que esta época en la historia de la tierra la vamos a llamar el Antropoceno. Sabemos qué es el Jurásico, es ese período de tiempo en que dominaban losdinosaurios (y espero que no solo lo sepamos por la película “Parque Jurásico”), como existe ese Jurásico dentro de la Era Mesozoica, y mientras yo estudiaba, vivíamos en el Holoceno, pasó algo en nuestra historia de la humanidad que me llevó a vivir en el Antropoceno. El Holoceno abarca algo más de 12 mil años de “clima estable” en el planeta que permitió el desarrollo de la civilización. Pero allá en el año 2000 reconocimos que ya no estábamos en ese período de clima estable y dimos en llamar a este nuevo período Antropoceno, y si bien el mundo científico sigue debatiendo sobre este “Antropoceno”, en lo que sí la comunidad científica es que vivimos en una época en la que ocurren cambios en el que el Planeta Tierra está cambiando aceleradamente por la actividad humana. El término viene del griego por “anthropos”, humano, y cene, nuevo o reciente, es decir que significa período reciente caracterizado por la humanidad. Por suerte puedo decir que se acuñó un nuevo término que ajustaba conceptos, y no que vívi en dos épocas geológicas diferentes, ¡maduro sí, pero no para tanto!
Lo reconocemos desde la Ciencia y lo reconocemos desde las políticas públicas, hasta incorporarlos en los discursos; sin embargo, a la hora de asignar prioridades, el tema ambiental pasa a un lado por otras prioridades, sin reconocer que la pobreza, la salud, la educación, están íntimamente ligados a las cuestiones ambientales. Que cuando perdemos calidad ambiental, la sociedad se empobrece, que cuando destruimos el acervo natural del país, transformando pastizales, humedales y bosques, no sólo estamos maximizando el uso del capital natural para el hoy en detrimento del mañana, que la relación con el ambiente y nuestra salud es innegable y que la mayor interacción del hombre con otras formas de vida (o ni siquiera vida ya que los virus no serían seres vivos tal como los conocemos) con las que no normalmente no interactuamos, se acrecientan con la degradación ambiental. Las quemas e incendios de ignorantes y descuidados aumentan los problemas respiratorios y empeoran la salud de las personas, calcinan el suelo y volatilizan los nutrientes, hasta inclusive incrementar los accidentes en ruta o hasta cerrar aeropuertos por el humo circundante.
Atacar las acciones que depredan la base natural del Paraguay debería dejar de ser discursivo, supletorio y exiguo, y transformarse en una prioridad nacional, en la cual todas las políticas públicas deberían salvaguardar efectivamente el patrimonio natural y asegurar el bienestar social mediante un apropiado manejo ambiental. Es por ello que una Política Ambiental Nacional (PAN) debe ser realmente eso, un “pan”, el pan nuestro de cada día y cada acción regirse y erigirse bajo ese PAN, y hacer que las variables ambientales pasen a formar parte de las cuentas ambientales. De nada sirve medir el incremento del Producto Interno Bruto si el capital natural que permite ese incremento está siendo deteriorado y pasamos la cuenta base a las generaciones que vendrán. De nada sirve, tener el capital natural de las muestras representativas de la naturaleza, ecosistemas y biodiversidad nacional en un sistema institucional que no realza la importancia de estas unidades de conservación, donde se supone existe toda la base para mantener, mejorar y en caso necesario (y seguro que ya sabemos que es necesario hace tiempo) tener los elementos que nos permitan reparar el daño y comenzar con la restauración, remediación, y regeneración. La ciudadanía debe exigir que el patrimonio natural sea más respetado, y que la institucionalidad ampliada del Paraguay, priorice al ambiente para que las otras grandes áreas, sea finanzas, educación, salud como otras, puedan realmente ser sustentables.
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