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Opinión

La Ciencia como base para el desarrollo sostenible

Alberto Yanosky.

Alberto Yanosky.

Los que hacemos investigación científica nos guiamos por ciertos principios de universalización, demostrabilidad, comprobabilidad, y ponemos en práctica un conjunto de acciones que tienen una fuerte analogía con los procesos jurídicos. Nos hacemos una pregunta, nos planteamos un interrogante y hacemos una propuesta de respuesta o atención (acusación) para luego poner todo el esfuerzo investigativo en juntar las evidencias para dictaminar, es decir si tenemos o no evidencias (de acuerdo a la información colectada) para refutar o no refutar la respuesta dada (dictamen); es decir nos pasamos la mayor parte del tiempo buscando las evidencias para un “juicio” justo.

No buscamos hacer reír, llorar, o generar sentimientos y subjetividades, somos fríos y objetivos, poniendo en práctica un sistema de creencias (que son las que nos mantienen como sociedad) que pasa finalmente a formar parte de nuestro conocimiento como sociedad, cuando se valida. Y validar significa defender frente a un jurado, o comunicarlo científicamente en una revista (para la cual actúan una serie de árbitros o expertos). Y claro que podemos equivocarnos, pero para que esto ocurra, alguien tiene que hacer una investigación y con el mismo o mayor rigor, demostrar que estamos errados, así funciona el conocimiento para ponerlo en una forma sencilla.

Lamentablemente en algunas circunstancias, los resultados que arroja la investigación puede no gustarnos o afectarnos, cuando la investigación me dice que tengo una baja probabilidad de sobrevivir bajo ciertas condiciones, obviamente que no me va a caer bien, pero lo que no puedo hacer es negar la realidad, desacreditar el conocimiento, simplemente porque el dato que me dan no me gusta o no me beneficia. Y ese dato, es un dato cargado de información, que tiene un proceso de desarrollo para llegar a ser dato, el cual como sociedad lo hemos venido validando, a través de conceptos de validez y confiabilidad, desde que decimos ser seres sociales y lo que sabemos que ocurre de hecho (doxa), necesitamos que valga de derecho (episteme), dando origen así a las epistemología o filosofía del conocimiento.

Existen ámbitos específicos para debatir el conocimiento generado por la ciencia, y estos debates tiene fuertes raíces en la argumentación científica; si alguien quiere hacer un aporte al conocimiento científico, debe precisamente saber y tener habilidades para jugar ese papel. En base al conocimiento generado, se hacen políticas públicas y se deciden las inversiones de cualquier Estado, por ello cuando hacemos ciencia sabemos que hay un objeto de investigación, hay una forma o modo de investigar, y finalmente unas condiciones. Estas condiciones muchas veces son tecnológicas porque no todo lo que requiere ser atendido o respondido, puede serlo por carencia de desarrollo tecnológico; pero hay condiciones institucionales. Y es aquí donde debo resaltar que un país que no genera conocimientos es un país pobre y condenado al fracaso, ese conocimiento objetivo, universalizable, demostrable que ser requiere para mejorar nuestros niveles de vida, frente a la debilidad de la ciencia nacional es tomada por intereses sectoriales e individuales, en los que pesa más la subjetividad que la objetividad.

Un conocimiento que es validado recién pasa a ser conocimiento, deja de ser doxa para ser episteme, y si nuestra creencia se pone en duda, debe ser rebatida de la misma manera o de una forma similar en la cual pongamos en juego los mismos criterios que manejamos desde que creamos la epistemología. El Paraguay tomó una decisión hace más de dos décadas y media, en 1997, en crear el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) y desde allí regir a nivel nacional el ámbito de la Ciencia, Tecnología, Innovación y Calidad, y como institución del Ejecutivo, está encargado de formular, coordinar, articular, promover, evaluar y ejecutar políticas públicas para el desarrollo científico y tecnológico, la innovación y la calidad, lo que debe sentar las bases para el desarrollo sostenible del Paraguay. Es el CONACYT a nivel nacional la institución que debe velar por la ciencia y su desarrollo, y son los investigadores científicos, los que en sus diferentes ámbitos de acción intervienen en la vida científica y hacen esos aportes innovadores haciendo que Paraguay comience a aumentar los aportes a la métrica científica, somos los investigadores esos seres nacionales que dar a conocer sus aportes y esperan que los mismos sean utilizados para el tan ansiado desarrollo científico del país y así contribuir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible u ODS, los que Paraguay está trabajando.

Dos paralelismos interrelacionados, la universalidad de la ciencia y la universalidad de los ODS; los países se han comprometido a alinear las políticas hacia un mundo más sostenible y así hacer frente a los desafíos que nos impone en el desarrollo en los ámbitos de la economía, el ambiente y la calidad de la vida social a nivel nacional, y desde Paraguay hacia la región y el mundo. Para esto, la ciencia y la tecnología deben jugar un rol destacado en esta nueva agenda, y así permitir mejorar la eficiencia económica, ambiental, desarrollando nuevas y mejores vías de sostenibilidad, dejando de hacer lo que no está bien ni nos hace bien, comenzar a caminar una transición hacia la sostenibilidad, para satisfacer las necesidades de una sociedad que demanda recursos y servicios. La Agenda de Actuación de Addis Abeba de la Agenda 2030, resalta que el rol de las estrategias de Ciencia y Tecnología como elementos integrales de las estrategias de desarrollo sostenible nacional, para ayudar a reforzar el intercambio de conocimiento y la colaboración. Paraguay debe ser un jugador clave en esta agenda y no estar sentado en banco de suplentes, esperando una oportunidad para hacer una pequeña contribución. Debemos fortalecer el CONACYT, debemos apostar en nuestros investigadores y debemos consolidar la senda hacia la socialización de los resultados de las investigaciones nacionales. “La ignorancia sobre la ciencia es peligrosa para la sociedad” (Ramakrishnan) y les pedimos respuestas inmediatas cuando estamos, como ahora en una pandemia, cuando la hemos olvidado por décadas. Comencemos a reconocer la importancia de la investigación nacional por los nacionales que estarán correctamente sesgadas hacia las necesidades que tenemos en el Paraguay.

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