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Nacionales

La piel de nuestros árboles

Hongos creciendo sobre la corteza. Foto: Rebeca Irala.

Hongos creciendo sobre la corteza. Foto: Rebeca Irala.

POR Alberto Yanosky
Biólogo y conservacionista.

Una nueva motivación de un tema poco abordado es la corteza de los árboles, tan variantes, tan llamativas y esto surge a través de imágenes que me compartiera Rebeca Irala Melgarejo, a quien agradezco el compartir la captura de estas formas de la naturaleza y además, la voluntad de compartirles y permitirme que me base en ellas para escribir.

La mayoría de las personas han pasado poco o ningún tiempo pensando o discutiendo sobre los árboles y sus cortezas, excepto cuando estamos con los colegas a campo. Sin embargo, el interés científico por esta estructura vegetal ha ido en aumento hasta el punto de que varias de las publicaciones más importantes en el primer nivel de la biodiversidad, han dedicado números y volúmenes, en enfoques monotemáticos dedicados a ella, a la corteza. ¿Las razones? La primera y más clara es la importancia global de la corteza desde una perspectiva biogeoquímica, no como un mero adorno de la madera, sino como un componente esencial de los ecosistemas, cubriendo y protegiendo la mayoría de la vida vegetal en la tierra, la piel de los árboles. La segunda razón es metodológica: la investigación de los botánicos se orienta a un mayor interés en la madera que en la corteza viva que la acoge. Y, por último, el interés ecológico y botánico que ha despertado el hábitat que ofrece la corteza para otras especies, incluyendo un hongo que la destruye.

Corteza es un término que contiene varias acepciones, pero en el uso botánico es de origen incierto y es el corcho, o la corteza de los árboles; incluyendo los tejidos internos conocidos como cambium. Se dice que la corteza es “la cubierta exterior de un árbol, que está por encima de la madera”. Cubierta, corteza y piel son los principales sinónimos. La ecología y la importancia de la corteza de los árboles no hace más que ganar adeptos.

Palo blanco Calycophyllum multiflorum. Foto: Rebeca Irala.

Palo blanco (Calycophyllum multiflorum). Foto: Rebeca Irala.

La corteza del tallo o tronco posee numerosas funciones ecológicas. Estas funciones pueden diferir cualitativamente con respecto a los tipos de suministro de corteza, y cuantitativamente porque las cantidades y propiedades de las cortezas varían entre las especies. Aunque la corteza de los árboles y las convexidades (es decir, la exfoliación y los contrafuertes) albergan numéricamente muchas más especies de artrópodos que otras superficies (es decir, hojas, bases del tronco), la corteza es uno de los hábitats menos conocidos. Los invertebrados que habitan en la corteza se encuentran en varias capas de cambium, varios tejidos (es decir, el floema, la corteza viva externa) y la superficie de la corteza. Aunque la corteza exterior suele contener hongos comensales y líquenes epífitos (ya hablamos de lo que es ser epífito), los microhábitats de la corteza como de las fisuras, grietas y defectos de la corteza cubiertos con líquenes foliosos y crustosos pueden contener una comunidad epífita diversa.

Las características físicas de las cortezas también pueden ser funciones ecológicas, como prevenir la desecación y las radiaciones solares y, proteger contra la herbivoría, es decir, evitar ser comidos, o evitar a ciertos patógenos, los depredadores y el fuego. Al igual que la mayoría de las partes superficiales de los árboles, la corteza contribuye a la creación y mejora de los suelos, así como al ciclo de nutrientes y materia orgánica muerta. De hecho, el floema, al igual que las hojas, genera anualmente una capa. La corteza interna tiene una alta conductividad del fluido. Al igual que las hojas, las cortezas, particularmente el floema, son reservas de alimento para el árbol. Los organismos facilitan el reciclaje de nutrientes, mientras que, por el contrario, algunos hongos e insectos, destruyen los tejidos de la corteza o los nutrientes.

La corteza del árbol, a menudo vista como la piel semiviva del árbol, es beneficiosa tanto para los árboles como para los humanos debido a razones a veces infravaloradas. La corteza del árbol está hecha de tejidos muertos, que son producidos por el meristemo cambial de la planta, mientras que las células epidérmicas aún están vivas. La corteza protege el cuerpo de la planta contra factores bióticos y abióticos. El metabolismo secundario activo de las células conduce a la producción de varios compuestos lipofílicos con propiedades antimicrobianas y antioxidantes. Los principales tipos de corteza protectora consisten en una capa externa o corteza externa que está compuesta por grandes células de hipodermis y varias capas de células duras que, apareciendo como “rodillos” se vuelven cada vez más esclerificadas hacia el exterior.

Roble criollo Amburana cearensis. Foto: Rebeca Irala.

Roble criollo (Amburana cearensis). Foto: Rebeca Irala.

Además de la función de protección, la corteza de los árboles tiene una importancia ecológica y ambiental significativa. Conocer estas propiedades es fundamental porque no toda la corteza debe quemarse, procesarse o desecharse, ni siquiera en los procesos industriales. Una de las funciones clave de la corteza de los árboles para la vida y el continuo de la vida en los ecosistemas forestales es que la mayoría de la biota viva y muerta, desde macroorganismos (animales, hongos, líquenes, hepáticas, etcétera) hasta microorganismos (hongos, bacterias, algas, protozoos, etcétera), se desprenden y caen al suelo en varias etapas. Desempeña un papel muy importante en la materia orgánica, las partículas del suelo y las soluciones acuosas (a través del flujo de agua de la corteza al suelo del bosque) entre el tocón y el suelo. De esta manera, los árboles desempeñan un papel, aunque en pequeñas cantidades, en el ciclo de los nutrientes.

El curso de esta relación funcional-ecológica está proporcionado por la formación de las condiciones de vida de muchos organismos. Es importante en términos de presentar a la corteza como un “hábitat natural”. Se sabe, aunque descrito en la literatura bajo diferentes definiciones (valor ecológico, papel protector biótico, etcétera), que la corteza actúa como un “ecosistema en miniatura”. Algunas criaturas viven en la superficie de la corteza (epífitas), otras viven como “pozos” en el centro de la corteza (epibiontes), mientras que otras que pueden organizar su propia “agricultura” (por ejemplo, hormigas e insectos escamosos; hormigas y pulgones) se encuentran en las cortezas de los árboles.

Se tiene información que más del 40% de los organismos que viven en un área están asociados con madera muerta. La corteza es un tejido sustancial que es parte integral de la estructura del árbol y cumple una variedad de funciones ecológicas que están relacionadas principalmente con la protección y defensa de los sistemas leñosos. Por lo tanto, la corteza es el defensor de primera línea de un árbol contra los agentes bióticos y abióticos y rivaliza con la madera del tallo en su capacidad destructora. De hecho, la corteza sustenta una biota específicamente adaptada a los ecosistemas leñosos.

La corteza de un árbol no solo forma un cuerpo protector, sino que es importante de muchas otras maneras. Sirve como “almacén” de materiales alimenticios de reserva para el crecimiento de las plantas y como tejido acumulativo para los materiales extraídos de la madera y las hojas. Tiene propiedades productoras de mucílago que están asociadas directamente con el protoplasma vivo y es capaz de perder el mucílago a través de cambios, de tal manera que efectúan cambios fisiológicos transversal y longitudinalmente en el cuerpo del árbol. En la corteza, se forman nuevos crecimientos que curan las heridas y aumentan la circunferencia del árbol, formando una capa anual de madera, conocida como cambium.

También es un medio de protección para la madera joven en desarrollo. Da soporte a las puntas en crecimiento de las ramas y finalmente, y no menos importante, nos brinda muchos productos que nos sirven de alimento, nos curan o nos dan alegría, qué sería de nosotros sin los corchos que protegen nuestros vinos. Prestemos más atención a la naturaleza y aprendamos de ella.

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