Nacionales
Evolucionar para nidificar en el suelo
13 huevos de ñandu. Foto: Talison Zardin
Hace unos días, la apreciada Lidia Pérez de Molas me compartía unas imágenes sobre nidos y pichones que se encuentran en el suelo y me comentaba que sería un tema para abordarlo, así que una vez más motivado por su sugerencia y lo primero que me vino a la mente fue uno de mis primeros hallazgos en la naturaleza que luego se publicó en una revista técnica sobre el nido de unos de los buitres o jotes (nuestros yryvu kuéra). Esto ocurrió en 1987, por eso digo que fue uno de mis primeros hallazgos validados. La profe Lidia me compartía nidos y pichones de teteu o tero-tero (Vanellus chilensis) y de algún yvyja’u o dormilona (de los caprimúlgidos). Ambas especies ilustradas con las bellas fotos que nos compartió Lidia y también utilizo un nido gigante de huevos de ñandú o ñandu guasu (Rhea americana).
La anidación o nidificación en el suelo está muy extendida entre las aves, y parece que evolucionó en diferentes grupos, mostrándonos lo que se conoce como convergencia evolutiva. El comportamiento de anidación en el suelo tiene consecuencias ecológicas, influenciadas por la proximidad al suelo para buscar alimento, la seguridad, el mantenimiento de los huevos frescos y la dispersión del calor. También puede influir en las estrategias reproductivas, como el tamaño de la nidada, lo que provoca comportamientos asociados, como la proximidad a la que hay que evitar sentarse sobre los huevos para evitar la transferencia de calor. Las aves que han desarrollado estrategias de nidificación en el suelo son diversas y pueden diferir mucho en tamaño, hábitat y comportamiento.
Las adaptaciones que deben tener estas aves también son necesarias tenerlas en cuenta, ya que hay tasas de depredación mayores cuando están los nidos en el suelo. Las aves que están en incubación deben ser particularmente móviles, tratando de moverse lejos del depredador o escapar de un individuo cuando se están protegiendo o comiendo sus huevos, dado que la incubación es vital para el éxito del nido.
Anidar en el suelo puede ser muy complejo, desde el uso de hondonadas en el terreno hasta cuevas o huecos existentes. Aunque se pueden encontrar especies de aves muy generales anidando en el suelo en cualquier parte del mundo, los nidificantes terrestres a menudo se encuentran en zonas adaptativas ricas en especies, como en los pastizales de las latitudes medias del mundo. Muchas gracias simplemente hacen un nido sobre el terreno, y en otros casos lo mejoran con piedras, plumas y pastos para hacerlos más apropiados para sus huevos y luego los pichones.
La ciencia nos ha dado muchos aportes a este tema, ya que han surgido muchos interrogantes. Para ser considerado como anidación en el suelo en el contexto de una importante discusión ecológica significa: 1) poner huevos y/o cuidar a las crías mientras están en el suelo, 2) confiar solo parcialmente o a menudo completamente en la cripticidad para evitar la depredación del nido o la perturbación humana, 3) usar fibras, plumas y / o ramitas para crear una depresión, cripta, madriguera, cubierta o dosel parcialmente cerrado, y 4) ser el ancestro de una población que prefirió la reproducción en tierra por alguna o todas las razones establecidas en los tres primeros criterios empíricos.
La anidación en el suelo de las aves es uno de los comportamientos más conspicuos e icónicos. La anidación en el suelo también es fascinante desde el punto de vista ecológico y evolutivo. Las hembras o machos (en el caso del ñandú) seleccionan preferentemente sitios ocultos para anidar, y las altas tasas de depredación de nidos por mamíferos y aves son características de estos sistemas de campo abierto y probablemente reducen la producción de polluelos en la mayoría de los años.
Se ha propuesto que la coloración del nido y de los huevos de algunas aves que anidan en el suelo evoluciona de acuerdo con los hábitos de incursión de los depredadores potencialmente comedores de huevos. Evidentemente, el camuflaje juega un rol clave, para pasar desapercibidos, como son los huevos del tetéu o del yvaja’u. Y también sus pichones, que en muchos casos son nidífugos, es decir, que abandonan el nido rápidamente y que tienen una coloración que también los hace pasar desapercibidos. No así con los ñandúes, ya que sus nidos son muy visibles, los huevos son grandes y blancos. Cuanto más nos adentramos en el conocimiento de la naturaleza, más fascinante es este mundo y recién entonces nos damos cuenta de la inmensa responsabilidad de mantener hábitats en buen estado de conservación para asegurar que toda esta riqueza de especies, comunidades, comportamientos y variabilidad se pueda conservar.
Gracias nuevamente a la Profesora Lidia Pérez de Molas y a Talison Zardin por sus imágenes
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