Nacionales
Otra ave de humedales, el angú
Calandria de agua. Foto: José Maria Paredes
Hoy seguimos con esos bellos indicadores de humedales, esos elementos de la biodiversidad que cuando los ves, sabes claramente que eso es un humedal. Gracias a las fotos de José Maria Paredes, hoy escribimos sobre el angú o calandria de agua. Esta ave conocida científicamente como Donacobius atricapilla es muy característica, y a veces no la vemos, pero por su melodioso e inconfundible canto sabemos que está allí, entre la vegetación acuática. A veces su canto se hace un poco estridente y lo hacen a dúo en exhibiciones que parecen muy elaboradas y semeja a una conversación o parloteo. Es común ver a dos, la pareja, y si hay más se trata de un grupo familiar, que deambulan defendiendo su territorio, alimentándose de insectos.
Su nombre de “calandria” quizás esté relacionado con que se parece a las calandrias y de agua, denota claramente su preferencia de ambiente, pero me llamó la atención la palabra “angú” y fuera del origen africano para referirse a guardián o líder, es una palabra bien conocida para referirse a una pasta de banana o plátano, en varios países de la distribución de esta ave, y un plato típico de la gastronomía brasileña, y por su color amarillo o marrón claro, creo que por aquí va la denominación.
Sus colores, sus movimientos hacen a la especie inconfundible, así que solo un momento para verla y saber que el angú anda por allí. Parece que el angú gusta de diferentes tipos de humedales, como esteros, pantanos, bañados, meandros y zonas ribereñas donde exista vegetación acuática o semiacuática alta y densa. Les gusta el follaje de los humedales, acostumbran a deambular continuamente entre la vegetación y de hábitos diurnos. Usan no solo las plantas estrictamente acuáticas como juncos, totora y otras, sino también los arbustos que pudiesen existir.
La especie es una gran incógnita
Donde se la encuentra parece ser común pero nunca en abundancia. La especie es una gran incógnita desde el punto de vista evolutivo ya que se parece a varias especies o parece ser similar, pero la evidencia genética habla de una especie que ha evolucionado independientemente de algún ancestro en el viejo mundo, posiblemente en África o de un linaje africano. En fin, nuevos estudios podrán informar al respecto. Pero lo que es evidente que su forma, tamaño y hábitos se asemeja a otras aves que seguramente tiene una explicación adaptativa para hacer uso de los recursos que el ambiente le ofrece (convergencia adaptativa).
Un comportamiento sorprendente tiene que ver con la reproducción cooperativa, ya que parece que los descendientes ayudan a sus padres a criar a sus pichones. Los angúes son monógamos, se unen en pareja de por vida y esto se muestra en los avistamientos, la mayor parte del tiempo están en pareja. Un nido puede albergar dos o tres huevos, y normalmente se ven dos o tres adultos con relación al cuidado del nido, evidentemente uno de los tres es un hijo de una nidada anterior. Existen registros de depredación por lechuzas, así que estas aves sirven de alimento a otras aves. También se ha observado el uso de las mudas de serpientes como elemento para los nidos y se cree que es una manera de defensa para evitar la depredación.
Su nombre científico es muy particular, ya que su género, Donacobius, hace referencia a “habitante de los juncos o de las cañas” en griego, mientras que el epíteto atricapilla hace referencia a “cabellos negros” en la cabeza, en latín. Así es el origen de ese nombre científico que tanto lo identifica por su forma y por su hábito. Como lo describe su nombre, las parte superiores son de color marrón oscuro y más oscuras o negras en la cabeza, las partes inferiores son de un color marrón claro o beige muy característico, unos ojos amarillos muy llamativos y penetrantes, una mancha o parche blanco en el ala y puntas blancas bien llamativas en la cola que además tiene un plumaje graduado. Lo podemos encontrar no solo en Paraguay, ya que se distribuye desde Panamá hasta la Argentina, en gran parte del continente sudamericano y el este panameño.
Si bien la especie en términos de conservación es de preocupación menor, la afectación de los humedales, como el desecamiento, el uso de agroquímicos, la transformación en áreas urbanas hace que la especie comience a desaparecer de sus ambientes naturales, y un humedal sin el angú, no es un humedal sano. Por ejemplo, en humedales urbanizados que perdieron sus juncos, también perdieron al angú en unos 30 años. Que los angúes desaparezcan también implica que se remueve un controlador de insectos de humedales, y recordemos que hay varios insectos cuyo balance natural nos interesa, como los mosquitos. El angú es un elemento de los humedales que debemos preservar, primero conociéndolo, admirándonos de sus características físicas y de comportamiento, y pensando que ha evolucionado “solito” por miles de años especializándose, quizás con información genética desde la época que comenzaron a dividirse los continentes. Tenemos una inmensa responsabilidad por su conservación.
Gracias a José Maria Paredes por las fotos.
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