Nacionales
La flor del coco y las fiestas de fin de año
La apreciada flor de coco y su bractea. Foto: Lidia Perez de Molas.
Hay varias señales de la naturaleza que nos indican que se acercan las fiestas de fin de año; quizás el creciente sonido de las chicharras o cigarras, ya que aparecen, se hacen más frecuentes y mudan y crecen durante estas fechas. Sin embargo, es la flor de coco aún más conocida; esa estructura grande, marrón y amarilla, muy aromática que vemos a la venta y que se utiliza para ornamentar los pesebres del país. Al ver la primera flor de coco en la calle, automáticamente nos transportamos a la Navidad por su presencia en el pesebre. Extraña práctica ya que esta planta es de las Américas, y existe en Centro y Sud América, pero no en donde se origina la historia del niño Jesús y del pesebre. Se trata de la palmera conocida como mbokaja o mbocayá. Acrocomia aculeata es su nombre científico, y la proposición de este nombre tiene que ver con “alto o cabeza” y “penacho o pelos” refiriendo a la estructura de las hojas en lo alto y el epíteto que lo acompaña para referirse a las espinas que lastiman, estructuras punzantes. Como vemos, el nombre científico describe a la planta y la forma que adopta en el paisaje. La presencia de esas filosas espinas nos ayuda a no confundirnos con otras palmeras, como podría ser el pindó o el mismo yata’y. El mbocayá nos provee de esas flores que acompañan la Navidad, pero también esta palmera brinda semillas y pulpas de las cuales se hacen harinas y aceites, como los conocidos jabones de coco. Pero esta palmera tiene varios usos, se usa toda su estructura, raíces, tallos, hojas y frutos; la planta brinda una fibra muy apreciada, con la cual además se hacen hamacas, e inclusive a la planta se le otorga propiedades medicinales y sus hojas se usan como forraje para el ganado. Es una palmera muy bien adaptada al fuego, por lo que nos indica que posiblemente sea una palmera más asociada a los ambientes de pastizales o sabanas, áreas más abiertas.
Como se puede apreciar, es una planta de la que se hacen muchos usos por la población local y posiblemente debido a que su fruta cuando madura es apetecida por el ganado y la fauna en general, podría estar avanzando sobre nuevos territorios, siempre y cuando las condiciones se den, como áreas de climas cálidos y suelos arenosos. Un indicativo de la dispersión del mbokaja por el ganado es la presencia de esta en los potreros. Pero vamos a detenernos más en lo que nos convoca hoy, su flor, lo que vemos en las calles para adornar los pesebres y darles un aroma muy especial que se disemina por todo el hogar. Existe un villancico que versa sobre “Navidad de Flor de Coco, Navidad del Paraguay” y mucho se ha escrito sobre este aspecto cultural.
Y comenzamos biológicamente refiriéndonos a la mal llamada flor de coco, ya que lo que vemos es un conjunto de muchas flores, lo que se cosecha, lo que se vende, es un conjunto de flores, es una inflorescencia, es una espiga (que se conoce con el nombre de espádice) que tiene un pedúnculo donde se ubican todas las flores, que se ve de color amarillento o pardo claro. Ese espádice tiene las flores masculinas en la parte superior y las femeninas en la parte inferior, es una planta monoica, es decir, en una misma planta están ambos sexos. De cada una de las flores debería aparecer un fruto, es por ello por lo que vemos muchos frutos en esa estructura que alguna vez fue una inflorescencia. Existe una bráctea, estructura coriácea marrón con la que se protege a la inflorescencia, es un órgano foliáceo que tiene precisamente esa función de proteger a las flores. Y aquí debemos recordar la importancia de las flores, ya que en ellas está la supervivencia de la especie. De estas flores surgen los frutos que contienen las semillas, que permitirán dar origen a nuevos individuos para poder hacer que la población de mbocayá siga existiendo.
¿Alguna vez pensamos si estas flores de cocos que abundan en las calles en estas épocas provienen de una cosecha sustentable? ¿Sabemos si la extracción que estamos haciendo y por la cual somos responsables, ya que generamos la demanda, realmente no está afectando la población de mbocayá y su diversidad genética? Lo más probable es que la respuesta sea no, compramos sin responsabilidad e introducimos algo en nuestras casas sin saber si pudiese tener efectos colaterales, cada vez tenemos más casos de alergias y nos olvidamos que ponemos en nuestro pesebre una inflorescencia rica en polen que inunda nuestros hogares, posiblemente afectando las vías respiratorias de las personas y nuestras mascotas. La rinitis alérgica coincide en muchos casos con esta época y tiene entre sus razones el polen que está en el ambiente; pues nosotros en muchos casos agudizamos esta situación.
Si bien la práctica de la flor (inflorescencia) del mbocayá en nuestros pesebres está muy arraigada culturalmente, debemos comenzar a pensar en la sostenibilidad de la práctica y los posibles problemas de salud que pueda acarrear. Si sé que esa inflorescencia no pone en peligro a la población silvestre de la palmera, entonces una opción sería que la flor de coco esté en un pesebre fuera de la casa, en un ambiente bien ventilado. Aprovechemos y usemos responsablemente lo que la naturaleza nos brinda.
Agradezco una vez más las ilustraciones y orientaciones de la profesora Lidia Pérez de Molas y a Rebeca Irala por la sugerencia de tratar el tema, ambas siempre atentas a motivarme a abordar temas de nuestra naturaleza y cultura.
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